jueves, 5 de diciembre de 2013

Cuba, los intelectuales y la Torre de Marfil

 

Si la verdad debe ser dicha para la construcción de los caminos de la utilidad y la virtud, para reconocer el error y criticarlo proponiendo soluciones o enfoques que permitan entender lo que parece inentendible. Entonces al intelectual cubano le vale una reflexión necesaria.

Ya es tendencia molesta ver cómo el ejercicio del academicismo, persistente en muchos escenarios universitarios e incluso fuera, se tolera como algo natural, a veces completamente alejado del enfoque político, ensimismado sólo en la pura epistemología. Cuestión que la crítica por miedo al rango científico o los cargos de algunos evade, sin llamar a la necesaria reflexión.

¿De qué hablo? Pues me refiero a los muchos simposios, talleres conferencias, publicaciones y cualquier otro evento, que dan los necesarios créditos para una buena evaluación, pero cuyos resultados parecen ser solo hechos para el ámbito académico, como si la sociedad no estuviese esperando los mil remiendos que necesita para salvar los errores que por lógica naturaleza emanan del propio hombre.

Puede que alguien no lo crea pero hay hasta un plan que cumplir e informes que rendir sobre este aspecto, y no serían malas prácticas si la objetividad fuera común denominador. Debo recordar que ya Martí, Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Fidel han hablado del papel de la intelectualidad en el contexto revolucionario. Él que resumiendo ideas, debe estar comprometido con la verdad y el ejercicio de la crítica revolucionaria.Crítica que no se esconde ni se mueve en el secretismo, ni en los pasillos, ni se queda entre las relatorías de los eventos.

No deberíamos cocinarnos en nuestra propia salsa, algo que hacemos con demasiada sistematicidad. A los escenarios de intercambio académico debe invitarse cuanto actor o agente social se pueda, incluso hay temas que pienso se deben dialogar más con los estudiantes en los centros de altos estudios, cosa que está orientada, pero que no siempre ocurre de la forma más productiva.

Un simple ejemplo es el tema de la política monetaria y el proceso de cambios necesarios de esta. Pregunto: ¿Se habrá tratado con suficiente claridad y profundidad en los escenarios estudiantiles y laborales? ¿A quién le tocará encausar el debate, crear los espacios e incluso invitar a las personas necesarias a estos?

A este tema se le podrían sumar el referido al deterioro de valores de nuestra sociedad, la guerra cultural y sus consecuencias en Cuba, la lucha contra la corrupción, la violencia social, el nuevo y viejo racismo económico entre otros.

El ilustre sociólogo francés Pierre Bourdieu también se ha pronunciado sobre el asunto y yo comparto sus puntos de vista. Está bueno ya de que mientras un grupo de intelectuales porque en Cuba los tenemos, están en pleno campo de batalla, otros muchos y yo diría demasiados, solo estén pensando en sus viajes para mayor ingreso personal o tras el vacío prestigio de ser los dueños absolutos de campos investigativos, más metidos en sus teorías que en la realidad. La vida del pensador cubano es difícil, sé que no vivimos al margen de las carencias sociales, ni de las muchas limitaciones institucionales, es verdad, pero el mérito está en adentrarnos en la batalla con la ciencia por espada, en aras del bien de Cuba y de todos los cubanos.

Aplaudo a los que con sus estudios rescatan la historia, resguardan nuestras tradiciones o mejoran las prácticas científicas en todas las ramas, socializando sus resultados y haciendo de su campo un escenario de combate, dentro o fuera del país. Desdeño infinitamente a los superdotados de títulos con nombres o no, que viven sólo para mariposear entre las nubes y alrededor de la estúpida torre de marfil donde se posan y desde donde se ve más el idealizado cielo que la tierra con sus mortales pecados y grandes contradicciones.

Autor: Julio César Pérez Verdecia (julio.verdecia@umcc.cu)

Tomado de  http://jovencuba.com/

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