El Mossad destinó una parte
considerable de los casi 2 000 oficiales con los que contaba en ese momento
para sus actividades en América Latina, dejando la tarea de la represión a los
palestinos y agresión a los pueblos árabes a otras secciones de su estructura y
al servicio de contrainteligencia israelí conocido como Shabak.
De acuerdo con la emisora,
los israelíes implicados en la represión contra el pueblo hondureño eran el
general Jacob Levi y el oficial Jehad Leiner, parte de los dispositivos del
Mossad que han operado en la región desde hace casi cuatro décadas,
desarrollando actividades de guerra sicológica, planes de contrainsurgencia,
antiterrorismo, contrabando de armas en beneficio de Israel, así como el
asesinato selectivo.
El empleo de sustancias
tóxicas y otros medios contra el presidente Zelaya y sus acompañantes en la
embajada de Brasil en Tegucigalpa, complementado por un fuerte asedio militar
en los alrededores de sede diplomática, pone sobre el tapete las añejas
vinculaciones de los sionistas con la ultraderecha latinoamericana, con la
cómplice aceptación de las administraciones norteamericanas.
El involucramiento de los
israelíes tiene como aparente justificación un supuesto antisemitismo de
Zelaya, usado por la ultraderecha norteamericana, el lobby judío dentro del
Congreso de Estados Unidos y empresarios hondureños de ascendencia judía, promotores del régimen de facto de Roberto
Micheletti, como Facussé y Jorge Canahuati, este último rico empresario y miembro de la dirección de la Sociedad de Prensa Interamericana (SIP).
Uno de los implicados en la
adquisición de la logística para reprimir al pueblo hondureño ha sido un
ciudadano israelí, naturalizado hondureño, llamado Yehuda Leitner, dueño de las
empresas Alfacom e Intercom, y quien tiene un oscuro origen como instructor del
Batallón 316 de las fuerzas armadas
hondureñas, uno de los más sanguinarios escuadrones de la muerte en la década
del ochenta.
La participación del Mossad israelí contra el
gobierno constitucional de Manuel Zelaya
Rosales se había iniciado desde mediados de junio mediante contactos inusuales entre la
oposición de derecha y diplomáticos israelíes en Tegucigalpa, en los que participó el propio Yehuda Leitner
y el propio Roberto Micheletti.
Leitner, participante dentro del ejército
israelí en su guerra contra los países árabes y el pueblo palestino, fue
instructor en técnicas de tortura, represión y asesinato selectivo, al servicio
de una de las tantas tapaderas del Mossad en América Latina, instaladas en la
región desde hace varias décadas, conocida como International Security and
Defense Systems.
Datos confirmados situaron a
Yehuda Leitner participando en las actividades de la guerra sucia contra la
Revolución Sandinista en la década del 80, como miembro de la red logística
establecida por Israel y la CIA, con vistas trasladar decenas de armas para la
contra nicaragüense. Allí se involucró directamente con los oficiales de la CIA
involucrados en la actividad como Oliver North, James Steele, Luis Orlando
García, Félix Rodríguez Mendigutía, Luis
Posada Carriles y otros, así como miembros del Mossad vinculados al intercambio
de armas por drogas, entre los que sobresalió Gerard Latchinian, quien fuera
arrestado en 1984, en una operación descubierta por el FBI y que lo vinculaba a
varios militares hondureños como los generales
hondureños Gustavo Álvarez Martínez, ex jefe de las FF AA de
Honduras, y José Abdenego Bueso Rosa, en
ese entonces agregado militar en Chile y quien había sido jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas
Armadas hondureñas, en un plan de asesinato contra el presidente Roberto Suazo
Córdoba.
La detención de Latchinian
se produjo luego de que el FBI confiscó en el sur de la Florida un cargamento
de 345 kilogramos de cocaína en 1984, con un valor aproximado de más de un millón
de dólares, que sería usado para financiar el magnicidio, en alianza con otros
miembros de la CIA en Ilopango. Fuentes
como el periodista canadiense Jean Guy Allard, destacan la participación
de Leitner y Emil Sa’ada en estas
actividades israelíes y de la CIA en los negocios de contrabando de drogas y
armas en Honduras.
