Los soldados estadounidenses, tras la liberación del campo, supervisan a varios prisioneros mientras éstos cargan cadáveres. / AFP |
Unas cartas perdidas
de un capitán del ejército norteamericano –las cuales han sido descubiertas 70
años después-, muestran una faceta poco conocida sobre las atrocidades
cometidas por las tropas norteamericanas contra los prisioneros hitlerianos
capturados cuando los mismos fungían como guardias en los campos de
concentración ubicados en varios países de Europa.
Es una página que
revela cómo el odio y la ira ante la crueldad cometida por los nazis, llevó a
los soldados norteamericanos a cometer crímenes atroces que en nada se
diferenciaban de los cometidos por ellos. Fue una forma irracional de hacer
valer el “ojo por ojo”, situando a los liberadores como bestias incontroladas,
alejadas del respeto a la vida humana que fue parte de la mentalidad de los
asesinos fascistas.
Las cartas recién
descubiertas del capitán David Wilsey,
un anestesista de la tropa norteamericana, enviadas a su mujer, Emily, el 8 de
mayo de 1945, publicadas por el diario New Republic, muestran los actos de
barbarie cometidos por sus compañeros contra miembros de las tropas alemanas, a
quienes justifica dado el hecho de que esos soldados capturados “se merecían
ser sacrificados".
El arribo del capitán
Wilsey al campo de concentración de Dachau, junto a sus compañeros de las 20ª
División Blindada y la 45ª de Infantería del VII Ejército de los Estados Unidos,
el 30 de abril de 1945, al citado campo cercano a Múnich, provocó un fuerte
impacto ante la tropa. Ante ellos se presentó la dantesca escena de centenares
de cadáveres esqueléticos a quienes los nazis habían destinado a ser quemados
en los hornos del citado campo.
La reacción de la
tropa fue inmediata: centenares de nazis fueron masacrados con la misma
barbarie con la que ellos habían asesinado a sus víctimas. Igualmente, muchos
de ellos sufrieron bárbaros tormentos y suplicios. El propio Wilsey lo relata: "Vi cómo capturaban a un soldado de las
SS que habían torturado y luego le dispararon con frialdad. Dios me perdone,
pero lo vi sin que la emoción me perturbara después de saber las acciones que
las bestias de las SS habían realizado".
En la misma carta, Wilsey
describe parte de las torturas a las que fueron sometidos los nazis capturados,
entre los que se incluyeron el mantenerse
haciendo el saludo nazi con el brazo levantado durante horas, recibir baños de
agua helada estando completamente desnudos, antes de ser ejecutados
extrajudicialmente.
Wilsey relata
también: "Una vez, un preso que
había intentado escaparse fue atado por un miembro de las SS a un poste y,
posteriormente, tres dóbermans hambrientos fueron lanzados contra él. Le
arrancaron la carne de los muslos y las tripas. Cientos de presos los vieron en
posición de firmes. Lo primero que hicieron los presos tras la liberación del
campo fue disparar a los perros y al adiestrador".
Wilsey revela
también que junto a esta orgía de sangre hubo innumerables saqueos cometidos
por las tropas norteamericanas.
Las cartas de
Wilsey muestran una página de venganza y odio contra el criminal nazi que
igualó por su irracionalidad al soldado norteamericano lleno de rencor y
búsqueda de justicia de manera distorsionada.
No juzgo a estos
hombres –tal vez yo hubiera actuado así de estar en sus propios zapatos-, pero
sirva este relato para pensar en que la guerra entre los hombres solo promueve
que salgan a flote aquellos instintos bajos que aplastan la concordia y el
propio respeto por el género humano.
Fuente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario