He leído con detenimiento el artículo que publicó mi amigo Edmundo García y que les presento a continuación. No cabe duda, pensé que resultaría interesante una visita de Obama a Cuba, aunque la considero prematura.
Bien recibido será y con respeto, no lo dudo. Pienso, empero, que a pesar de su valentía al replantearse las relaciones entre nuestras dos naciones, mucho le ha faltado hacer todavía para eliminar los lastres de una sucia política, ya añeja y extemporánea. Por otro lado, su intención de mantener la guerra ideológica contra Cuba resulta cuestionable.
Viajar a Cuba le resultaría, sin embargo, provechoso. Miraría con sus propios ojos una realidad a la que critica y que juzga tambaléandose en el fino hilo de la visión política de otros. Podría ganar en veracidad y en percepción como lo han ido haciendo aquellos de sus conciudadanos que han visitado a nuestra patria entre enero y mayo, representando un incremento del 36 % de turistas norteamericanos, tal como reseña hoy RHC.
Las puertas están abiertas y le sugiero dejar el protocolo a un lado. Rehusar encuentros con mercenarios y reunierse con el pueblo, aquel que siempre -sin engaños-, estrechara su mano como igual, y con el respeto y cortesía que merece el visitante amigo. (NR)
¡Ay Obama!, vuélvete loco y vete pá La Habana
Hace
alrededor de un mes, almorzando en un paladar en La Habana lleno de turistas
norteamericanos, un trío de música tradicional improvisó un montuno que decía:
“¡Ay Obama!, vuélvete loco y vete pá La Habana”. Yo no sé dónde habrán
aprendido español, pero aquellos turistas coreaban de forma perfectamente
comprensible esa frase que ahora uso como título de este artículo.
Desde
Theodore Roosevelt (1901-1909) a Dwight D. Eisenhower (1953-1961); desde John
F. Kennedy (1961-1963) a Barack Obama (2009-), diecinueve presidentes
norteamericanos han pasado por la Casa Blanca y ninguno visitó oficialmente a
Cuba como país independiente. ¿Lo hará Obama? Es lo que todo el mundo se pregunta;
menos por las dudas que por el deseo de que realmente lo haga. Sería uno de
esos casos en que la prensa puede usar sin gratuidad, con toda la justificación
profesional, el adjetivo “histórico”.
Hace solo unos días, ante una pregunta de la
periodista de la Televisión Cubana Cristina Escobar en la Casa Blanca acerca de
si el presidente Obama podría visitar Cuba, el Secretario de Prensa Josh
Earnest respondió que “Sé que a él le daría mucho placer la oportunidad de
visitar la isla de Cuba y en particular, La Habana”. Ya el 11 de mayo el propio
vocero Josh Earnest, para aclarar algunas informaciones que daban como un hecho
que el presidente Obama visitaría Cuba, señaló que no era algo inminente pero
no descartaba que dicha visita se produjera antes de que terminara su mandato.
Desde que el presidente Obama y el presidente
Raúl Castro empezaron a romper barreras, la referida visita es una posibilidad
constante en la prensa. Es lógico, es lo que corresponde. Obama y Raúl se
saludaron con un estrechón de manos de gran simbolismo durante los funerales
del líder sudafricano Nelson Mandela; después hablaron extensamente por
telefónico para sellar los acuerdos informados el 17 de diciembre del 2014 y se
reunieron públicamente y en privado durante la VII Cumbre de las Américas en
Panamá.
¿Qué es lo que falta? La visita del
presidente norteamericano a Cuba, que es donde se están dando los procesos más
importantes. Por supuesto que también el presidente cubano Raúl Castro podría
visitar los Estados Unidos; ya sea como parte de una invitación a un encuentro
bilateral, o como un punto de la agenda de una reunión en un organismo
internacional con sede en ese país; como varias veces hizo el Comandante en
Jefe Fidel Castro en calidad de Jefe de Estado y de Gobierno, o de presidente
de los Países No Alineados.
Un viaje a Cuba del presidente Barack Obama
tendría una importante repercusión en las instituciones norteamericanas. Se
trataría de la visita del cargo más influyente en la política y el gobierno a
nivel de toda la federación. La visita de quien es, por el Artículo II de la
Constitución, el jefe supremo del ejército y de la armada de los Estados
Unidos. De entrada, ese gesto pondría fin a todas las especulaciones sobre el
“peligro” y “amenaza” militar de Cuba, y confirmaría como ridículas las puestas
en escena del trasiego ilegal de armas y los cuentos sobre fabricación de
artefactos bioquímicos para atentar desde Bejucal o Jaruco contra el vecino
país.
El presidente norteamericano no visita
amistosamente un país con el que está en guerra, a un país al que considera un
peligro para su nación. La presencia de Obama en Cuba obligaría a tomar nota a
los legisladores del mensaje; sobre todo en un contexto en el que ya deberían
estar abiertas las embajadas, haber salido Cuba de la infame lista de países
que promueven el terrorismo y seguramente haberse producido en calidad de
preámbulo otras visitas de importancia, como pueden ser las del Vicepresidente
Biden o el Secretario de Estado Kerry. Por otra parte hay que considerar que el
presidente Obama no viajaría solo. ¿Quiénes lo acompañarían en la comitiva?
Quizás la primera dama, sus más importantes asesores, hombres de negocios,
algún gobernador estatal, probablemente representantes del mundo del arte y el
deporte, académicos.
Nadie, ni sus más grandes críticos,
rechazarían la invitación a integrar la delegación presidencial norteamericana
que haría la primera visita oficial a Cuba.
Por supuesto que esto provocaría una gran
alharaca en algunos círculos de extremistas de Miami. Aunque es de suponer
también que la prensa mediocre y malsana, reducida a un ejercicio de
resentimiento desde el 17 de diciembre del 2014, tendría que guardar ciertas
formas ante el despliegue de la poderosa voluntad presidencial, ahora
representada en Barack Obama. La misma Ileana Ros-Lehtinen, que tanto blasfema
en Miami contra la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, no
tendría otro remedio que moderar sus declaraciones y darle el trabajo sucio a
Carlos Curbelo; como antes hacía con David Rivera, a quien comprometía con los
más grandes disparates anticubanos, solo con el fin de que ella luciera más o
menos decente en el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso.
Una vez que el presidente de los Estados
Unidos viaje a Cuba, muchos temores se disiparán para siempre. Mucha gente
buena pero que se ha dejado chantajear por los extremistas de Miami, podrá
soltar sus amarras y manifestar libremente el respeto que a pesar de la
distancia siente por Cuba.
Edmundo
García
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