La complicidad de Israel
con las fuerzas reaccionarias hondureñas y de amenaza a la Nicaragua Sandinista
se puso de manifiesto por esos años en dos hechos sobresalientes: El primero de
ellos ocurrió a fines de 1982, cuando el entonces Ministro de Defensa de
Israel, Ariel Sharon, visitó en Honduras en compañía del general David Ivry, comandante en jefe de la
aviación sionista, para brindarle a los represores hondureños ayuda militar consistente
en 12 aviones Kfir, varias instalaciones
de radar y varios asesores militares, lo
que complementaría a los más de cien ya
existentes en ese país y a los cerca de 400 ubicados en América Central. El
otro hecho fue la denuncia aparecida el 20 de julio de 1983, cuando el diario
estadounidense The New York Times, destacó que las armas entregadas por Sharon
iban a utilizarse contra Nicaragua.
En la actualidad, Latchinian
rememora con frecuencia su oscuro pasado dentro de la guerra sucia de la CIA en
Centroamérica, donde tuvo como colaborador a Leitner, desde su celda en la cual
purga una larga condena de prisión. Sin escrúpulo y sin que lo atormenten sus
culpas pasadas, mira sus manos ensangrentadas a causa de la muerte de cientos
de hondureños y de revolucionarios nicaragüenses.
Ha podido descubrir, luego
del proceso que se le siguió en 1984 luego de su detención en Miami, junto
a Manuel Binker, Robert Kurtz, Jerome
Latchinian, Elaine Pérez, Juan Roca, Faiz Sikaffy y José Zimmerman, que la CIA
lo consideró prescindible, luego que él fuera el encargado directo de reclutar
a Charles Odorizzi, un ex Delta Force
yanqui, para que asesinara al presidente Suazo Córdoba.
Otro de los socios de
Leitner, el general Gustavo Álvarez Martínez, fue asesinado el 25 de enero de
1989 como resultado de serias
contradicciones internas con la cúpula castrense hondureña, luego de que permaneciera en Estados Unidos
entre 1984 y 1989, protegido por la CIA y retornara a Honduras. Esta vez ni sus vínculos con John Dimitri Negroponte, el oscuro oficial
CIA y diplomático norteamericano, pudieron salvarlo del cataclismo.
Por su parte, Yehuda
Leitner supo escurrirse de su complicidad en el intento de asesinato contra el
ex presidente Suazo Córdoba y de su implicación en el escándalo Irán-Contras,
viviendo hoy en Honduras sin ser molestado. Por el contrario, Yehuda
Leitner es socio directo del presidente de facto Roberto Micheletti y goza de la amistad de los
más altos represores de las FF AA de Honduras.
Desde que el Mossad pasó a
operar en América Latina en la década de los 60, en virtud de la alianza
estratégica entre los sionistas y Estados Unidos de los mal llamados Cuerpos de
Paz, se inició el arribo de miembros del Mossad con la justificación de enseñar
a los pueblos latinoamericanos en
técnicas agrícolas. Con esta pantalla, los enviados del Mossad
desarrollaron una fuerte guerra sicológica contra Cuba y otras alternativas
progresistas en la región, fundamentalmente dirigidas por su
Sección de Servicios Especiales (Metsada), quienes crearon las bases
para una estrecha cooperación con las fuerzas armadas de varias naciones
latinoamericanas, las que recibieron instrucción para cometer asesinatos selectivos, contrainsurgencia,
técnicas de tortura y represión, actos de sabotaje, creación de grupos paramilitares, así como técnicas psicológicas de desinformación.
El Mossad destinó una parte
considerable de los casi 2 000 oficiales con los que contaba en ese momento
para sus actividades en América Latina, dejando la tarea de la represión a los
palestinos y agresión a los pueblos árabes a otras secciones de su estructura y
al servicio de contrainteligencia israelí conocido como Shabak.
La oscura participación del
Mossad en Centroamérica tiene varios capítulos que han sido denunciados en
múltiples ocasiones, fundamentalmente dirigidos a brindar apoyo logístico a las
dictaduras de la región y a entrenar a los servicios especiales de las mismas
en técnicas de contrainsurgencia y represión.
