El pasado 28 de abril se cumplieron 105 años del nacimiento de Zoia
Voskresenskaia-Ribkina. Muchos la conocen ahora como escritora infantil
pero muy pocos saben que durante un cuarto de siglo fue agente del
servicio de inteligencia exterior [soviético]. Sus partes de excepcional
importancia estratégica entraban en los despachos de máximos dirigentes
del país. La geografía de sus actividades de agente abarcaba China,
Alemania, Austria, Finlandia, Suecia. La tirada total de los libros que
ha escrito es más de veinte millones.
Sus condecoraciones hablan por sí mismas: la Orden de Lenin, la de
la Revolución de Octubre, de la Bandera Roja del Trabajo, de la Guerra
Patria, dos Órdenes de la Estrella Roja y numerosas medallas. Uno puede
pensar que era fácil prestar este servicio y ser promovido a coronel del
servicio de inteligencia.
He aquí un hecho señalado. Se rumoraba que cuando a Voskresenskaia
se la recomendaba para concederle una Orden de Lenin, Beria dijo: ¿Para
qué diablos vamos a condecorar a la mujer con la máxima condecoración
soviética?
Zoia Voskresenskaia nació el 28 de abril en la estación Uzlovaia,
municipio de Bocharovo, gobierno de Tula. A la edad de catorce años
empezó su vida laboral: trabajó de bibliotecaria y copiante en el estado
mayor de las unidades especiales del Cheka, comisaria política en un
centro correccional de menores y trabajadora del departamento de
transporte del Ministerio del Interior. La admiten en el Partido
Comunista y contratan para trabajar en los órganos de seguridad. En
Moscú Zoia hace prácticas especiales vinculadas con las actividades de
agente: santos y señas, escondites, vigilancia, etc. En agosto de 1929
se hace agente del servicio de inteligencia externa. Ya en calidad de
agente de inteligencia Zoia Voskresenskaia es mandada a cumplir su
primera misión en Harbin, China, adonde llega como secretaria de la
empresa petrolera soviética Soyuzneft. El primer viaje al exterior tuvo
éxito. Durante dos años Zoia cumplió misiones asignadas por el Centro en
una época caracterizada por reñidas pugnas en el Ferrocarril Oriental
Chino.
Después de volver a Moscú, a Zoia Voskresenskaia la envían a Berlín y
Viena para aprender el idioma y acostumbrarse a las condiciones
especiales de la vida en Europa para luego realizar actividades
ilegales. Le enseñaron el dialecto y reglas de urbanidad.
A comienzos de 1935 Zoia Voskresenskaia fue enviada a Finlandia como
jefa adjunta de la red de agentes secretos. En Helsinki recababa
información expeditiva sobre planes de la Alemania nazi. Trabajó con
éxito en Finlandia cuatro años. Allí en 1936 se casó con el legendario
agente de inteligencia soviético Boris Ribkin. En Finlandia ella
representa la empresa Intourist y es vicejefe de estación, mientras que
su elegido era conocido como cónsul Yartsev. La sede del Servicio de
Inteligencia les bendijo el matrimonio mediante un mensaje
criptografiado.
Después de regresar de Helsinki, Zoia Voskresenskaia-Ribkina se hace
funcionaria del aparato central del servicio de inteligencia externa, y
a comienzo de 1941 la promueven al cargo de vicejefe del departamento
alemán. Fue justamente ella quien trabajó con los mensajes sobre la
invasión enviados por nuestros valiosos agentes en Berlín Alférez y
Corso (que formaban parte de la famosa Orquesta Roja) quienes informaban
sobre los planes de Alemania de agredir a la URSS. Zoia Voskresenskaia
se hizo una de las principales analistas en el servicio de inteligencia.
En abril de 1941, Arvid Harnak (El Corso), quien era funcionario del
Ministerio de Economía del Reich nazi y uno de los dirigentes de la
Orquesta Roja, informaba al Centro, citando a unos allegados de
Rosenberg: La cuestión del ataque armado contra la URSS está decidida.
Otro agente valioso, el teniente primero del Ejército Alemán, Harro
Schulze-Boisen (El Alférez), era sobrino del gran almirante Tirpiz y
funcionario del Ministerio de Aviación y del Estado Mayor de las Fuerzas
Aéreas de Alemania. Ese mismo mes comunicó lo siguiente: La cuestión de
la agresión de Alemania a la Unión Soviética está decidida
definitivamente. Su comienzo debe esperarse en los próximos tiempos.
Zoia Voskresenskaia presentó a sus superiores una memoria relativa a los
planes bélicos del mando alemán. El 17 de junio de 1941, el jefe del
servicio de inteligencia, Pavel Fitin, firmó este parte y presentó a
Stalin.
