Como
si se tratase de un déjà vu, el aterrizaje en Miami de un Boeing C-17 de la
Fuerza Aérea Estadounidense con casi 24 toneladas de droga, pudiera retraer, al
menos en la forma, al escándalo Irán–Contra, teniendo en consideración que ha
sido Centroamérica, nuevamente, el punto de partida para este tipo de entregas,
y que hoy tiene como protagonista a Costa Rica.Hasta el momento ha sido confirmado que la
nave involucrada es un Boeing C-17 proveniente de la base Dover ubicada en el
estado de Delaware (EEUU), que aterrizó en el Aeropuerto Internacional Daniel
Oduber Quiroz, situado en la provincia de Guanacaste, lugar donde se efectuó el
transbordo de los contenedores cargados de cocaína.
El
acontecimiento, ocurrido el 27 julio de 2013, ha tomado relevancia luego que
algunos medios y diputados opositores costarricenses calificaran el hecho como
poco transparente, generando así nuevas preguntas sobre las formas legales que
permitieron tal movilización.
Según
el Diario de Las Américas, el Organismo de Investigación Judicial de Costa Rica
(OIJ), fue el responsable del secretismo en colaboración con la Drug
Enforcement Administration (DEA), asociación que levantó sospechas entre
algunos políticos centroamericanos que consideran improcedentes este tipo de
entregas.
UN
CASO EXTRAÑO
José
María Villalta, senador del Frente Amplio, fue enfático al afirmar que el
ingreso del avión no había sido autorizado por la Asamblea Legislativa, tal
como debe proceder de acuerdo a las leyes de ese país. “Estamos investigando al
Gobierno por lo que pasó, porque no hay ninguna ley que regule la exportación
de droga. Es una situación inédita que ingrese un avión del Ejército
estadounidense”, concluyó el dirigente de izquierda.
Entre
tanto, Carmen Muñoz, comunicadora, política y activista costarricense, indicó
que Francisco Segura, director del OIJ, había admitido tal acción como su
error. Sin embargo, Gustavo Mata, subdirector de esa misma institución,
argumentó que la decisión de permitir el ingreso y posterior salida de la nave,
fue tomada en vista de la incapacidad del país en materia de incineración de
drogas, pese a que previamente habían estado capacitados para destruir 300 kg
por hora, lo que está generando serias interrogantes acerca de el papel de EEUU
en tareas propias de los estados en materia de narcóticos.
EL
FANTASMA IRÁN-CONTRA
La
caída del dictador Anastasio Somoza en 1979, después de la entrada triunfal de
los sandinistas a Managua, marcó un punto de inflexión entre Estados Unidos y
Nicaragua, dadas las tensiones propias de la Guerra Fría. No obstante, el
accionar del Gobierno norteamericano terminó siendo menos frontal de lo
previsto, optando por brindar apoyo secreto a los grupos de guardias
desmovilizados que serían conocidos, más adelante, como la “Contra
nicaragüense”.
El
apoyo externo a la contrarrevolución, promovido por el presidente Ronald
Reagan, fue financiado, básicamente, por tres vías: la CIA, el tráfico de armas
a Irán y el tráfico de drogas. Este engranaje contó con una participación
fundamental de los grupos anticastristas de Miami que, en ocasiones, eran los
encargados de recibir los estupefacientes en el estado de Florida.
Otro
de los benefactores de la guerra en contra del Ejército Popular Sandinista fue
el Cartel de Medellín. La organización criminal colombiana proporcionó millones
de dólares en efectivo y armas, a cambio de facilidades para introducir
toneladas de cocaína en EEUU. Al mismo tiempo, lograron establecer en
Centroamérica un importante y estratégico corredor de narcóticos que aún
permanece.
Los
actores del escándalo Irán-Contra aún están en el tablero, y las motivaciones
político-económicas que estimularon la búsqueda desesperada de financiamiento
–para frenar a la izquierda− hoy están más vigentes que nunca. Por eso, resulta
curioso que Costa Rica haya prestado de nuevo su espacio aéreo y que el destino
de la carga sea Miami. La versión del Gobierno costarricense es que las 25
toneladas de droga fueron destruidas en suelo americano. Mientras, los signos
que coinciden parecen hilar en otras explicaciones.
JUAN
PABLO LOERA/ CIUDAD CCS
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