El en el caso de Guatemala,
luego de que quedó al desnudo la complicidad de los sionistas con la dictadura
militar de Pinochet, a la que vendió innumerables armas sofisticadas y ofreció
ayuda para que mantuviera una de las más crueles represiones conocidas en el
Hemisferio Occidental, la ayuda del Mossad y del gobierno sionista se
incrementó a partir de 1978, luego de que los Estados Unidos suspendieran
aparentemente la ayuda militar a esta nación por la bochornosa de los derechos
humanos contra el pueblo guatemalteco. Ese mismo año, Guatemala recibió de los
sionistas 11 aviones Arawa, 10 blindados
RBY-MK, 15 mil fusiles Galil, centenares de morteros de 81 mm, bazucas,
lanzagranadas, tres guardacostas Dabier, un sistema de transmisiones tácticas,
un circuito de radares y así como 120 toneladas
de municiones.
En los años posteriores
a 1982, con Efraín Ríos Montt a la
cabeza de los torturadores, fueron
inapreciables para los militares represores guatemaltecos las ayudas
provenientes del sionismo. Con ellas se pudo implementar una política de terror
que costó centenares de miles de muertos al pueblo de Guatemala. La creación de
una fábrica de municiones y para producir fusiles Galil y sub ametralladoras
Uzi en Alta Verapaz, por Tadiran Israel Electronics, así como la creación de
una sucursal de Tagle Military Gear Overseas en el hotel Cortijo Reforma de
Ciudad Guatemala, fueron expresión del nivel de colaboración de los sionistas
en esa nación centroamericana.
En julio de 1977 un suceso
relacionado con el traficante de armas de origen mexicano Marcos Katz, volvió a
destapar la participación de Israel en Centroamérica. La denuncia oportuna del
diario israelí Haaretz, en relación con su participación en el alquiler de un
avión argentino, decomisado en Barbados, con más de veinte toneladas de armas y
municiones con destino al gobierno de Guatemala, siguiendo la ruta Tel
Aviv-Portugal-Barbados-Guatemala, sacó a
la luz las abultadas ventas bélicas del sionismo a los militares de facto en esa
nación centroamericana.
Por esa época, el gobierno
salvadoreño recibió cerca de 21 millones
anuales en armas, entre los que se encontraban aviones Arava, Dassault Ouragan y Super-Mystere, así como miles de toneladas de armas y municiones.
De esta forma el Instituto
Central de Operaciones y Estrategias Especiales (Mossad), creado por Ben Gurion
en 1951, ha usado a América Latina como
zona de operaciones en apoyo a los planes hegemónicos de Estados Unidos, a
cambio de la solidaridad de los yanquis en su enfrentamiento con las naciones
árabes y el pueblo palestino. Dotado de amplios recursos, sus oficiales
encubiertos en organizaciones de diversas fachadas, se valen de diversos
mecanismos para lograr sus objetivos. Desde el soborno generalizado a
funcionarios gubernamentales, políticos y jueces, así como el manejo de la
prensa mediática, crean una vasta red de operaciones desinformativas dirigidas
contra los movimientos y naciones progresistas del continente.
Una de sus fachadas más
proliferadas en la región es el empleo de agencias de seguridad y protección,
que sirven de centros de operaciones a las células del Mossad, como la propia
Security and Intelligence Advising (SIA). Esta compañía especializada en consultoría en seguridad, labores de inteligencia
y protección, con casa matriz en Israel, opera con sus expertos desmovilizados
o en activo del ejército sionista en
diversos países de América, incluidos los Estados Unidos.
El rol del Mossad en Colombia, vinculado al
abastecimiento de armas a los paramilitares de las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC) y las bandas que actualmente las han sucedido, unido a la labor
de entrenamiento en técnicas de tortura y asesinato selectivo impartido por
miembros del Mossad, colocan en tela de juicio a las supuestas empresas de
seguridad de ese país en esa nación latinoamericana.
Uno de los protagonistas de
esa alianza de los paramilitares de las AUC y el Mossad es el teniente coronel
Yair Klein, salido de la unidad de elite
Harub, quien formó en 1989 una empresa registrada
en Bogotá con el nombre de Punta de Lanza, la que vende armas y tecnología de
punta a los paramilitares.
