Obama ha tratado de
repetir los mismos shows en Vietnam que usó en La Habana durante su pasada
visita a la Isla. No cabe duda que todo responde al fin mediático de hacerse
gracioso, aceptable y campechano ante la opinión pública. Por otro lado, aparte
de intentar dejar un legado personal, trata de vender paralelamente la
ideología que sustenta y la clara intención de minar el statu quo imperante en ambas
naciones.
Esta vez no fue un
paladar habanero. Su actuar mediático lo desarrolló el restaurante Bun Cha
Huong Lien, en Hanói, donde degustó una sopa tradicional vietnamita conocida
como Bun-cha.
Por lo demás, además
del circo mediático para “encantar” a las gentes, usó la misma receta empleada
en La Habana: criticar el tema de los derechos humanos, hacer un llamado a
favor de su concepto de “democracia” y eludir la reparación histórica que
merecen estos dos pueblos por las agresiones realizadas por USA.
Si en La Habana jamás
pidió disculpas por las agresiones cometidas contra el pueblo cubano por parte
de la CIA y por grupos terroristas financiados por las administraciones
norteamericanas, tampoco se disculpó por la agresión a Vietnam y los crímenes
de guerra cometidos contra ese heroico pueblo.
Algo, sin embargo, como parte de la zanahoria con la que trata de engañar y ganar visibilidad, debía obligarlo a tocar aspectos políticos. Aparte de suspender una añeja e inservible suspensión del embargo sobre la venta de armas a Vietnam, Obama hizo un llamado hipócrita a la solución pacífica sobre el conflicto territorial en el mar del Sur de China, cuando se sabe hartamente que EEUU ha manipulado este conflicto a favor de sus intereses geopolíticos. La hipocresía llegó a sus límites cuando –en un claro ataque a China– declaró: “Las grandes naciones no pueden intimidar a las pequeñas”, olvidándose de su propia nación ha fungido históricamente como gendarme internacional contra naciones del tercer mundo, cambiando gobiernos a su antojo y llevando guerras genocidas por doquier.
El llamado realizado ayer
en Vietnam a favor de los derechos humanos en el país asiático tiene la misma
intención ideológica que su discurso habanero: defender a ultranza el orden
democrático capitalista, el llamado solapado a la subversión y la intromisión
en los asuntos internos de otras naciones. La arrogancia imperial no conoce el
perdón. Es una deuda que suma Obama con los miles de asesinados en Cuba y en
Vietnam por la soldadesca norteamericana, en una caso, y por terroristas USA en
el otro.
Obama podrá vestirse
de oveja y encantar con su histrionismo, pero su actuar no puede esconder la
hipocresía y el impudor. Solo es sucio marketing político.
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