Como signo de los nuevos tiempos, el
Consejo de Seguridad de la ONU fue presidido por Argentina. La
acompañaron catorce cancilleres. Estados Unidos, sin nombrarlo, en el
banquillo. Sería bueno intimar al imperio a levantar el bloqueo a Cuba.
EMILIO MARÍN
En enero de este año Argentina accedió al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, entre los diez miembros no permanentes. Su función durará dos años y no tendrá la prerrogativa del veto, característica de los cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China). Y desde el pasado 1 de agosto, a lo largo de todo el mes, ostentará la presidencia de turno, por lo que Cristina Fernández viajó a Nueva York este lunes y martes para mantener reuniones y presidir la reunión del organismo. Estuvo acompañada por el canciller Héctor Timerman, además de la representante ante la ONU, la ex senadora Marita Perceval.
El tema que fijó la Argentina para el Consejo fue "La cooperación entre Naciones Unidas y organizaciones regionales y subregionales para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional". Eso no fue azaroso ni casual, sino fruto de una decisión: dar lugar a las entidades regionales como Unasur, Celac y Liga Árabe. Fue una reunión abierta, con derecho a la palabra de esas entidades tercermundistas que al menos por un día alteraron la rutina del Consejo.
La cita pluralista tuvo buena respuesta, pues hicieron uso de la palabra los ministros del Exterior Antonio de Aguiar Patriota (Brasil), Elías Jaua (Venezuela), David Choquehuanca (Bolivia) y Luis Almagro (Uruguay). También fueron de la partida los cancilleres de Cuba, Bruno Rodríguez, y Perú, Eda Rivas, quienes hablaron por la Celac y Unasur respectivamente, y el ecuatoriano Ricardo Patiño.
Esa lista supuso un éxito argentino. Al Consejo de Seguridad suelen asistir uno o dos presidentes cada año, pero debe haber sido una de las reuniones con más asistencia de cancilleres. Había mucho interés político y algunos, casos de Uruguay y la CELAC, hablaban por vez primera en ese recinto.
Malvinas argentinas.
Como cada vez que la jefa de Estado pisa una tribuna internacional, el tema Malvinas no es un capítulo omitido. Esta vez lo meneó por partida doble: el lunes 5 en su encuentro con Ban Ki moon, el secretario general de la ONU, y el martes 6 en el Consejo de Seguridad. Al surcoreano le pidió que active sus gestiones para reabrir el diálogo entre Argentina y el Reino Unido. Ban Ki moon le contestó que era muy difícil por la negativa de Londres a hablar de ese tema, algo que ha reiterado hasta el cansancio el premier David Cameron y su canciller William Hague.
Ante el Consejo CFK volvió a mencionar Malvinas, pero en menor medida porque el canciller venezolano Jaua y el cubano Rodríguez Parrilla, lo habían planteado con mucho vigor. La argentina entonces no necesitó abundar en el tema.
Lamentablemente el representante británico Mark Lyall Grant reiteró que no van a hablar de soberanía si antes los isleños no lo hacen, pues según el viejo imperio hay tres partes interesadas y no dos. Como los kelpers votaron en un polémico referéndum en un 99.8 por ciento seguir siendo súbditos de su Majestad, quiere decir que la negativa a dialogar con Argentina sigue tan cerrada como en las últimas décadas.
Cristina Fernández no habló sólo de las islas del Atlántico Sur pues abordó cuestiones más abarcativas, como el valor de entidades regionales como Unasur para la negociación de conflictos, como el que enfrentó a Venezuela y Colombia. Por elevación les estaba diciendo a Ban Ki moon y el mundo que esa entidad regional fue eficaz para defender la paz; la ONU no lo está siendo en el diferendo argentino-británico.
Los 15 iguales.
La presidenta retomó su tesis de reformar las estructuras de organismos internacionales. En relación al Consejo de Seguridad volvió a cuestionar el derecho a veto de los 5 miembros permanentes y propuso que desaparezca. Que haya 15 miembros iguales en ese órgano, propuso, toda vez que ha mudado el mundo de la pos guerra y la conflictividad entre los grandes países ya no es tanta.
En esa argumentación favorable a la igualdad se deslizó la discutible idea de que sería mejor el consenso de Unasur que la votación del Consejo con veto reservado a 5 de "clase ejecutiva".
La idea cristinista de que en el Consejo no haya hijos y entenados, o miembros de primera y de segunda, es muy buena. Más aún, la práctica demuestra que ese veto en general es usado por los tres países imperiales para frenar condenas en su contra, o para bloquear repudios a crímenes de Israel contra los palestinos o para que éstos no puedan contar con su estado independiente como miembro número 194 de la ONU.