Nuestra memoria -recordaba en aquel período Zoia Voskresenskaia-
resultó bastante voluminoso, mientras que el resumen era breve y
conciso: estamos a las puertas de una guerra. Todas las actividades
militares que Alemania realizaba con vistas a invadir a la URSS están
totalmente concluidas, y de un momento a otro puede esperarse un ataque.
El servicio de inteligencia informaba sobre la amenaza de guerra ya
desde noviembre de 1940. En aquellos momentos Zoia Voskresenskaia formó
un expediente en que se recogían datos importantes sobre la amenaza
bélica alemana. El análisis de datos recogidos lo hacía junto con Pável
Zhuravliov, jefe del departamento alemán de nuestro servicio de
inteligencia.
La cartera que Zoia Voskresenskaia y Zhuravliov reunieron contenía documentos que infundían alarma.
Estos materiales, indicaba Pavel Sudoplátov, nos ayudaban a seguir
el desarrollo de los acontecimientos e informar a los dirigentes
soviéticos sobre las tendencias básicas de la política militar alemana.
Los materiales del expediente arriba mencionado a veces se ponían en
conocimiento de Stalin y Molotov.
Poco antes del comienzo de la Gran Guerra Patria, en mayo de 1941,
el embajador de Alemania en la URSS, el conde von Schulenburg dio una
recepción oficial en la embajada. Hacia aquel momento Schulenburg ya
sabía que Alemania agrediría a la URSS porque acababa de regresar de
Berlín donde el Führer le había dado audiencia. Schulenburg era
adversario fervoroso de la invasión contra la Unión Soviética. Después
de que le presentó a Hitler su informe sobre la situación en la URSS, el
Führer le dijo sobre el Plan Barbarossa. El embajador intentó disuadir a
Hitler de hacerlo, demostrando que los rusos no quieren una guerra con
los alemanes pero éste sólo le ordenó regresar a Moscú y preparar la
misión diplomática para el cierre.
Durante aquella memorable recepción Schulenburg se fijó en una mujer
vistosa y decidió invitarla a bailar. Esta mujer bonita era
precisamente Zoia Voskresenskaia. La danza era poco común: valseando,
pasaron de una sala a otra. Era claro que el embajador alemán quería
mostrarle a su acompañante lo que pasaba en la embajada. Zoia se dio
cuenta de que la embajada se disponía a evacuarse: en el centro de las
salas y despachos estaban reunidos maletas, cajas, sacos. Los armarios
estaban vacíos, sin libros ni jarrones. Hasta en las paredes se veían
manchas rectangulares: se habían sacado los lienzos que estaban allí
desde hacía muchos años. Además, notó que el personal de la embajada
estaba reducido al mínimo, hecho que confirmaba una vez más que la
información que poseía el servicio de inteligencia. Un par de horas
después informó de todo lo que había visto a sus jefes quienes, a su
vez, informaron a Stalin.
En 1944, el ex embajador de Alemania en la URSS fue ejecutado por
los nazis por haber participado en la operación encabezada por el
coronel von Stauffenberg (atentado contra Hitler).
Inmediatamente después del comienzo de la guerra, formando un Grupo
Especial, Zoia Voskresenskaia se ocupaba de seleccionar, instruir y
enviar a la retaguardia enemiga numerosos grupos de sabotaje y
espionaje.
A fines de otoño de 1941 el matrimonio Ribkin llegaron a Suecia,
teniendo asignada la misión de organizar la observación del tránsito
militar alemán, crear grupos de agentes y realizar propaganda
antifascista.
Zoia Voskresenskaia fue la primera en enterarse de los planes de Alemania de desarrollar armas atómicas.
En 1942, por orden del Centro Zoia escogió a un enlace a quien se le
asignó la misión de entregar claves a la famosa Orquesta Roja. Se tenía
que entregarle los claves para la radio. Ella cogió un trozo de tejido
fino y lo pegó a una hoja de papel, metió esta capa combinada en la
máquina de escribir y mecanografió la cifra, la forma de utilizarla y
condiciones de trabajo de la radio. Luego cortó los pedazos de tejido y
lo quitó del papel. El texto mecanografiado resultó ser absolutamente
invisible, y sólo podía leerse si el tejido se aplicaba al papel. Luego
compró dos corbatas absolutamente iguales, descosió una de ellas,
sacando de su interior una parte del forro de franela que se adhiere al
cuello. La sustituyó con el tejido plegado en ocho que contenía el texto
mecanografiado.
Zoia Voskresenskaia prestó una inapreciable ayuda a la embajadora
soviética en Suecia, Alexandra Kollontai, en sostener negociaciones
secretas con el primer ministro de Finlandia y otros partidarios de las
relaciones pacíficas con la URSS.
Después de la guerra la suerte fue desfavorable a la coronela
Voskresenskaia. En 1947, cerca de Praga murió en un accidente de
carretera su marido Boris Ribkin.
