¡Gato!
Piñeiro junto a mi padre |
El
11 de marzo se conmemora el décimo cuarto aniversario de la desaparición física
del comandante Barbarroja, evocado en una significativa anécdota de su
participación en la preparación de la Conferencia
Tricontinental
Por
GIRALDO MAZOLA* (redaccion@bohemia.co.cu)
Especial para Bohemia digital (9 de marzo de 2011)
Este
domingo 11 de marzo se conmemora otro aniversario, el décimo cuarto, de la
desaparición física del comandante Manuel Piñeiro Losada. Recuerdo muchas
anécdotas suyas revividas por la lectura del libro recién editado, “Fidelidad”,
del mayor Luis de la Rosa Valdés, y la relectura del anterior, de Jorge Timossi,
“Los cuentos de Barbarroja”. También de otras que no conocieron sus
autores.
Y me
viene a la mente aquella del espectáculo que se hizo después de concluir la
Conferencia Tricontinental en la que un fornido oficial vestido de verde olivo
-con una barba rojiza y un gato en las manos- salía por un extremo del
escenario, daba varios pasos con calculada cautela, mirando arriba y a los lados
y se dirigía al público acariciando al animal y, como dando un consejo a todos,
decía sonriente y con gesto preventivo: ¡Gato!
Seguían
escenas de varios actores imitando a otros personajes: Osmany Cienfuegos, con la
cartuchera de la pistola casi en la espalda y cayéndosele de la canana, dando
indicaciones organizativas; o Armando Hart, dictando presuroso de madrugada
notas a un secretario casi dormido; o las parejas de bellas taquimecas que iban
a sustituir a otras idénticas provocando que todos se detuvieran para verlas
caminar. Y de nuevo, por el otro extremo, el actor que imitaba al comandante
Manuel Piñeiro, repitiendo su estentórea advertencia de mantenerse con los ojos
abiertos, de estar en la viva, de no dejarse sorprender por las maniobras
enemigas, en fin, todo lo que esa frase y la forma de decirla encierra para los
cubanos.
Animados
por el júbilo de los resultados de la reunión se había decidido organizar una
cena en los jardines del hotel Comodoro en reconocimiento a todos los
trabajadores sobre cuya responsabilidad descansó el éxito de aquella Primera
Conferencia Tricontinental, en la que la mayoría de ellos pasaron semanas de
intensa labor, casi sin poder ir a sus casas, durmiendo poco y logrando aquella
proeza.
No
disponíamos entonces del Palacio de las Convenciones ni de la experiencia ya
acumulada en ese centro. Tampoco existía la Empresa de Servicios de Traducciones
e Interpretaciones, ESTI, y ese trascendental evento tuvo que prepararse apenas
en los tres meses finales de 1965, en el hotel Habana Libre, con el concurso de
cientos de compañeros de distintos organismos y dedicándole todos los recursos
de que disponía el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, ICAP,
institución que tampoco tenía experiencia en organizar una actividad de tal
magnitud.
Fue
de Haydeé Santamaría la idea de preparar una especie de espectáculo humorístico
en el que aparecieran todas las tareas que cumplieron choferes, acompañantes,
traductores o trabajadores del hotel, y también las de algunos de los que
tuvieron la responsabilidad de organizarla, como forma agradable de que cada
cual pudiera recordar hitos de labor. Creo que ella fue la que ideó como
representar a Piñeiro. Se le pidió al inagotable libretista de la radio y
televisión Enrique Luberta que hiciera el sketch y con los relatos que se le
brindaron fue conformando un libreto fabuloso que muchos íbamos enriqueciendo.
En broma, pero sin burlas para nadie, y que gustó tanto como la excelente
cena.
Piñeiro
calorizó la idea y disfrutó la forma en que se le representó, fue a los ensayos
del show y sugirió variantes. Incluso le facilitó al actor una canana suya.
Se
había logrado realizar por primera vez un encuentro de las fuerzas
revolucionarias de los tres continentes con un relevante nivel de participación.
Se adoptó una declaración de un elevado contenido revolucionario, unitario y
anti imperialista, puede decirse que fue la más profunda, amplia y radical de
cuantas se habían elaborado y acordado en una conferencia de esta índole, y se
constituyó una institución, la Organización de Solidaridad de los Pueblos de
Asia, África y América Latina, OSPAAAL, cuya Secretaría General la asumiría Cuba
y radicaría en La Habana.
