Como
siempre se acumulan una cantidad de hechos – entre elecciones, muertes,
conflictos – que cada año se destacan periodísticamente, pero que
dificultan la comprensión de los cambios en las relaciones de poder, las
que efectivamente cuentan en la evolución de la situación
internacional.
En
la compleja trama de acontecimientos, lo más importante fue el cambio
de clima en el escenario internacional. Desde que triunfó en la guerra
fría, Estados Unidos ha adoptado la postura, frente a los conflictos
internacionales, de imponer la militarización. Transferir el
enfrentamiento al campo militar, donde su superioridad es manifiesta,
ha sido la característica principal de la acción imperial. Así ocurrió
en Afganistán, en Irak, y en Libia por medio de fuerzas intermedias. Y
todo llevaba a una repetición de este tipo de acciones en Siria e Irán.
Pero,
de repente, tomando la palabra al Secretario de Estado norteamericano,
John Kerry, el gobierno ruso propuso un acuerdo para Siria, que
desconcertó al gobierno de Obama, el que finalmente no tuvo más que
aceptar. Esto fue posible porque el gobierno de Estados Unidos no logró
crear las condiciones políticas para una nueva ofensiva militar
norteamericana. Primero, el Parlamento británico negó, por primera vez,
el apoyo a Washington para un ataque a Siria. Después fue
evidenciándose que ni la opinión pública, ni el Congreso norteamericano,
ni tampoco los militares de Estados Unidos estaban a favor de la
ofensiva anunciada o de un tipo de ataque propuesto por el gobierno de
Obama.
El
resultado es que los Estados Unidos fueron conducidos a aceptar la
propuesta rusa, lo que abrió las puertas a otras posibilidades, entre
ellas, coincidiendo con las elecciones en Irán, hacia negociaciones
políticas también con ese país, de parte de Estados Unidos, confirmando
el vínculo estrecho entre el conflicto sirio y el iraní.
Otro
de los desenlaces ha sido que Israel, Arabia Saudita y Kuwait, han
quedado aislados en sus posiciones favorables a acciones militares
directas en contra Siria e Irán. Se fue instalando un clima de
negociaciones pacíficas de los conflictos, convocándose una nueva
Conferencia de paz para la segunda quincena de enero, en Ginebra, para
discutir un acuerdo de paz sobre Siria. Una Conferencia que no plantea
como condición la salida de Bashar Assad del gobierno, como se intentaba
hacer anteriormente.
La
oposición moderada en Siria tuvo que aceptar su participación, incluso
en estas condiciones. Y aún más, tuvo la sorpresa de que Estados Unidos y
Gran Bretaña suspendían su apoyo militar, dada la hegemonía en el
frente opositor de los grupos fundamentalistas, apoyados por Arabia
Saudita y Kuwait.
Como
dos puntos determinan un plan, las negociaciones sobre Siria abrieran
espacio para una negociación, por primera vez desde 1979, entre Estados
Unidos e Irán. Se ha dibujado así, en pocas semanas, un escenario
totalmente diverso de aquel que había imperado a lo largo de los años
anteriores. Los Estados Unidos pasaron de la ofensiva a la defensiva, en
tanto que Rusia, pasó de actor marginal a actor central en las
negociaciones de paz, al punto que la revista Forbes, por primera vez,
ha elegido a Vladimir Putin como el hombre más influyente del mundo, por
encima de Obama. Eso se debe, no al poderío militar o económico de
Rusia, sino a su capacidad de iniciativa política.
Así,
junto a la capacidad de países del Sur del mundo de resistir a la
recesión del centro del capitalismo, por sus intercambios mutuos y por
la expansión de sus mercados internos hacia el consumo popular,
expresando un tipo de multilateralismo económico en el mundo, la mayor
novedad política internacional del 2013 ha sido un embrionario
multilateralismo político, que proyecta hacia 2014 las negociaciones
políticas sobre Siria e Irán como los temas más importantes en la
consolidación de ese nuevo clima en las relaciones internacionales.
Emir Sader
http://www.alainet.org/active/70066&lang=es
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