Los fondos “buitres”, que le ganaron a Argentina
un millonario litigio en estrados estadounidenses para cobrarse el cien
por ciento de bonos en mora que compraron a precio de basura, son
propiedad de poderosos magnates con destreza magistral para hacer dinero
con países y empresas en crisis.
Los
litigantes, a los que Argentina acusó de extorsión y con los que ahora
deberá sentarse a negociar para evitar un cese de pagos con los
acreedores de su deuda reestructurada, compraron bonos en mora
del país suramericano hace cuatro años con el objetivo de acudir a los
Tribunales para concretar un millonario negocio.
Compraron en 2008 títulos caídos en cese de pagos en 2001 por valor nominal de 428 millones de dólares, aunque pagaron por esos papeles, considerados “basura” en el mundo financiero, por mucho menos que ese monto, entre 30 y 40 centavos por cada dólar de valor de emisión del título, según el Gobierno argentino.
Esos papeles fueron adquiridos a inversores que rechazaron ingresar a la reestructuración de deuda de 2005, cuando se refinanciaron los bonos que cayeron en cese de pagos a finales de 2001, cuando el gobierno argentino decidió no pagarles a quienes habían adquirido esos bonos.
Aquel canje, donde Argentina logró dejar de pagar del 65 % sobre el capital original y una adhesión del 75 % sobre el total de los acreedores, fue reabierto en 2010, operación tras la cual el nivel de aceptación a la reestructuración ascendió al 92,4 %.
Quienes rechazaron esas refinanciaciones son técnicamente denominados “holdouts”, con una deuda a su favor, entre capital e intereses, de unos 15.000 millones de dólares, según datos del Gobierno argentino. Se trata de personas o instituciones que habían comprado bonos emitidos por el gobierno argentino, y que ante la declaración de que estos no serían pagados prefirieron vender a la baja y por lo menos recuperar alguna parte de su dinero.
Se trata de acreedores individuales e institucionales de Alemania, Japón, Estados Unidos, Italia -miles de jubilados de ese país- y también de Argentina.
Los fondos que compraron esos bonos a
precios ínfimos asumieron el riesgo, y el costo, de litigar ante la
eventualidad de que algún tribunal les de la razón.
De ese grupo, los fondos de inversión especulativos representan apenas el 1 % -tienen sentencia a favor para cobrar 1.500 millones de dólares, entre capital e intereses-, pero son los más beligerantes, con poder de fuego suficiente como para contratar poderosos bufetes de abogados y desplegar estrategia de “lobbying” y tiempo para sentarse a esperar si es que ganaban.
Entre los litigantes, algo más de la mitad del monto reclamado está en manos del fondo de inversión NML Capital, controlado por Elliot Management Corporation, conglomerado fundado en 1977 en Nueva York con un capital inicial de un millón de dólares y que hoy tiene activos 23.000 millones de dólares.
El grupo, mayormente dedicado a los negocios financieros, ya había hecho jugadas similares a la concretó con Argentina, comprando bonos en mora de Perú y Congo.
Elliot es propiedad de Paul Singer, un millonario, abogado de profesión, de tendencia conservadora, que financió campañas políticas de republicanos como Mitt Romney y Rudy Giuliani, tiene fama de filántropo y hasta figura como miembro del consejo de la administración de la Escuela de Medicina de Harvard.
Singer es además creador de la American Task Force Argentina (Afta), orientado a hacer “lobbying” entre jueces, legisladores y medios de comunicación para convencerles de sus argumentos en el litigio entablado contra Argentina en los tribunales de Nueva York.
En su batalla contra Argentina, NML Capital logró, entre otras cosas, embargar en 2012 la Fragata Libertad, buque insignia de la Armada argentina, mientras estaba anclada en un puerto de Ghana.
Otro de los fondos querellantes es EM, propiedad del magnate Kenneth Dart, residente en las Islas Caimán, famoso por ganarle un juicio a Brasil tras comprar bonos “basura” de ese país y por ser el dueño del mayor fabricante de vasos térmicos de los Estados Unidos, cuya filial en Argentina fue denunciada en 2013 por el Fisco por presuntas sobrefacturación y fuga de divisas.
También es uno de los grandes querellantes que tiene a Argentina contra las cuerdas el fondo Aurelius, de Mark Brodsky, también magnate y abogado, como Singer, y a cuyas ordenes trabajó en el mismísimo NML.
Brodsky fue bautizado como “Terminator” por el diario británico “The Independent” debido a su poca flexibilidad como acreedor y tiene fama de hacer suculentos negocios comprando bonos de empresas en crisis para luego canjearlos por acciones y volverse su dueño.
Además de esos tres grandes “buitres” que acechan a Argentina, hay otros 44 polluelos que, como fondos de inversión, también van prendidos en el litigio.
De ese grupo, los fondos de inversión especulativos representan apenas el 1 % -tienen sentencia a favor para cobrar 1.500 millones de dólares, entre capital e intereses-, pero son los más beligerantes, con poder de fuego suficiente como para contratar poderosos bufetes de abogados y desplegar estrategia de “lobbying” y tiempo para sentarse a esperar si es que ganaban.
Entre los litigantes, algo más de la mitad del monto reclamado está en manos del fondo de inversión NML Capital, controlado por Elliot Management Corporation, conglomerado fundado en 1977 en Nueva York con un capital inicial de un millón de dólares y que hoy tiene activos 23.000 millones de dólares.
El grupo, mayormente dedicado a los negocios financieros, ya había hecho jugadas similares a la concretó con Argentina, comprando bonos en mora de Perú y Congo.
Elliot es propiedad de Paul Singer, un millonario, abogado de profesión, de tendencia conservadora, que financió campañas políticas de republicanos como Mitt Romney y Rudy Giuliani, tiene fama de filántropo y hasta figura como miembro del consejo de la administración de la Escuela de Medicina de Harvard.
Singer es además creador de la American Task Force Argentina (Afta), orientado a hacer “lobbying” entre jueces, legisladores y medios de comunicación para convencerles de sus argumentos en el litigio entablado contra Argentina en los tribunales de Nueva York.
En su batalla contra Argentina, NML Capital logró, entre otras cosas, embargar en 2012 la Fragata Libertad, buque insignia de la Armada argentina, mientras estaba anclada en un puerto de Ghana.
Otro de los fondos querellantes es EM, propiedad del magnate Kenneth Dart, residente en las Islas Caimán, famoso por ganarle un juicio a Brasil tras comprar bonos “basura” de ese país y por ser el dueño del mayor fabricante de vasos térmicos de los Estados Unidos, cuya filial en Argentina fue denunciada en 2013 por el Fisco por presuntas sobrefacturación y fuga de divisas.
También es uno de los grandes querellantes que tiene a Argentina contra las cuerdas el fondo Aurelius, de Mark Brodsky, también magnate y abogado, como Singer, y a cuyas ordenes trabajó en el mismísimo NML.
Brodsky fue bautizado como “Terminator” por el diario británico “The Independent” debido a su poca flexibilidad como acreedor y tiene fama de hacer suculentos negocios comprando bonos de empresas en crisis para luego canjearlos por acciones y volverse su dueño.
Además de esos tres grandes “buitres” que acechan a Argentina, hay otros 44 polluelos que, como fondos de inversión, también van prendidos en el litigio.
EFE
Tomado de http://www.larepublica.ec
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