Personalidades
destacadas del mundo contribuyeron con su presencia y sus aportes a esa
concertación revolucionaria. Recuerdo con afecto la presencia de Salvador
Allende, de Chile; Rodney Arismendi, de Uruguay, el comandante Luis Augusto
Turcios Lima, de Guatemala; Amílcar Cabral, de Guinea Bissau; Marcelino Dos
Santos, de Mozambique; Paulo Jorge, de Angola, quien después aportó su concurso
en el Secretariado de la nueva organización; y las delegaciones del heroico
pueblo vietnamita, que concitaron la más amplia solidaridad por su decidido
enfrentamiento a la agresión criminal del imperialismo
norteamericano.
Nadie
mejor que Fidel Castro para valorar la reunión, al
clausurarla:
“Frente
a todos los augurios del imperialismo, frente a todos sus pronósticos, que
revelaban la gran esperanza de que esta conferencia concluyera en nada, de que
esta conferencia, girando alrededor de los problemas del movimiento comunista
internacional, estaba llamada a dividirse y estaba llamada a un rotundo fracaso,
ha ocurrido lo que tal vez menos o quizás nunca esperaron: que la conferencia
haya sido un éxito, que en esta conferencia se haya creado un organismo de
carácter tricontinental, que haya arribado a acuerdos que recogen las
aspiraciones más sentidas de los pueblos que luchan por su liberación, que se
haya creado un comité de ayuda a los movimientos de liberación. Y no solo eso:
algo que incuestionablemente duele mucho a los imperialistas, y es que Cuba haya
sido escogida como sede del Secretariado Ejecutivo de la organización”.
Y
añadió: “Nunca había tenido lugar una reunión de tal amplitud y de tal magnitud,
en que las representaciones revolucionarias de 82 pueblos se reunieran para
discutir problemas de interés común. Nunca una reunión tan amplia, porque aquí
han estado representados los movimientos revolucionarios de los pueblos de tres
continentes, con una común posición antimperialista, representando la lucha de
sus pueblos, desde distintas ideas o posiciones filosóficas, o desde distintas
creencias religiosas, representativas en muchas ocasiones de distintas
ideologías, pero que tienen algo de común: lo más común que une hoy a los
pueblos de estos tres continentes y de todo el mundo, que es la lucha contra el
imperialismo, la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, la lucha
contra el racismo y, en fin, todos esos fenómenos que son la expresión
contemporánea de lo que debemos llamar imperialismo, cuyo centro, cuyo eje, cuyo
soporte principal es el imperialismo yanki”.
Y en
los momentos que ya el Che libraba combates ayudando al movimiento
revolucionario en África y vaticinando en cierto modo la gesta internacionalista
ulterior en Bolivia y la de decenas de miles de combatientes internacionalistas
cubanos en Bissau, Angola y Etiopía agregó:
“Sin
alardes, sin inmodestias de ningún tipo, así entendemos los revolucionarios
cubanos nuestro deber internacionalista; así entiende nuestro pueblo sus
deberes, porque entiende que el enemigo es uno, el mismo que nos ataca a
nosotros en nuestras costas y en nuestras tierras, el mismo que ataca a los
demás. ¡Y por eso decimos y proclamamos que con combatientes cubanos podrá
contar el movimiento revolucionario en cualquier rincón de la
Tierra!”
Piñeiro,
uno de los artífices de la preparación política del evento, contribuyó a
propiciar la participación de las delegaciones unitarias de los países de
nuestro continente. Estaba presente con su aliento, sus consejos, sus medidas
prácticas. Dio sugerencias atinadas sobre los temas organizativos cuando todos,
incluso él, no teníamos experiencia pero usaba la lógica para imaginarse los
posibles escenarios.
En
todos esos meses previos en que el enemigo imperialista se empeñaba en obtener
información de los preparativos para obstaculizarlos, cuando incluso se produjo,
instigado por ellos, el asesinato del Presidente de su Comité Preparatorio, el
dirigente marroquí El Mahdi Ben Barka, o durante el mismo evento, solía resumir
sus advertencias para que nos esmerásemos en la protección de las decisiones y
detalles, al concluir una reunión o una conversación, con esa palabra -¡gato!-,
con que lo caracterizaron en aquella representación.
No es
posible dejar pasar desapercibido su recuerdo y lo mantenemos como si aún
siguiera aquí. Muchas veces, después, a lo largo de mi vida, cuando he tenido
nuevas tareas, independientemente de la modernidad de los objetivos, criterios
de medidas, de los planes de prevención o de los escenarios de riesgo, siempre
me acuerdo de tener el ¡gato! presente.
*Diplomático,
escritor y periodista fue el primer Presidente del Instituto Cubano de Amistad
con los Pueblos
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