Cuando desde distintos rincones del
planeta tierra vienen creciendo las voces y los sentimientos de rechazo
—e incluso de odio— hacia la política exterior de los gobernantes
estadounidenses y se habla con mucha insistencia de la construcción de
un mundo desamericanizado, el 17 de noviembre de 2013 el secretario de
Estado de Estados Unidos, John Kerry, afirmó ante la Organización de
Estados Americanos que:
“En los días iniciales de nuestra
república, Estados Unidos hizo una opción sobre sus relaciones con
América Latina pero ahora, sin embargo, hemos hecho una opción
diferente” y por ello: “El error de la Doctrina Monroe ha sido
superado”,
Recordemos que dicha Doctrina nace con
el Mensaje al Congreso del Presidente James Monroe, el 2 de diciembre de
1823, donde dirá:
Los continentes americanos, por la libre
e independiente condición que han asumido y que mantienen, no deberán
ser considerados ya como susceptibles de futura colonización por
cualquiera de las potencias europeas.
La sinceridad y relaciones amistosas que
existen entre los Estados Unidos y aquellas potencias, nos obligan a
declarar que consideraríamos peligroso para nuestra paz y seguridad
cualquier tentativa de parte de ellas que tenga por objeto extender su
sistema a una porción de este hemisferio, sea cual fuere. No hemos
intervenido ni intervendremos en las colonias o dependencias de
cualquier potencia europea: pero cuando se trate de gobiernos que hayan
declarado y mantenido su independencia, y que después de madura
consideración, y de acuerdo con justos principios, hayan sido
reconocidos como independientes por el gobierno de los Estados Unidos,
cualquiera intervención de una potencia europea, con el objeto de
oprimirlos o de dirigir de alguna manera sus destinos, no podrá ser
vista por nosotros sino como la manifestación de una disposición hostil
hacia los Estados Unidos.
Como lo han demostrado todos los hechos
posteriores, esta doctrina no ha implicado una política defensiva frente
a Europa, más bien se convirtió en una amenaza contra cualquier
pretensión de cerrar el paso al expansionismo norteamericano.
Veamos. En 1846 Estados Unidos inicia la
guerra contra México y se apodera de Texas y dos años después, en 1848,
desatan una nueva guerra que les permite apoderarse de Arizona, Nuevo
México, California, Nevada, Utah y parte de Wyoming.
En 1898 con la Guerra Hispano
Norteamericana se apodera de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. El
secretario de Estado John Hay de entonces dirá que había sido una
“espléndida pequeña guerra”, porque sólo con 289 heridos y/o muertos en
combate se apoderaron de cuatro naciones.
En 1903 imponen el Tratado Hay-Bunau
Varilla por el que cercenan la provincia de Panamá a Colombia, fraguan
una independencia espuria y ceden la zona sobre la que se construirá el
Canal.
En el mensaje anual de 1904 el Presidente Teodoro Roosevelt completó la doctrina Monroe formulando el siguiente corolario:
Si una nación demuestra que sabe actuar
con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en
materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus
obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados
Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un
relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden
exigir a fin de cuentas, en América o fuera de ella, la intervención de
una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los
Estados Unidos a la doctrina de Monroe puede obligar a los Estados
Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de
injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional.
El nuevo gendarme del mundo, armado de
un “gran garrote”, ha intervenido desde entonces cuantas veces le ha
venido en ganas en América Latina, el Caribe y en el Mundo.
La Doctrina Monroe, no obstante, nunca
vio “disposición hostil hacia los Estados Unidos” cuando la ocupación de
las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833 o el bloqueo
anglo-francés al Río de la Plata entre 1845 y 1850. Tampoco, en 1982, en
el caso de las Islas Malvinas nuevamente.
Esa hostilidad no la notó ante la
transitoria restauración colonial española en la República Dominicana
entre 1861 y1865, ni ante la intervención francesa en México en 1862 y
1863. Tampoco impidió el asentamiento británico en la Costa de Mosquito
de Nicaragua en 1847 y, en 1895, la ocupación de la Guayana Esequiba.
Mucho menos lo hizo a finales de 1902,
cuando Alemania, Gran Bretaña e Italia, realizaron un bloqueo naval
contra las costas venezolanas en represalias por la negativa del
presidente Cipriano Castro de pagar una deuda externa a todas luces
ilegal y abultada. La respuesta del gobierno de Roosevelt fue imponerle a
Venezuela los Protocolos de Washington del 13 de de febrero de 1903
mediante los cuales se le conminaba a nuestro país a pagar gradual y
compulsivamente esa deuda.
Ahora, el señor Kerry nos viene con esta
nueva noticia, sin desdecirse para nada de lo que antes, el 18 de abril
de 2013, en un discurso ofrecido ante el Comité de Asuntos Exteriores
de la Cámara de Representantes y que ha sido una de las máximas de la
Doctrina Monroe había dicho:
El hemisferio occidental es nuestro
patio trasero, es de vital importancia para nosotros. Con mucha
frecuencia, muchos países del hemisferio occidental sienten que Estados
Unidos no pone suficiente atención en ellos y en ocasiones,
probablemente, es verdad. Necesitamos acercarnos vigorosamente.
Como es el mismo exponente el que nos
dice por un lado que comenzó el ocaso de la Doctrina Monroe pero al
mismo tiempo meses atrás fue su máximo defensor, habría que aplicarla la
“filosofía” de ni uno ni lo otros, sino todo lo contrario.
Aunque a decir verdad sólo los ingenuos o los inocentes podrían creer tamaña patraña.
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