George Dyson, genio y figura de su padre, el ilustre científico Freeman Dyson, es historiador de la ciencia y autor, entre otros, de "Turing Cathedral", un libro señero sobre la revolución digital. El 26 de julio publicó un artículo sobre las actividades de la National Security Agency (NSA), con un análisis que complementa lo que ha trascendido públicamente sobre las escuchas furtivas denunciadas con resonancia mundial por Edward Snowden. La nota que escribió por encargo del periódico alemán "Frankfurter Allgemeine Zeitung" (FAZ) nos ilustra, desde un ángulo diferente al conocido, sobre el problema hecho público por el agente desertor de la CIA, héroe o traidor según opiniones. Aquí glosaremos, dejando de lado lo muy técnico, lo que concierne a ese asunto.
En primer lugar, un antecedente importante. Se trata de una explicación del "Corona", un programa conjunto entre la CIA, la NSA y el Departamento de Defensa. Cuenta que el 19 de agosto de 1960 un satélite dejó caer sobre el Pacífico, desde la órbita terrestre baja, una gran cápsula de metal que, descolgada en paracaídas, fue capturada por un avión con base en Honolulu y trasladada luego a una estación de la fuerza aérea de Mountain View, California. Dentro de la cápsula había 3.000 pies de películas Kodak de 70 mm que registraban siete pasos orbitales sobre 1.600.000 millas cuadradas de territorio soviético. Fue un espectacular golpe de inteligencia durante la Guerra Fría, luego de 13 intentos fallidos. Este proyecto secreto de reconocimiento orbital estuvo coordinado por la Agencia ARPA, continuó por 12 años con 126 misiones y fue al fin desclasificado por el presidente Clinton en 1995.
En segundo lugar, en cuanto a la trascendencia tecnológica. Muestra que de los recursos y conocimientos del proyecto "Corona" se desprendieron grandes empresas de tecnología centradas en Sunnyvale, California (incluyendo Fairchild, Lockheed y el Parque Industrial de Stanford), que ayudaron a producir el Silicon Valley de hoy. Esto reafirma la convicción general sobre lo que significa el factor militar norteamericano en la dinámica empresarial avanzada. Google Earth es un descendiente directo de aquél.
En tercer lugar, lo referente al Prism. Se trata de un programa activo de vigilancia electrónica mundial calificado de "top secret" por la NSA que opera desde el 2007 y recoge la información, entre otras, de Microsoft, Google, Apple, Skype, YouTube y Facebook. De hecho, una asociación público-privada en la que, mientras las empresas se benefician con datos que interesan a sus productos, el gobierno recoge información necesaria para sus fines de espionaje. El objetivo de la NSA es saber no sólo lo que se dice y lo que se hace sino también lo que está siendo pensado, por lo menos una conjetura razonable sobre lo que alguien bajo vigilancia se propone hacer. Lo que ahora tenemos –escribe Dyson– es un sistema coordinado que une extranjeros sospechosos con ideas peligrosas; si los vínculos y las sospechas son lo suficientemente fuertes "nuestra flota de drones recibe autorización para ejecutar un golpe". Pero hay un inconveniente para la decisión. Nunca será totalmente posible distinguir sistemáticamente ideas verdaderamente peligrosas de ideas buenas que aparecen sospechosas, sin comprobarlo. "Cualquier sistema formal que otorga el poder absoluto para protegerse de ideas peligrosas será por necesidad también defensivo contra pensamientos originales o creativos. Y, tanto para los individuos como colectivamente para la sociedad humana, esto será nuestra pérdida. Es el efecto fatal en el ideal de un estado de seguridad".
No se trata –opina el articulista– de apagar los equipos. Sólo tenemos que anular el secreto y conducir la recopilación y los bancos de datos a lo abierto, donde deben estar. El espionaje debe mantenerse dentro de límites razonables, con normas libres a una audiencia pública. Considérese –dice– el uso de cámaras de seguridad, por ejemplo, en el Reino Unido. Son ubicuas, visibles y usadas abiertamente por la policía bajo reglas que han sido definidas en tribunal abierto. El público lo aprueba. Similarmente, la gente apoyará el mantenimiento de un sistema global por internet con fines determinados por ley, con acceso a un repositorio controlado bajo reglas de un tribunal. Siempre habrá espionaje ilícito –admite–, pero debe ser mantenido dentro de límites razonables. Es perturbador saber que las leyes han debido ser violadas para conducir el programa de vigilancia Prism, pero ha sido preferible a estar inermes ante amenazas reales. Edward Snowden ha puesto este asunto a la vista del público y el sendero que llevó desde el "Corona" a Google Earth a través de Silicon Valley demuestra que un programa secreto puede ser dispuesto en lo abierto, para beneficio de todos, sin necesidad de clausurarlo.
Esto es una síntesis del artículo en el diario alemán FAZ. Días después Dyson hizo públicos por otra vía "Tres puntos adicionales" al texto.
El primero dice que el proyecto "Corona", además de sus réditos tecnológicos y de negocios, fue un programa de inmensa importancia histórica y estratégica, porque la inteligencia que produjo mostró que la URSS no tenía ni de cerca tantos misiles y lanzadores como en Estados Unidos se temía. Fue como un amortiguador muy necesario en la carrera armamentista de la Guerra Fría (empujada enérgicamente por el "Complejo militar-industrial" del que Eisenhower en su mensaje de despedida de 1961 dio una alerta). Todo podría haber sido peor sin información confiable. El segundo punto expresa que el programa Prism bien podría producir el mismo resultado si nos habilitara, al romper todos los e-mails y sus encriptamientos, para descubrir que el mundo no está tan lleno de terroristas ni hay tal amenaza como ciertas facciones dicen que hay que temer. La pregunta a formularse es: ¿nos informará el complejo industrial de seguridad sobre eso? El último punto adicional de George Dyson dice: "La actual histeria de seguridad en EE. UU. tiene todos los indicadores a una enfermedad autoinmune, aquellas de cuando el organismo empieza a reaccionar contra sí mismo".
HÉCTOR CIAPUSCIO (*)
(*) Doctor en Filosofía
Tomado de http://www.rionegro.com.ar
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