Durante los años de expansión paramilitar, varios bloques de Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) obtuvieron jugosos recursos derivados del hurto de hidrocarburos. Se calculan ingresos por más de 85 mil millones de pesos.
Para las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), el hurto de hidrocarburos resultó un negocio tan rentable como el narcotráfico para el financiamiento de su proyecto político y militar.
De eso dan
cuentan investigaciones de fiscales de la Unidad de Justicia y Paz y
testimonios aportados por desmovilizados de bloques como el Mineros, Central Bolívar, Metro y Cacique Nutibara, entre otros.
Unos
y otros han dejado al descubierto cómo esta actividad ilegal llegó a
generar más de 85 mil millones de pesos anuales, entre los años 2000 y
2005, para las arcas de esta organización armada. De hecho, la
documentación acopiada por el Ente Investigador señala que en estos años
el 90% del hurto de combustible realizado a la empresa Ecopetrol, la
más afectada por este ilícito, era atribuible a las Auc mientras que el
restante 10% se repartía entre las guerrillas y la delincuencia común.
Aunque
se trató de un robo realizado de manera sistemática y amplia por todo
el territorio nacional, Antioquia y Santander fueron regiones donde el
flagelo se sintió con gran fuerza. En estos departamentos, jefes
paramilitares como Rodrigo Pérez Alzate, alias ‘Julián Bolívar’, Carlos Mauricio García, alias ‘Rodrigo Doble Cero’, y Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘don Berna’,
consolidaron un sofisticado sistema de extracción, transporte y venta
de gasolina que se extendió a varios municipios de Antioquia, Santander,
Norte de Santander y el sur del César.
Para las autoridades,
lo aportado por los “paras” desmovilizados se ha convertido en
información vital para combatir el contrabando de combustible, que aún
hoy continúa golpeando con fuerza en regiones como Antioquia, donde los
herederos del paramilitarismo siguen viendo en la gasolina su fuente de
financiación y motivo de fuertes disputas y vendettas.
Verdadabierta.com
reconstruyó la historia de este cartel de la gasolina, cómo nació, cómo
operó y quienes fueron los principales extractores.
¿Cómo nació el Cartel?
Todo nació en Barrancabermeja, Santander. Allí, el negocio de la gasolina era manejado por las guerrillas de las Farc y del Eln, que no solo vendían el “derecho” a la explotación ilegal a grupos de delincuencia común que actuaban en inmediaciones de los tubos de la refinería de Ecopetrol, sino que también cobraban un impuesto de acuerdo con las cantidades de combustible extraídas por cada grupo delincuencial.
Según
la Fiscalía, “cuando la guerrilla tuvo el control de estos territorios,
diseñó una estrategia basada en la venta de “puestos o enchimbres”
(sitios en los que se instalaban válvulas ilegales para extraer
gasolina). Cada facción guerrillera vendía el derecho a la perforación
ilegal de los tramos del oleoducto de Ecopetrol sobre los que tenía
‘propiedad’”.
Fue entonces cuando nació el denominado “cartel
de la gasolina” en Santander manejado por las guerrillas. Pero con la
llegada de los paramilitares el sistema cambió. Cuando las Autodefensas
de Santander y Sur del Cesar (Ausac), comandadas por Guillermo Cristancho Acosta, alias ‘Camilo Morantes’,
incursionaron a San Rafael de Lebrija, empezaron a extraer directamente
el hidrocarburo. El encargado de estas operaciones eras alias
‘Rogelio’, quien le vendía a Luis Carlos Gandul, alias ‘Ingeniero’, para
que la comercializara en el sur del Cesar.
El ‘Ingeniero’
revendía la gasolina a una refinería en Cartagena y a varias estaciones
de servicio, entre ellas Maraven, Aguachica o la Kennedy, el Juncal,
Morrison, todas ubicadas en los municipios de San Martín y Aguachica
en el departamento del Cesar. Según la Fiscalía, Luis Carlos Gandul fue
capturado por estos hechos en Bucaramanga.
Así, mientras las
Auc se consolidaban como las principales responsables del tráfico de
combustible hurtado en Santander, en 1997 el Bloque Metro de las
Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) instalaba en el
corregimiento Cristales del municipio de San Roque, nordeste de
Antioquia, una de sus más importantes bases militares.
Para Carlos Mauricio García, alias ‘Rodrigo Doble Cero’,
máximo comandante de esta estructura paramilitar, Cristales revestía
vital importancia: desde allí conectaba fácilmente con el Magdalena
Medio y el Oriente antioqueño; se adentraba en históricos fortines del
Eln y, como si fuera poco, cerca a esta localidad cruza el poliducto
Sebastopol-Cartago, que transporta gasolina desde la refinería en
Barrancabermeja hasta la ciudad de Cartago, en el Valle del Cauca.
