El diputado chileno Felipe Kast participó sigilosamente en una marcha provocadora del grupo contrarrevolucionario conocido por las Damas de Blanco el pasado domingo, ocultando su identidad y violando su condición legal en Cuba como miembro del Movimiento Evolución Política (Evópoli), organización de centro derecha del congreso chileno.
Se le vio acompañando a los contrarrevolucionarios Berta Soler y Antonio Rodiles, realizando una actividad antigubernamental, por lo que fue detenido y, posteriormente, retenido por un breve tiempo hasta que se comprobó su identidad.
A todas luces, Kast usó un falso sentido de "solidaridad" con el propósito de levantar un show mediático anticubano. Su cuestionable comportamiento e injerencia en los asuntos internos de Cuba fue reprobable. No obstante, se respetó su condición parlamentaria y se le solicitó marcharse del país.
Kast, como era de esperarse, procede de una familia de nazis y represores durante la dictadura militar en Chile. Todo este pasado secreto familiar ponen en duda su buena fe y sanas intenciones.
Un artículo del periodista Rodrigo Alvarado, titulado "La historia oculta de la familia Kast", aparecido en The Clinic Online de Chile, pone al desnudo este siniestro pasado.
Los
orígenes de la familia Kast se pueden conocer por el libro Misión de
amor, volumen que se encuentra en las tiendas Mahringer, vinculadas al
movimiento católico Shoenstatt. Nadie podría decir que se trata de
infamias, pues lo que allí se lee es el testimonio de Olga Rist, viuda
de Michael Kast y a quien no pareció incomodarle documentar el pasado
nazi del patriarca de la familia.
Olga Rist se refiere al rápido
ascenso a la oficialidad que su marido -con quien tendría 10 hijos-
logró a fines de 1942. Su experiencia en el ejército de Hitler incluyó,
según el libro, la invasión a Rusia, su escape de Crimea por el repunte
de la milicia soviética, su ascensión a cabo en Austria y luego a
subteniente, antes de partir al norte de Italia, donde fue detenido por
el ejército estadounidense. El propio Kast contó en un artículo en la
revista Hacer Familia, que “mi salvación fue haber sido destinado a
Italia”.
Cuando la guerra aún no concluía, Kast obtuvo documentos
de la Cruz Roja. “Un amigo lo convenció de que destruyera su carné de
oficial del ejército y se quedara con uno nuevo como oficial de la Cruz
Roja. Presionado por la incertidumbre y el temor de ese momento, Michael
quemó sus papeles y aceptó los nuevos”, continúa su viuda. Luego lo
contactó con Erik Wünsch, un ex oficial del ejército nazi que había
emigrado a Chile tras la guerra, quien le ayudó a conseguir las visas.
En noviembre de 1950, comenzó el éxodo definitivo.
A partir de ese
momento el libro de Javier Rebolledo A la sombra de los cuervos: Los
cómplices civiles de la dictadura (Ceibo Editores), sigue la línea
histórica de los Kast en Chile. Michael compró una parcela en Linderos
(Buin) e inició negocios de hortalizas, pollos, y finalmente una fábrica
de cecinas, que coronó con la fuente de soda Bavaria. Allí los colonos
comenzaron a preparar lomitos con la ayuda de los Vargas Barrientos,
humilde familia del sector que el Golpe de 1973 pondría en la vereda
opuesta.
EL CONSULTOR DE LA DINA
El libro
de Rebolledo salta luego a la figura del economista gremialista Miguel
Kast, “una especie de santo para la UDI”, dice. Fallecido tempranamente
en 1983, el hijo mayor de Michael y Olga, llegó a Chile a los 2 años de
edad. Luego de estudiar en el colegio Hispano Americano y Administración
de Empresas en la Universidad Católica, sus excelentes calificaciones
le valieron, en 1971, una beca de la Fundación Ford para seguir un
postgrado en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago.
Cercano
a Jaime Guzmán, desde que fue presidente del Centro de Alumnos y luego
secretario general de la FEUC, volvió a Chile en noviembre de 1973 para
integrarse al Departamento de Estudios de la Oficina de Planificación
Nacional (Odeplan), cuyo ministro era el capitán de navío en retiro
Roberto Kelly Vásquez. Ese fue el ministerio donde se pensaron gran
parte de las que serían las reformas económicas de la dictadura.
Pero
según Rebolledo, aparte del cargo en Odeplan, Kast asumió tareas en
algunos de los aparatos secretos del mundo militar. En 2011, a través de
una declaración judicial, Luis Humberto Olavarría Aranguren -oficial de
marina y jefe de las unidades psicológica y económica de la DINA-,
declaró al ministro Alejandro Solís que en la unidad “‘no contábamos con
tantos economistas’. Consultado respecto a quiénes trabajaban con él,
recordó a dos: ‘Miguel Kast y Carlos Cáceres’”.
“Contacté a
Olavarría. Con 90 años y una memoria privilegiada, me contó que
efectivamente había trabajado en la DINA a cargo del área económica.