Sin embargo no habría que hacer la apología del método del consenso, porque si sobre determinados temas hay posiciones confrontadas, luego de un profundo debate llega un momento en que hay que votar. Lo malo es que haya cinco socios que puedan anular tal votación, inhibiéndola con su veto, pero no está mal debatir y votar. La política y la diplomacia suelen ser tediosas y prolongadas, pero con el mecanismo del consenso pueden serlo mucho más, incluso llegar al extremo de la inacción.
La ventaja de Unasur frente al Consejo de Seguridad no radica tanto en que en la primera se emplea el consenso. La diferencia está en que en el órgano resolutivo de la ONU moran tres "pesos pesados" imperiales. En la Unasur hay mayoría progresista y, a lo sumo, amigos de la superpotencia, como Juan M. Santos, Sebastián Piñera y "Chanta" Humala.
Basta de espionaje.
La jefa de Estado pidió que la entidad debate los límites políticos y legales de las tareas de inteligencia que realizan determinados países alegando razones de seguridad nacional y lucha contra el terrorismo. Es que, dijo, se afectan la soberanía de otros países y las leyes internacionales.
Aunque Cristina no hizo cuestión de nombres, estaba hablando del escándalo de espionaje de Estados Unidos contra otros países, incluso sus aliados. El asilado temporalmente en Rusia, Edward Snowden, ex NSA y Booz Allen, puso sobre el tapete aquellas conductas soterradas típicamente imperiales.
Los aludidos no han hecho autocrítica ni revisado esa práctica que viola los derechos humanos. De allí la crítica de varios cancilleres en el Consejo de Seguridad, entre otros el de Venezuela. El espionaje relativiza y cuestiona la afirmación de la presidenta argentina sobre que en el mundo actual no existe tanta conflictividad entre países como en la pos guerra...
El canciller boliviano David Choquehuanca volvió a la carga con la gravísima situación vivida por Evo Morales en su vuelo oficial del 2 de julio. Cristina también se refirió al tema. Otro palo para Europa, pero también para su mandante norteamericano, porque todos saben quién fabuló que en el avión iba Snowden.
Habría que intimar.
Uno de los problemas más graves y antiguos que sufre la región es el bloqueo estadounidense contra Cuba. Con Barack Obama sigue básicamente intacto. El 23 de julio se supo que American Express Travel accedió a pagar 5,2 millones de dólares de multa por infracciones a leyes federales. ¿Su delito? El Departamento de Estado investigó que American Express había expedido 14.500 boletos para viajes hacia y desde la isla entre diciembre del 2005 y noviembre del 2011.
Esa es una pequeña muestra del bloqueo. Por eso el venezolano Jaua demandó en el Consejo el cese del bloqueo contra la Mayor de las Antillas. Desde 1992 la Asamblea General viene votando en contra del bloqueo, reclamando a EE UU. Esta resolución se aprueba con un resultado cada vez más abrumador a favor de la patria de José Martí: en 2012 fue de 188 países a favor, 3 en contra (Estados Unidos, Israel y Palau) y dos abstenciones (Micronesia e islas Marshall).
En el Consejo de Seguridad, el cubano Rodríguez Padilla, luego de apoyar la soberanía argentina en Malvinas, expresó: "de Cuba, que lucha, no debo decir nada en esta circunstancia en que concurro a nombre de la Celac".
Se entiende la diplomacia y generosidad de ese canciller que no quiso hablar de un reclamo propio, pero éste es universal por la cantidad de veces que la Asamblea lo hizo suyo y por amplísimo margen.
Si La Habana no consideró apropiado introducir el asunto bloqueo, bien podría hacerlo Argentina, presidente del Consejo durante agosto, en línea con lo manifestado por el Mercosur, Unasur, Celac, Movimiento de Países No Alineados y Grupo de los 77 más China.
Se podría pedir al Consejo de Seguridad que intime a Estados Unidos a poner punto final al bloqueo, cumpliendo con las resoluciones de la Asamblea General desde 1992 hasta 2012. Argentina tendría que hacer esa moción y si el imperio desacata una vez más las leyes internacionales y las citadas resoluciones, recomendar sanciones políticas y financieras en su contra.
Se dirá que una victoria diplomática sobre la potencia que bloquea llevaría a ésta a desenfundar su arma del veto. Pero sería una abrumadora derrota política para Washington, sólo comparable con la que sufrió el 24 noviembre de 1992 cuando la 47° sesión de la Asamblea General aprobó por 59 votos a favor, tres en contra y 71 abstenciones el primer pronunciamiento contra el bloqueo.
El mundo está maduro para que esos traspiés yanquis pasen de la Asamblea General al Consejo de Seguridad.
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