Como canciller de Alemania, a partir de 1933, la incendiaria oratoria
de Adolfo Hitler se trasmitía y repetía por todos los medios de la
época: prensa, cine y principalmente radio. Sus llamados para defender
la patria trascendían fronteras y tuvieron eco en México, al grado de
que en el preludio de la Segunda Guerra Mundial cientos de mexicanos de
origen alemán viajaron a Europa para sumarse a las filas del ejército
hitleriano.
Algunos de ellos habían nacido en las fincas cafetaleras del Soconusco en Chiapas y apenas habían cumplido 18 años.
Al llegar a Alemania rechazaban la nacionalidad mexicana para
enrolarse en algunas de las divisiones de la Wehrmacht, la maquinaria de
guerra nazi. Pelearon en diversos frentes de la guerra en Europa.
Algunos alcanzaron grados de oficiales. Muchos de esos mexicanos dejaron
sus vidas en los combates contra el ejército soviético.
Los que sobrevivieron a la derrota nazi fueron recluidos en campos de
concentración. Muchos intentaron recuperar la nacionalidad mexicana que
habían rechazado y con ello tener la posibilidad de regresar al país.
Decenas lo lograron. Realizaron los trámites en el consulado de México
en Frankfurt. Antes tuvieron que demostrar que no habían militado en el
Partido Nazi.
Otros regresaron ilegalmente, sin cumplir todos los trámites. Cientos
más que no eran de origen mexicano también intentaron huir de Europa
viniendo a México.
Algunos lo lograron. Hay indicios de que también criminales de guerra
escaparon a México, Argentina, Brasil o Bolivia. Esa información se
desprende del reporte de un agente de inteligencia
Según los archivos de la SRE entre los oficiales que lograron
regresar a México se encontraba Jurgen Petersen, nacido en Puebla en
1923. Abandonó el país y rechazó la nacionalidad mexicana a principios
de los cuarenta. En octubre de 1942 alcanzó el grado de sargento de
infantería en el ejército nazi. Al término de la guerra fue recluido en
un centro de concentración y desde ahí comenzó los trámites para
regresar a México.
Su expediente precisa: ""Se trata de un joven de buena conducta, de
buena reputación, a quien sorprendió la guerra en Alemania, donde se
encontraba junto con su hermano, sólo con su madre, quien falleció y por
lo mismo no estaba en edad de decidir lo que debiera hacer en esas
circunstancias. Como casi todos los jóvenes de 16 años o más, fue
enrolado en el ejército, a pesar de estar registrado como mexicano".
Los hermanos Trampe sirvieron en el ejército de Hitler desde 1942.
Regresaron a México a principio de los cincuenta. Las peticiones de
repatriación de oficiales llegaron hasta el despacho del presidente,
quien turnó los expedientes a la SRE para que los mexicanos de origen
alemán regresaran al país. Fueron los casos de Hans H. Koopemann y de
Guillermo Hasselmann y su esposa, cuyo nombre el expediente no consigna.
La mayoría de esos trámites se realizaban en el consulado de México
en Frankfurt, pero otros se promovieron en sedes diplomáticas en Praga,
Bruselas o Madrid. De esos consulados llegaron decenas de peticiones de
repatriación de presuntos "mexicanos" que desconocían lo más elemental
de la República Mexicana. Incluso varios de ellos comenzaron los
trámites y sin esperar respuesta se introdujeron ilegalmente al país.
Entre ellos está Herbert Fahmel. Sus trámites para regresar a México los
realizó una empresa de la industria química
El expediente del caso contiene una carta en la cual la empresa
aclara que Fahmel estaba preso en un centro de reclusión en Bruselas. La
empresa muestra copias de un cheque por 600 dólares a cargo del
Chemical Bank Trust para cubrir los gastos del viaje.