Consultado sobre la forma en que Kast llegó a colaborar en los trabajos
de información para la DINA, Olavarría afirmó que lo hizo a través de
Roberto Kelly y que, en cuanto a la labor que cumplía en ese organismo,
no era la de un funcionario regular, sino que hacía consultorías”, dice
el autor.
Otro testimonio, desconocido hasta ahora, que vincula
directamente a Miguel Kast con la DINA lo revela en exclusiva el libro.
Lo entregó en 2004 el fallecido director general de la institución entre
1975 y 1976, contraalmirante Rolando García Le-Blanc. Según él, parte
de sus labores consistió en elaborar información dirigida a Pinochet:
“En cuanto a la asesoría económica que yo presté al general Pinochet,
consistía en recabar informaciones de la marcha de la economía en el
ámbito mundial y nacional, que yo obtenía de la prensa. En esta función
económica yo trabajaba directamente con un señor de Odeplan de nombre
Miguel Kast”, declaró.
Javier Rebolledo en conversación con The
Clinic es claro en afirmar que las reformas económicas de la época no
habrían podido realizarse sin la dictadura. “El supuesto milagro
económico y la violación de los derechos humanos no se pueden separar.
Para mí, quienes dijeron que tienen anteojeras ideológicas están
mintiendo, como muestra el caso de Guillermo Beausire, militante del MIR
secuestrado y desaparecido, y por quien Inglaterra solicitó información
en dos oportunidades a Miguel Kast”.
A LOS DOS LADOS DEL MOSTRADOR
La
investigación de Javier Rebolledo también revisita una antigua causa
judicial. Se trata de la Cooperativa de Ahorro y Crédito La Familia,
-“la Cutufa de los gremialistas”, dice- y que tuvo un rol central en el
financiamiento del Frente Juvenil de Unidad Nacional, organización que
contaba con un Consejo Nacional compuesto por 18 personas, entre ellos
Miguel Kast. Muchos de los socios fundadores y miembros del directorio
eran importantes dirigentes del Frente Juvenil, de la FEUC y del
Movimiento Gremial.
Dos meses después de la creación del Frente
Juvenil, el 24 de septiembre de 1975, se inscribió la cooperativa en el
Diario Oficial. En esta, personas de escasos recursos entregaron sus
ahorros y pidieron créditos confiados en la cercanía que la cooperativa
tenía con la Universidad Católica y el respaldo de Canal 13 que sacó al
aire el programa Fa-Mi-Lia en Familia -conducido por Benjamín Mackenna- y
los spots con el periodista Claudio Sánchez y el tenista Patricio
Cornejo que promovían la Cooperativa.
“A fines de 1976, una
corrida financiera llevó a que la entidad no tuviera caja suficiente
para devolver los dineros invertidos por más de 500 personas, quienes se
estima, perdieron cerca de $ 5.500 millones actuales”, explica
Rebolledo en el libro. Intervenida por la Superintendencia de Bancos, se
declaró su quiebra y se nombró como ministro en visita a Sergio Dunlop.
Los
abogados Pablo Rodríguez y Hernán Bosselín patrocinaron a cerca de 400
víctimas en querellas contra los ejecutivos de La Familia. La tesis del
fundador de Patria y Libertad, contrario a la línea liberal y
privatizadora del gremialismo, apuntó a que La Familia vivía una
situación delicada que no fue comunicada a los afectados: “Se fingió
crédito, seriedad y estabilidad, para incentivar a los ahorrantes, que
concurrieron hasta el día 21 de diciembre a dejar sus recursos”.
En medio de la polémica, Miguel Kast, entonces subdirector de Odeplan, fue citado a declarar. Según la investigación del periodista, éste reconoció que cuando la cooperativa privada pasaba por sus peores momentos, intentó tenderle una mano desde el sector público, haciendo una solicitud de encaje al Banco Central. El 24 de diciembre de 1976, Kast había asistido a un almuerzo donde participaron los ejecutivos de la cooperativa y el presidente del Banco Central, en ese momento Pablo Baraona Urzúa, uno de sus mentores en la UC.
Rodrigo Mujica,
gerente general de La Familia, fundador del Movimiento Gremialista y ex
director de la Oficina de Planificación Agrícola, declaró el 17 de enero
de 1977 y habló de la existencia de dos libros de contabilidad
paralelos. Explicó que Cristián López, su predecesor, había actuado a
espaldas del directorio y que dio con el otro cuaderno, el Libro Rojo,
en diciembre de 1976. Ahí se había encontrado con préstamos al Frente
Juvenil de Unidad Nacional, a Jaime Guzmán, Hernán Larraín y Sergio
Tuteleers (director de asuntos estudiantiles de la UC), entre otros.
En
el libro Rebolledo hace varios incisos sobre el rol actual de los
civiles involucrados en este caso. “Intento hacer un continuo histórico
de la gente que trabajó con Kast u ocupó cargos en momentos que se
violaban los derechos humanos. Muchos de ellos participaron en La
Familia y homenajearon a Pinochet en el Cerro Chacarillas. Algunos han
seguido cometiendo delitos financieros”, dice Rebolledo.
Miguel
Kast no se vio afectado por el escándalo y pronto pasaría a ser director
de Odeplan. Más tarde, en 1980, fue designado ministro del Trabajo y
Previsión Social y en 1982, fue nombrado presidente del Banco Central.
