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La Segunda Guerra Mundial concluyó hace 69 años. Sin
embargo, hasta nuestros días no dejan de surgir llamativos casos de
identificación de criminales nazis que gozan de libertad en diferentes
países del mundo, especialmente en EE.UU.
Algunos de esos nazis entraron en EE.UU. ilegalmente, con documentación falsa o mintiendo sobre su participación en las atrocidades nazis.
Pero hubo una parte a los que se les permitió la entrada y la
residencia, a pesar de tener una información detallada sobre su pasado,
ya que la CIA decidió usarlos en labores de inteligencia, denunció el
diario 'The New York Times' ya en 2010, haciendo referencia a un informe
del Departamento de Justicia al que tuvo acceso. De acuerdo con el
documento, los criminales nazis participaban principalmente en las
operaciones anticomunistas durante la Guerra Fría.
Según 'The New York Times', los nazis residentes en EE.UU. eran "mucho menos de 10.000", pero nunca dio una cifra exacta. El Departamento de Justicia de EE.UU. se dio cuenta de la escala del problema 34 años después de que las Fuerzas Aliadas pusieran fin al Tercer Reich y creó en 1979 la Oficina de Investigaciones Especiales, una entidad que se dedicó a localizar e identificar a los nazis en el territorio estadounidense. Desde entonces, más de 300 criminales nazis fueron deportados, privados de su ciudadanía y se les prohibió la entrada al país, según la cifra oficial. Sin embargo, la justicia no siempre funcionó.
Uno de los casos más destacados fue el de Otto Von Bolschwing, uno de los autores de los planes iniciales para 'limpiar' Alemania de judíos convertido en agente de alto rango de la CIA desde 1945. La opinión pública conoció su pasado nazi en 1981, pero von Bolschwing murió antes de que pudiera iniciarse un proceso en su contra. Tenía 72 años de edad.
Otro ejemplo fue Arthur L. Rudolph, un científico que administraba la fábrica nazi de Mittelwerk que producía bombas y cohetes usando a trabajadores en condiciones de esclavitud. En EE.UU. trabajó para la NASA y fue padre del cohete Saturno V del programa Apolo. Según un memorando de 1949, las autoridades migratorias de EE.UU. recibieron una solicitud que les instaba a permitir a Rudolph que volviera a entrar en el país tras una estancia en México, porque no hacerlo "dañaría los intereses nacionales". En 1983, Rudolph firmó un acuerdo con EE.UU. y abandonó el país voluntariamente. El acuerdo que Arthur Rudolph firmó con EE:UU. estipulaba que él rechazaba voluntariamente su ciudadanía y a cambio no le procesarían, mantendrían intactos los beneficios de su pensión y su seguro social y no revocarían la ciudadanía a su esposa y su hija. En marzo de 1984 él y su familia llegaron a Alemania Occidental donde rechazó la ciudadanía estadounidense, como establecía el acuerdo, quedándose así sin ciudadanía alguna. En julio, Alemania solicitó de Washington todos los documentos relacionados con el científico para decidir si concederle la ciudadanía o someterle a juicio. Tras una larga investigación, en 1987, les concedieron la ciudadanía alemana debido a que no había bases legales para juzgarle: el asesinato era el único crimen que no había prescrito y él no estaba relacionado directamente con ninguno. Murió en 1996 por un fallo cardiaco, a la edad de 89 años.
A pesar de las destacadas filtraciones mediáticas y de investigaciones de organizaciones de defensa de los derechos humanos, la situación no parece haber cambiado mucho. En 2014 los intentos de llevar ante la justicia a los asesinos fascistas refugiados en EE.UU. siguen ocupando las portadas de los principales medios del mundo. La semana pasada Johann Breyer, un residente de Filadelfia de 89 años de edad, fue arrestado por haber formado parte de las SS como guardián en los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald y haber colaborado en el asesinato de unos 216.000 judíos. Breyer vive en EE.UU., país que le había concedido su ciudadanía ya en 1952. En varias ocasiones Alemania intentó reclamar su detención y extradición, pero hasta ahora siempre fracasó en el intento de que se le concediese.
Según 'The New York Times', los nazis residentes en EE.UU. eran "mucho menos de 10.000", pero nunca dio una cifra exacta. El Departamento de Justicia de EE.UU. se dio cuenta de la escala del problema 34 años después de que las Fuerzas Aliadas pusieran fin al Tercer Reich y creó en 1979 la Oficina de Investigaciones Especiales, una entidad que se dedicó a localizar e identificar a los nazis en el territorio estadounidense. Desde entonces, más de 300 criminales nazis fueron deportados, privados de su ciudadanía y se les prohibió la entrada al país, según la cifra oficial. Sin embargo, la justicia no siempre funcionó.
Uno de los casos más destacados fue el de Otto Von Bolschwing, uno de los autores de los planes iniciales para 'limpiar' Alemania de judíos convertido en agente de alto rango de la CIA desde 1945. La opinión pública conoció su pasado nazi en 1981, pero von Bolschwing murió antes de que pudiera iniciarse un proceso en su contra. Tenía 72 años de edad.
Otro ejemplo fue Arthur L. Rudolph, un científico que administraba la fábrica nazi de Mittelwerk que producía bombas y cohetes usando a trabajadores en condiciones de esclavitud. En EE.UU. trabajó para la NASA y fue padre del cohete Saturno V del programa Apolo. Según un memorando de 1949, las autoridades migratorias de EE.UU. recibieron una solicitud que les instaba a permitir a Rudolph que volviera a entrar en el país tras una estancia en México, porque no hacerlo "dañaría los intereses nacionales". En 1983, Rudolph firmó un acuerdo con EE.UU. y abandonó el país voluntariamente. El acuerdo que Arthur Rudolph firmó con EE:UU. estipulaba que él rechazaba voluntariamente su ciudadanía y a cambio no le procesarían, mantendrían intactos los beneficios de su pensión y su seguro social y no revocarían la ciudadanía a su esposa y su hija. En marzo de 1984 él y su familia llegaron a Alemania Occidental donde rechazó la ciudadanía estadounidense, como establecía el acuerdo, quedándose así sin ciudadanía alguna. En julio, Alemania solicitó de Washington todos los documentos relacionados con el científico para decidir si concederle la ciudadanía o someterle a juicio. Tras una larga investigación, en 1987, les concedieron la ciudadanía alemana debido a que no había bases legales para juzgarle: el asesinato era el único crimen que no había prescrito y él no estaba relacionado directamente con ninguno. Murió en 1996 por un fallo cardiaco, a la edad de 89 años.
A pesar de las destacadas filtraciones mediáticas y de investigaciones de organizaciones de defensa de los derechos humanos, la situación no parece haber cambiado mucho. En 2014 los intentos de llevar ante la justicia a los asesinos fascistas refugiados en EE.UU. siguen ocupando las portadas de los principales medios del mundo. La semana pasada Johann Breyer, un residente de Filadelfia de 89 años de edad, fue arrestado por haber formado parte de las SS como guardián en los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald y haber colaborado en el asesinato de unos 216.000 judíos. Breyer vive en EE.UU., país que le había concedido su ciudadanía ya en 1952. En varias ocasiones Alemania intentó reclamar su detención y extradición, pero hasta ahora siempre fracasó en el intento de que se le concediese.
Rusia Today
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