Ante
la negativa de ‘Rodrigo Doble Cero’ de incursionar en el narcotráfico,
el hurto de gasolina terminó convertido en la principal fuente de
financiación de este bloque. Fue precisamente alias ‘El Panadero’,
lugarteniente del Bloque Metro, el encargado de instalar las primeras
válvulas a lo largo del poliducto, así como de coordinar el transporte y
venta del combustible hurtado a varias estaciones de gasolina del
Norte, Nordeste y Valle de Aburrá, en Antioquia.
Si bien el
robo de combustible en Antioquia inició en Cristales, éste se extendió a
lo largo del tramo, llegando incluso a las goteras de Medellín. En la
capital antioqueña, los paramilitares del bloque Metro instalaron
válvulas en las veredas La Palma, La Loma y El Morro del corregimiento
San Cristóbal; las veredas Buga y Patio Bonito del corregimiento
Altavista; y Montañitas y Potrerito, del corregimiento San Antonio de
Prado.
Para finales del año 2000 vino la declaración de
guerra de varios comandantes paramilitares contra ‘Rodrigo Doble Cero’,
lo que derivó en una dura confrontación en la que la peor parte la
llevaron los integrantes del Metro. ‘El Panadero’ y sus hombres fueron
expulsados de Cristales; en el Oriente antioqueño sufrieron una dura
derrota; y en Medellín, los hombres bajo el mando de Diego Fernando
Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, los expulsaron a sangre y fuego de
los barrios.
Los territorios y las actividades ilegales del
Bloque Metro, como el tráfico de combustibles, fueron cooptados por el
Bloque Mineros de Ramiro Vanoy Murillo, alias ‘Cuco Vanoy’ y el naciente Bloque Cacique Nutibara de ‘Don Berna’.
Situación
similar se registraba en Santander. Carlos Castaño ordenó asesinar a
‘Camilo Morantes’ por sus excesos en contra de la población civil y los
paramilitares al mando de Rodrigo Pérez Álzate, alias ‘Julián Bolívar’,
del Bloque Central Bolívar, tomaron el dominio de Barranca y sus
alrededores entre finales del 99 y enero del 2000.
Para
octubre de este año se creó el Bloque Central Bolívar y Oscar Leonardo
Montealegre Beltrán, escolta y hombre de confianza de Pérez Álzate,
empezó a manejar el negoció. Bajo la administración de Montealegre, el
modelo de extracción ilegal cambió poniendo fin a la venta de los
llamados “puestos”.
Fue entonces cuando la explotación quedó
únicamente reservada para las Auc y la comercialización fue designada a
miembros de la población civil, entre ellos niños que se paraban a lado
de las vías para vender las llamadas pimpinas (recipientes plásticos
para transportar la gasolina robada).
El funcionamiento del cartel
Según documentos de la Fiscalía, los paramilitares instalaron válvulas en zonas rurales, solitarias y de difícil acceso, para facilitar el hurto. “En cada equipo había un ‘taladrero’, persona experta en la perforación del tubo y en la instalación de la respectiva válvula. Se contaba también con un grupo de mecánicos, encargados del mantenimiento del lugar de extracción”, señala el Ente Investigador en su informe.
Las
válvulas eran confiadas a un pequeño grupo paramilitar, que tenía,
además, un encargado de la fiscalización y control de las cantidades de
combustible sustraído, quien gozaba de la absoluta confianza del
comandante de finanzas del bloque. Los paramilitares aprovechaban la
noche para extraer mayores cantidades de hidrocarburo.
También
se designaban “moscas”, hombres encargados de cuidar y avisar si se
acercaban las autoridades al área del ‘enchimbre’. Finalmente, dentro
del grupo encargado de cada válvula había “vendedores” encargados de
medir y entregar el producto a los compradores y conductores que
distribuían las canecas con el combustible robado en camiones pequeños.
Toda
la operación estaba bajo la custodia de un grupo de seguridad
seleccionado directamente por el encargado del enchimbre, el cual
coordinaba con el comandante militar del sector o la comuna. El
combustible hurtado era vendido en pimpinas de 5, 8, 15 y 55 galones,
las personas encargadas de estas ventas eran conocidas como ¨pimpineros¨
y no pertenecían a la organización. También se vendía en carrotanques
de 3.200, 5.000 y 10.000 galones.
En la zona rural de
Barrancabermeja, por la zona de campo 23, entraban las tractomulas que
eran parqueadas en sitios estratégicos como en la estación La Palermo.
Según la Fiscalía, uno de los conductores del cartel llevaba el vehículo
hasta el enchimbre por seguridad.
En Antioquia, el Bloque
Metro, primero; y el Bloque Minero después, surtían en promedio nueve
carrotanques semanales que eran cargados en el corregimiento Cristales
de San Roque. De ahí iniciaban su viaje por vías secundarias y
terciarias del departamento, con el fin de evadir los controles
policiales en las principales troncales departamentales, entre ellas la
vía a la Costa Norte, la Doble Calzada Bello-Hatillo y la Autopista
Medellín-Bogotá.
