El candidato
republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump, ha tratado de congraciarse
con la extrema derecha de Miami al prometer ayer desmontar todo el proceso de
acercamiento diplomático hacia Cuba, iniciado
por Obama, en un discurso ofrecido en el auditorio James L. Knight Center de
esa ciudad. Para mantenerlo, puso como condiciones una fuerte presión sobre las
autoridades cubanas para que las mismas hagan cambios en su política interna,
en una abierta muestra de intromisión en sus asuntos internos.
Este alarde ante sus
potenciales votantes en la recta final de las presidenciales –evidencia de un
chantaje político a la Isla– no es más que una jugada electorera para ganar votantes.
Trump, con su aparente giro de sus pretensiones políticas hacia Cuba, sabe muy
bien que el proceso de acercamiento diplomático es un hecho irreversible,
aunque el mismo haya sido lento, complejo y lleno de detractores por parte de
los tradicionales enemigos de Cuba.
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