Patricio Poplavsky. Tuvo como clientes a los colombianos Antonio Yepes y Claudia Celis, quienes vivían en el country Nordelta. | Foto: Julio Sanders |
Tienen una regla de oro: no prometer lo que no pueden cumplir.
Cuando se trata de defender a los narcotraficantes más poderosos
–locales o extranjeros–, el riesgo para el abogado es grande y el
trabajo tedioso, pero reciben una buena suma a cambio. Pueden llegar a
ganar 50 mil dólares por causa. Si se trata de algún miembro de carteles mexicanos o colombianos, la suma puede superar los 200 mil dólares. Y, aunque prefieren “el cash”, reciben como pago inmuebles y autos de alta gama.
A cambio, los narcos quieren evitar la prisión y, si no pueden
hacerlo, que la pena sea lo menor posible. También pretenden obtener
beneficios en la cárcel. Piden ser alojados en celdas vip, seguridad en
el pabellón o ser trasladados a unidades que estén ubicadas cerca de su
familia.
“La clave es saber aguantar la presión. Eso define todo en esa rama.
Es determinante para lograr resultados auspiciosos en una causa y en el
trato con el cliente. Obvio que el cuerpo te pasa factura. Yo tuve un
ACV a los 43 años, por suerte no tuve consecuencias físicas”, revela Carlos Varela, abogado de Los Monos, la organización narco rosarina. El penalista defendió a miembros de la familia Bassi, el clan rival, a Luis Medina, el empresario acribillado; a Mario Segovia, conocido como “el rey de la efedrina” y a los acusados por el triple crimen de Villa Moreno.
“En estos últimos diez años, el perfil del narcotraficante cambió.
Antes, eran comerciantes que sufrían extorsiones en prisión. Ahora son
delincuentes. Mutaron las jerarquías, el narco desplazó al ladrón de blindados”, indica Varela.
“Es irritante que nos pongan el rótulo de socios del narcotráfico.
Uno defiende el sistema jurídico, no a las personas, sino a las reglas.
Hay una mirada clasista, no hay diferencia entre defender a Bernard Madoff o al Gordo Valor. La única diferencia es que uno anda en remera y el otro en un traje de 20 mil dólares”, ilustra.
Andrés Rabinovich alcanzó el punto máximo de su carrera cuando el colombiano Ignacio Meyendorff lo contactó. “Cumplí un sueño”, confiesa a horas de comenzar el juicio en el que defenderá a Hugo Tognoli,
el ex jefe de Policía de Santa Fe preso por narcotráfico. “Tiene una
adrenalina especial. Empecé haciendo de todo y el camino me fue
llevando. Primero fui abogado en la causa Caballos Blancos con Joe Stefanolo y Víctor Stinfale.
Me gustó tanto que me especialicé y llegué a lo más grande: ser
defensor del cartel de Calí”, dice. “Son personas muy poderosas que
comercian con la muerte, pero son más caballeros que una persona que
roba. Para mí es más violento una separación en la que padres se pelean
por una cuota alimentaria y eso lo sufren los chicos”, sostiene
Rabinovich.
La detención de Ruth Salazar,
la mujer de Daniel “el Loco” Barrera, disparó las alarmas en Nordelta.
El último escándalo narco de Tigre estuvo protagonizado por Antonio
Yepes y su mujer, Claudia Celis. Su ex abogado, Patricio Poplavsky,
explica que su estudio se especializa en Derecho Penal Internacional y
en el delito de lavado de activos. En la mayoría de los casos ese dinero
proviene del narcotráfico y abarca distintos países. “Por esa razón,
debe haber una defensa coordinada ”, explica Poplavsky, asociado a
estudios de EE.UU. y Colombia. “No me gusta defender asaltantes ni a violadores.
“¿Es peor un narco que un ladrón que mata? Las dos son violencias pero
yo trabajo mejor con la defensa de un narco que está más capacitado para
ayudarte en la estrategia y le importa más la vida que a un chorro. Es
más de cuello blanco”, dice y, por último se define: “Yo soy muy
transparente y sé cuál es mi rol. Si uno pasa la línea, comienzan los
problemas”
Por Cecilia Di Lodovico
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