Versiones entregadas por el postulado Luis Adrián Palacio Londoño, alias ‘Diomedes’,
una de esas rutas empleadas para el transporte del combustible era
salir al municipio de Gómez Plata, luego a Carolina del Príncipe y de
ahí por trochas hasta llegar a Santa Rosa de Osos. “Los carrotanques se
contrataban y se les decía que era gasolina robada. Y se les pagaba a
los conductores. Y todo ese combustible se vendía en las estaciones de
gasolina de Santa Rosa de Osos y Yarumal, todas las que había a lo largo
de la Troncal a la Costa”, declaró alias ‘Diomedes’.
Por su
parte, otro desmovilizado del bloque Cacique Nutibara admitió
recientemente ante un fiscal de Justicia y Paz que esta organización
llegó a surtir en promedio 200 carrotanques mensuales entre los años
2001 y 2003. El combustible, según su declaración, era vendido en las
estaciones de gasolina de los corregimientos de San Cristóbal, San
Antonio de Prado y la Comuna 13 de Medellín, lo mismo que en puestos
improvisados para la venta al menudeo a particulares.
“Cada
carrotanque nos pagaba dos millones de pesos”, explicó el postulado,
quien además agregó que “se llenaban pimpinas de 12 galones y se vendía a
20 mil pesos”.
“Tanto para los conductores de camiones,
buses, carros de servicio público y privado, como para proveedores de
otras zonas, las estaciones de servicio eran los puntos ideales para el
abastecimiento de combustible porque el galón de gasolina y los demás
derivados del petróleo como el A.C.P.M., se conseguían a precios mucho
más bajos que en el resto del país o de las estaciones de servicio que
estaban dentro del perímetro urbano de ciudades como Barrancabermeja”,
asevera la Fiscalía en sus informe.
Infiltrados y colaboradores
Las pérdidas para Ecopetrol cada vez era más grandes debido a los robos del combustible. Para contrarrestar esta situación, la compañía petrolera estableció mecanismos de control como el uso de bolas de polietileno, temporizadores y marcadores de gasolina. Sin embargo, todos los intentos fueron en vano ya que los paramilitares, además de encontrar la forma para burlar los controles, contaron con el apoyo de infiltrados dentro de Ecopetrol.
Cuando enviaron bolas de polietileno para
taponar las perforaciones ilegales, los paramilitares pusieron mallas
que las contenían. Luego, cuando Ecopetrol instaló un temporizador para
detectar fugas y emitir una alarma, las Auc descifraron el sistema y
cerraban la válvula antes de que el temporizador se activara.
Finalmente,
cuando Ecopetrol intentó marcar el combustible, bloques como el Central
Bolívar consiguieron el marcador original y la documentación necesaria.
De esta forma, cuando las autoridades paraban los vehículos con canecas
de combustible, como las canecas tenían un marcador y los documentos en
regla, la gasolina robada parecía legal.
Según información de
la Fiscalía, uno de los encargados de conseguir los documentos era Luis
Fernando Landeazabal, alias ‘Perico’ o ‘Sebastián’, miembro del Boque
Central Bolívar, quien tenía un contacto con un funcionario de Ecopetrol
que le vendía el marcador, las tablas comparativas y la documentación
respectiva. De este colaborador se desconoce su paradero.
También
les colaboraba Juan Octavio Triviño Mariño, jefe de seguridad del tramo
Barrancabermeja- Puerto Berrio, quien conseguía facturas, información,
sellos de seguridad y tintas para las Auc. Triviño fue coronel del
Ejército retirado y fue asesinado el 1 de febrero del año 2004 en el
sector de Peroles, Barrancabermeja.
En Antioquia las fichas
claves del “cartel de la gasolina”, tal como lo han confesado
paramilitares en Justicia y Paz, fueron oficiales del Ejército
acantonados en el Batallón Girardot y uniformados de las estaciones de
Policía de Santa Rosa de Osos y Yarumal, municipios del norte del
departamento. Al respecto, el Ente Investigador ya compulsó copias para
que se investigue al teniente coronel del Ejército, John Jairo Cardona
Chaparro, quien se desempeñó como comandante del Batallón Girardot del
Ejército, ubicado en Yarumal; y el sargento de Policía de Carreteras
Edgar Restrepo Castañeda.
Testimonios de varios exintegrantes
del bloque Mineros los señalan de ser permanentes colaboradores en los
negocios de los paramilitares, entre ellos el tráfico de drogas y de
gasolina. “A ellos les pagábamos cinco millones de pesos mensuales. La
plata salía de las vacunas, para eso eran, para pagar la Ley. Es que
donde come uno, comen todos, ese era nuestro dicho y claro, había que
darle a la Fuerza Pública”, aseveró ante Justicia y Paz alias
‘Diomedez’.
Aparecido en Verdad Abierta.com
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