Una conspiración
descubierta hace un tiempo, puso al desnudo los vínculos de autoridades
corruptas de varios países latinoamericanos en el contrabando de armas que
vincula a los servicios de inteligencia sionistas y a los paramilitares
colombianos. En esta conspiración participó Oris Zoller, conocido agente del
Mossad israelí que vive en Guatemala y
es el actual jefe de la compañía General de Representaciones Internacionales
(GIRSA), quien junto a otro agente del Mossad nombrado Amar Salmar, realizó una
operación de armas y municiones que supuestamente se venderían de Nicaragua a
Panamá, aunque su destino final fueron los paramilitares colombianos de las
AUC. En esta fraudulenta operación también participó un panameño vinculado al
Mossad nombrado Shimon Yelinek.
Otra compañía israelí que
sirve de facha al Mossad es Global SCT, propiedad del general Israel B. Ziv,
quien abastece de armas y medios de guerra a Colombia, Perú y al gobierno de
facto de Roberto Micheletti.
Fue tal el apoyo recibido
por las Autodefensas Unidas de Colombia que su extinto líder, Carlos Castaño,
confesó que la idea de crear las fuerzas paramilitares la aprendió de los
israelíes. Global CST mantiene un contrato con el Ministerio de Defensa de
Colombia por un monto de 10 millones de dólares, el cual incluye no solo el
abasto de armas y logística de guerra, sino también asesoramiento en
contrainsurgencia y labores de inteligencia. Existen actualmente fuertes sospechas
que implican a Global CST en el operativo contra las FARC colombianas en
territorio ecuatoriano que causó la muerte a varios guerrilleros, entre ellos
al segundo jefe de esa organización, Raúl Reyes.
Lo más sorprendente es el
papel del Mossad dentro de los planes
desestabilizadores en la frontera colombo-venezolana, pues se ha comprobado que
muchos paramilitares colombianos son
entrenados por personal vinculado al Mossad para infiltrarlos en territorio
venezolano con vistas a realizar diversas actividades contrarrevolucionarias. A
tal efecto han creado varios campamentos y un centro operativo en Bogotá.
Un capítulo de la actividad
del Mossad que necesita ser ampliamente analizado es su participación en planes
desestabilizadores contra la Revolución Bolivariana. En varias oportunidades se
ha podido comprobar la participación de agentes israelíes operando dentro de
las universidades venezolanas como la Universidad
Católica Andrés Bello, la Universidad Simón Bolívar y otras, con la finalidad
de involucrarlos mediante la desinformación en actividades de la oposición. Empleando a los estudiantes con fines
mediáticos, como la reciente huelga de hambre protagonizada frente a las
oficinas de la OEA en Caracas, han tratado de desestabilizar la situación en
Venezuela, presentando ante el mundo una falsa oposición a las reformas
constitucionales emprendidas por el gobierno bolivariano.
El Mossad tuvo activa
participación también en el golpe del 11 de abril de 2002 contra Hugo Chávez, según lo
atestigua la implicación de varias personas de origen israelí como Isaac Pérez
Recao, vinculado a la actividad de empresas de seguridad y venta de armas en
Venezuela siguiendo el modelo del Mossad para Global CST, la SIA, Punta de
Lanza y otras. Pérez Recao, evitando el
peso de la justicia, huyó a Miami, donde
continúa conspirando contra la Revolución Bolivariana.
Para colmo de las
actividades repudiables del Mossad en América Latina, a principios de este año se dio a conocer que los servicios
secretos de Israel entrenaron militarmente a varios miembros del ala violenta
de los carteles mexicanos de la droga, fundamentalmente al Cartel del Golfo y
al Cartel de Sinaloa, entre los que se encontraba Arturo Guzmán Decena, el
fundador del grupo de sicarios conocido como Los Zetas.
Partiendo de las
consideraciones antes expuestas, resulta plenamente creíble la participación
del Mossad en las actividades en apoyo a los golpistas hondureños y que los
mismos estén preparando en las sombras planes de asesinato contra Manuel Zelaya
Rosales, tal como lo hacen contra otras figuras como Hugo Chávez, Evo Morales,
el presidente Correa y Daniel Ortega.
11 de octubre de 2009.
Percy Francisco Alvarado Godoy
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