Más tarde, al evocar sus sensaciones que tenía durante sus primeras
vacaciones después de la guerra, ella escribía: Aquella noche antes de
la despedida yo sollozaba no se sabe por qué. Quería gritar y decir que
no nos veríamos más. El sol se apagó, y en yo me siento hundida en la
negrura de la noche y suspendida sobre un precipicio terrible y profundo
cuyo fondo me atrae. Pero no me perdonarías si me despeñara. Vivo como
un ave con alas rotas. ¡Cómo te echo de menos! Con estas palabras se
dirigía Zoia a su marido muerto. En su archivo se encontraron seis
cartas parecidas remitidas a Boris. Después de su muerte ella vivió 45
años más sin casarse nunca más.
A comienzo de 1953 la coronela Voskresenskaia partió para Berlín por
orden personal de Beria para cumplir una misión especial. Ya no era
secreto que la famosa actriz Olga Chejova, que estaba entre los
allegados de Hitler, estaba vinculada con los servicios de inteligencia
soviéticos. Lavrenti Beria, quien abrigaba los planes de unificar las
dos Alemanias, tenía pensado emplearla para las negociaciones con el
canciller de la RFA, Konrad Adenauer. En función de esta empresa, el 26
de junio de 1953 tuvo lugar el encuentro entre Olga Chejova y la jefe
del departamento alemán del servicio de inteligencia externa, Zoia
Voskresenskaia. Por ironía del destino, ese mismo día Beria fue
arrestado. En vista de la detención de Beria, ella regresó a Moscú,
obedeciendo la orden del Centro. Después de Beria fue detenido el
teniente general Pavel Sudoplatov, jefe de la Cuarta Dirección del
Comisariado del pueblo para asuntos del interior, con quien Zoia
Voskresenskaia trabajó hombro a hombro durante veinte años, incluido el
período cuando estaba en condiciones ilegales, y quien era su jefe
inmediato en los primeros meses de la guerra. Pronto se efectuó una ola
de purgas entre agentes de seguridad a quienes se les acusaba de tener
vínculos con Beria. Teniendo en cuenta los numerosos méritos de Zoia
Voskresenskaia ante la Patria, le dieron la posibilidad de trabajar un
poco más. Un año antes de jubilarse fue destinada a Vorkutá donde tenía
que ocupar el cargo de teniente primero en calidad de jefe de
departamento especial de una prisión. Después de trabajar dos años se
jubiló. Algún tiempo después salió a luz el primer libro de Zoia
Voskresenskaia.
Desde ese momento empezó una nueva vida de Zoia Voskresenskaia. Por
primera vez su nombre aparece en la editorial Literatura Infantil en
1956 bajo la novela corta dedicada a los jóvenes comunistas que soñaban
con pelear contra los fascistas a lado de los republicanos españoles. A
pesar de que esta novela tenía, como se expresó el redactor, pasajes que
presentaba cierto interés, el manuscrito no fue publicado. Le
aconsejaron escribir relatos. Una persona dotada siempre es dotada. Así
aparecieron publicados sus numerosos relatos como Zoika y su abuelito
Sanka, El Panecillo, La Primera Lluvia. Su dilogía El Corazón de la
Madre y La fidelidad de la Madre fue llevada a la pantalla, y la
película A través de las Tinieblas Heladas fue filmada a base de su
guión. Tan sólo durante el período de 1962 a 1980 sus libros fueron
editados en una enorme tirada de 21.642.000 ejemplares. Como Premio
Estatal, Zoia Voskresenskaia pronunciaba discursos en asambleas de
rastreadores rojos, comparando el trabajo de los niños con el de los
agentes de inteligencia, sostenía vínculos con orfanatos, les daba sus
honorarios y les mandaba libros nuevos. Pertenece a la pluma de la
escritora la novela El Cónsul, la novela corta Una niña en medio del Mar
Embravecido, los relatos Un Nido en el Balcón, La Orquesta, Una niña
con Trenzas, Los Gavilanes, Un Sol Perezoso y muchos otros. En 1974 se
publicaron tres tomos de sus obras.
Vivió hasta una época en que los partidarios de la perestroika
comenzaron a retirar sus libros de las bibliotecas: tanto la novela El
Cónsul, dedicada al amor y al servicio a la Patria como relatos, hasta
los dedicados a los pájaros.
Estando ya enferma, Zoia Voskresenskaia supo que sus actividades dejaron de ser secretas.
Comenzó a escribir su última obra que se titula Ahora sí que puedo contar toda la verdad.
Zoia Voskresenskaia-Ribkina falleció el 8 de enero de 1992, sin
poder vivir unos meses hasta que saliera a luz su libro. El día del
sepelio, uno de los diarios capitalinos escribió que Zoia Voskresenskaia
ha servido toda su vida a la Patria.
Ahora sí que puedo contar toda la verdad
Yuri Plutenko
22 de mayo de 2007
http://www.voltairenet.org/article148357.html
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