No cabe la menor de
las dudas de que la decisión de EEUU de acabar con la política de "pies
secos/pies mojados" y establecer un nuevo paso sobre política migratoria
con el gobierno cubano despierta muchas expectativas sobre el futuro,
particularmente sobre el comportamiento de la guerra ideológica anticubana y
los planes subversivos del enemigo.
Quienes encabezan los
planes desestabilizadores contra Cuba han reaccionado de maneras diferentes.
Desde los que han repudiado abiertamente esta medida bilateral de ambos
gobiernos y esperan que Trump la elimine al asumir la presidencia el próximo 20
de enero, hasta los que apuestan por la vieja teoría de la “olla de presión”
para lograr el derrumbe del socialismo en Cuba. Ha habido, incluso, los que han
pronosticado e incitado el absurdo de una oleada masiva, “espontánea” y descontrolada
de migrantes ilegales por vía marítima, poniendo en riesgo las relaciones
bilaterales entre ambas naciones y pretendiendo crear un escenario complicado y
peligroso.
Hoy, Josh Earnest, el portavoz del presidente, Barack Obama, puso sobre el tapete dos aspectos de sumo interés: tal decisión fue comunicada de antemano al equipo de transición del nuevo mandatario estadounidense, Donald Trump, enfatizando en que la costumbre de que los presidentes entrantes respeten y mantengan los acuerdos ejecutivos que se establecen con otras naciones. A la par, a pesar de las promesas hechas por Trump de revisar todo el proceso de acercamiento entre ambas naciones, la lógica política indica que él está a favor de mantener una migración controlada hacia EEUU y que, por tanto, a pesar de las presiones y compromisos establecidos con la extrema derecha anticubana, el tema migratorio no sufrirá modificación alguna al asumir su mandato. Hasta el momento, tanto Trump como su equipo de transición, se han mantenido en silencio sobre este tema.
Particulares
reacciones han tenido los principales grupúsculos radicados en EEUU,
particularmente la FNCA, quienes intentan revivir la teoría de la “olla de
presión” ya estimulada en el pasado, particularmente en la década de los 90 y
que dio como resultado a la crisis migratoria de 1994. En este caso particular,
al igual que varios de los integrantes de la contrarrevolución interna –a los
que no afectará tal medida pues tienen entrada libre a los EEUU y otros países–
la opinión es que se abre un escenario en que los cubanos se sumarán
masivamente al “descontento social” vendido por ellos mediáticamente.
En tal sentido se han
manifestado, aunque asumiendo diversas perspectivas, los principales
mercenarios internos como Manuel Cuesta
Morúa, portavoz del Partido Arco Progresista; José Daniel Ferrer,
coordinador nacional de la Unión Patriótica de Cuba; Antonio G. Rodiles,
coordinador del Foro por los Derechos y Libertades; Berta Soler, líder de las
Damas de Blanco; entre otros.
La potencial apuesta
de la contrarrevolución anticubana por incitar al descontento y la indisciplina
social, al aumento de la subversión y campañas desestabilizadoras dentro de
Cuba, así como el intento de capitanear o buscar espacios dentro de la sociedad
actual, constituye un potencial peligro al que se debe enfrentar nuestro
pueblo. Solo con la firme unidad de todo el pueblo se podrán vencer las
amenazas que surgirán en este escenario inmediato.
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