La respuesta de la SRE a la petición de Pinturas Rapidol dice que
"lamenta no poder, por ahora, acordar de conformidad la repatriación del
señor Fahmel". Agrega que éste salió del país en 1942 como ciudadano
alemán, en canje por ciudadanos mexicanos.
Posteriormente el consulado mexicano en Frankfurt reportó que Fahmel
ya se encontraba en México debido a que la Secretaría de Gobernación
autorizó la documentación para que viajara como migrante.
Ruta de las Ratas
Nazis de la talla de Adolf Eichmann, Josef Mengele o Klaus Barbie
lograron huir a Sudamérica gracias a una red de colaboradores que
incluyó a miembros de la Cruz Roja Internacional y hasta a personajes
del Vaticano, como el obispo austriaco Alois Hudal, quien los escondió
en una red de monasterios conocidos como la Ruta de las Ratas. Según los
documentos de los tribunales de Nuremberg, alrededor de 5 mil oficiales
nazis de importancia lograron escapar por esa vía.
Esa organización tenía su contraparte en Latinoamérica. En México el
servicio de inteligencia militar alemán, la Abwehr, mantenía intacta una
parte de su centro de operaciones, el más grande e importante fuera de
Europa.
Meses antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial, el almirante
Wilhelm Franz Canaris, jefe de la Abwehr, ordenó que se abriera en
México un puesto de avanzada con la misma capacidad con la que contaba
la Organización de Guerra establecida en España, de acuerdo con
documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos.
La oficina fue dirigida por el mayor George Nicolaus junto con el
teniente coronel Friedrich Karl von Schelebruegge, pariente del
excanciller Franz von Papen, lo que dejaba ver la importancia que tenía
la nueva sede de espionaje.
El principal objetivo de la Abwehr era vigilar desde la frontera
norte de México los movimientos militares y realizar espionaje
industrial sobre la maquinaria bélica de Estados Unidos, así como
asegurar el suministro de petróleo mexicano para la fuerza aérea alemana
(la Luftwaffe) y desplegar una red de inteligencia para toda
Latinoamérica. Luego sumarían a sus actividades el sabotaje desde la
frontera contra la industria e infraestructura estadunidenses.
México era relevante para el ejército nazi. Desde 1938 vendía a los
alemanes 70% de su producción petrolera, pero a mediados de 1941 comenzó
a cortarle el suministro por presión de Estados Unidos.
A partir de entonces se inició la operación de una eficiente red de
contrabando encabezada por el doctor Joachim A. Hertslet, quien mandaba
el crudo a Alemania a través de Italia, Japón y la provincia marítima
rusa de Primorsky, Siberia.
Para asegurar ese suministro también llegaron nazis del más alto
nivel. Entre ellos Williams Rhodes Davis, empresario petrolero
estadunidense, y Axel Wenner Gren, magnate sueco considerado en esa
época uno de los hombres más ricos del mundo. Éste último administraba
los fondos nazis desde bancos suizos.
También llegó al país la actriz alemana Hilda Kruger, quien se
convirtió en amante del entonces secretario de Gobernación Miguel Alemán
Valdés. Gracias a ella, el funcionario protegió la red de la Abwehr que
operaba en México.
Por ello resultan creíbles las versiones de que algunos criminales de
guerra nazis primero llegaron a México para después fugarse a
Sudamérica.
También existen evidencias en los documentos desclasificados por
Washington que señalan que los servicios de inteligencia estadunidense y
británico trajeron a México a nazis para posteriormente llevarlos
ilegalmente a Estados Unidos y ponerlos a su servicio.
Los altos mandos militares aliados decidieron usar a los agentes
nazis debido a que sus prioridades en Europa habían cambiado. Para
finales de los cuarenta ya no les preocupaba perseguir a los criminales y
llevarlos a los Juicios de Nuremberg.
Su nuevo objetivo era frenar la expansión de los soviéticos en Europa
del Este. Los altos oficiales nazis habrían servido para ese propósito.
Tomado de http://www.la-ch.com
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