Si la verdad debe ser dicha para la construcción de los caminos de la
utilidad y la virtud, para reconocer el error y criticarlo proponiendo
soluciones o enfoques que permitan entender lo que parece inentendible.
Entonces al intelectual cubano le vale una reflexión necesaria.
Ya es tendencia molesta ver cómo el ejercicio del academicismo,
persistente en muchos escenarios universitarios e incluso fuera, se
tolera como algo natural, a veces completamente alejado del enfoque
político, ensimismado sólo en la pura epistemología. Cuestión que la
crítica por miedo al rango científico o los cargos de algunos evade, sin
llamar a la necesaria reflexión.
¿De qué hablo? Pues me refiero a los muchos simposios, talleres
conferencias, publicaciones y cualquier otro evento, que dan los
necesarios créditos para una buena evaluación, pero cuyos resultados
parecen ser solo hechos para el ámbito académico, como si la sociedad no
estuviese esperando los mil remiendos que necesita para salvar los
errores que por lógica naturaleza emanan del propio hombre.
Puede que alguien no lo crea pero hay hasta un plan que cumplir e
informes que rendir sobre este aspecto, y no serían malas prácticas si
la objetividad fuera común denominador. Debo recordar que ya Martí,
Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Fidel han hablado del papel de la
intelectualidad en el contexto revolucionario. Él que resumiendo ideas,
debe estar comprometido con la verdad y el ejercicio de la crítica
revolucionaria.Crítica que no se esconde ni se mueve en el secretismo,
ni en los pasillos, ni se queda entre las relatorías de los eventos.
No deberíamos cocinarnos en nuestra propia salsa, algo que hacemos
con demasiada sistematicidad. A los escenarios de intercambio académico
debe invitarse cuanto actor o agente social se pueda, incluso hay temas
que pienso se deben dialogar más con los estudiantes en los centros de
altos estudios, cosa que está orientada, pero que no siempre ocurre de
la forma más productiva.
Un simple ejemplo es el tema de la política monetaria y el proceso de
cambios necesarios de esta. Pregunto: ¿Se habrá tratado con suficiente
claridad y profundidad en los escenarios estudiantiles y laborales? ¿A
quién le tocará encausar el debate, crear los espacios e incluso invitar
a las personas necesarias a estos?
A este tema se le podrían sumar el referido al deterioro de valores
de nuestra sociedad, la guerra cultural y sus consecuencias en Cuba, la
lucha contra la corrupción, la violencia social, el nuevo y viejo
racismo económico entre otros.
El ilustre sociólogo francés Pierre Bourdieu también se ha pronunciado sobre el asunto y yo comparto sus puntos de vista. Está bueno ya de que mientras un grupo de intelectuales porque en Cuba los tenemos, están en pleno campo de batalla, otros muchos y yo diría demasiados, solo estén pensando en sus viajes para mayor ingreso personal o tras el vacío prestigio de ser los dueños absolutos de campos investigativos, más metidos en sus teorías que en la realidad. La vida del pensador cubano es difícil, sé que no vivimos al margen de las carencias sociales, ni de las muchas limitaciones institucionales, es verdad, pero el mérito está en adentrarnos en la batalla con la ciencia por espada, en aras del bien de Cuba y de todos los cubanos.
Aplaudo a los que con sus estudios rescatan la historia, resguardan
nuestras tradiciones o mejoran las prácticas científicas en todas las
ramas, socializando sus resultados y haciendo de su campo un escenario
de combate, dentro o fuera del país. Desdeño infinitamente a los
superdotados de títulos con nombres o no, que viven sólo para mariposear
entre las nubes y alrededor de la estúpida torre de marfil donde se
posan y desde donde se ve más el idealizado cielo que la tierra con sus
mortales pecados y grandes contradicciones.
Autor: Julio César Pérez Verdecia (julio.verdecia@umcc.cu)
Tomado de http://jovencuba.com/
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