Padre de cinco hijos, entre ellos el ex ministro de Sebastián Piñera,
Felipe Kast, falleció aquejado por un fulminante cáncer óseo en 1983.
EL INTERROGADOR
La
historia de los Kast que cuenta Rebolledo, autor de los libros La danza
de los cuervos (sobre el centro de exterminio Simón Bolívar) y El
despertar de los cuervos (acerca del origen de la DINA), vuelve a los
pasajes más oscuros de la dictadura. Específicamente a Paine, la comuna
con mayor cantidad de víctimas a nivel nacional en proporción a la
densidad de su población, y donde al menos uno de los integrantes del
clan no habría sido un cómplice pasivo.
En 1963, la familia Vargas
Barrientos encontró trabajo en el Bavaria. En 1973, uno de los hijos
del matrimonio, Pedro Vargas, militaba en el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). Según testimonio de su hermana, Pedro “descubrió
que los Kast no estaban pagando a sus trabajadores un porcentaje de las
ventas, su obligación legal. Organizó un sindicato y don Miguel lo
castigó, bajándolo a rondín de vigilancia en la fábrica de cecinas, pero
renunció. Alcanzó a trabajar durante tres años en el Bavaria”.
Cuando
llegó el Golpe de Estado, sigue el libro, Pedro Vargas se presentó en
la subcomisaría de Carabineros de Paine para preguntar si existía algún
cargo en su contra. El capitán Nelson Bravo le dijo que todo estaba en
orden. Pero el 13 de septiembre, Pedro fue detenido en la calle por el
carabinero Jorge Enrique González y los civiles Claudio Oregón Tudela,
Hugo y Fernando Aguilera y Carlos Escobedo, quien lo identificó.
Sylvia
y su padre, comprobaron que Pedro estaba detenido en la subcomisaría.
Embarazada, Sylvia decidió caminar de vuelta a Buin para pedir ayuda a
su patrón Michael Kast. “Estaba molesto. Me dijo: ‘Cómo se ve, Sylvia,
que usted no sabe lo que es una guerra’. Le respondí: ‘Pero ¿qué guerra,
don Miguel? Cuando detuvieron a Pedro andaba con una malla para el pan y
la plata, nada más’. Él insistió: ‘No, Sylvia, esto es grave, usted no
tiene idea. Esto es de vida o muerte’”, relata en el libro.
Como
consta en la declaración judicial de 2002, del carabinero Osvaldo
Domínguez Muller en la causa Paine, durante el 11 de septiembre de 1973
“en el exterior del cuartel se estacionaban vehículos con civiles, los
que entraban a hablar con el capitán Bravo o el suboficial Reyes. No sé
qué tema tratarían, nosotros habíamos recibido la orden que cuando
llegaran ‘civiles amigos’, los dejáramos entrar y estacionar en el
cuartel. De esos amigos puedo recordar a uno de los hermanos Tagle, que
era gordo, a don Ramón Huidobro, al “Perico” Jara, a Francisco Luzoro, a
Oregón y a Michael Kast, pero no sé si ellos participaron en
detenciones y patrullajes”.
Según Rebolledo, Michael nunca
reconoció que ayudaba a la subcomisaría. Sin embargo, Alejandro del
Carmen Bustos reconoció a su hijo Christian, actual gerente general de
empresas Bavaria. “Kast andaba más encachadito. Joven, bien arregladito,
medio rubio. Una persona más educada. Él hablaba más finito”,
testimonia Alejandro. Lo sentaron en una silla, rodeado de civiles y de
carabineros armados con metralletas. Le preguntaron por armas, por
nombres. “Kast también hacía preguntas”, agrega.
En 2003, Kast fue
citado a declarar. Rebolledo explica en el libro que la noche del 11 de
septiembre, el hijo de Michael y Olga condujo hasta ahí el Datsun 1500
color verde de su familia, cargado con alimentos del Bavaria para los
carabineros, según su propia declaración judicial, “porque los
funcionarios tenían una olla común. Fui invitado a quedarme en el lugar
hasta el día siguiente”.
Pedro Vargas Barrientos nunca volvió a
ser visto por sus familiares. En su declaración, Christian Kast recordó
que al mediodía del 12 de septiembre, cuando Pedro ya estaba detenido en
el calabozo del recinto, “se hizo un asado en el sitio indicado (patio
de la subcomisaría) y retorné a mi casa, momento en que mi madre me
prohibió seguir yendo a la subcomisaría. A pesar de ello, en los días
posteriores volví a la subcomisaría a dejar cecinas en dos o tres
ocasiones y en horas de la tarde”.
Según consigna el libro,
actualmente Christian Kast es investigado por los crímenes de Paine,
vive junto a su familia en la parcela de Buin donde se ubica la fábrica
de cecinas y antes estuvo la población creada para sus trabajadores.
Entre ellos la familia Vargas Barrientos que hasta el día de hoy clama
por el paradero de su hijo.
A la sombra de los cuervos;
Los cómplices civiles de la dictadura
2015, Ceibo Ediciones
472 páginas
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