El asesinato grabado del periodista estadounidense, James
Foley, por la yihad del autoproclamado Estado Islámico de Irak y Levante
(EIIL) ha puesto en la picota del panorama occidental el grave
conflicto, que desde hace meses, se vive en el país; vecino del,
también, combate sirio. Estados Unidos considera el hecho como un «acto
terrorista», anunciando «medidas represivas»; Europa hace lo propio ante
la posibilidad de que el verdugo que aparece junto al periodista sea de
origen británico. No resulta extraño, según estimaciones, la cifra de
combatientes europeos por la causa desplegados en el lugar superaría el
millar.
Las sospechas parecen confirmarse. Según apuntaban este domingo «The Sunday Times»
y el «Daily Mail» (ambos, diarios británicos y citando a «fuentes
gubernamentales»), el verdugo habría sido identificado como ciudadano
británico por los servicios secretos de la isla. Su identidad
respondería a la de Abdel Majed Abdel Bary, de 23 años, cantante de rap
no muy conocido (aunque una de sus canciones llegó a sonar en los
espacios musicales de BBCRadio) que artísticamente se hacía llamar
Lyricist Jinn y residente hasta hace un año en el barrio londinense de
Maida Vale. Será en el verano del año pasado cuando su perfil se
radicalice, momento en que tras anunciar en su cuenta de Twitter que
dejaba la música por el amor que profesaba a Alá, se enroló en el
combate sirio, en respuesta a la llamada de uno de sus mejores amigos,
también integrante de la yihad.
Aunque el gobierno británico no ha confirmado tales informaciones, su
embajador en EE.UU. ha trasmitido a Washington el buen rumbo de las
investigaciones llevadas a cabo por el MI6 (Servicios Secretos
británicos), quienes dice, están «muy cerca de la identificación».
El joven, como también apuntan los diarios, sería el jefe de un
comando yihadista, apodado The Beatles, desplegado en la frontera de
Siria con Irak, cuyos integrantes serían de origen europeo y que por su
perfecto inglés estarían encargados de custodiar a los occidentales,
secuestrados en la zona y retenidos en la ciudad de Racca.
Su radicalización se habría producido vía redes sociales, influidos
por los perfiles del entorno del predicador Anjem Choudary, islamista
radical británico conocido en las redes sociales. Unas redes, que
también habría utilizado para alardear de sus acciones exitosas en el
terreno, en Siria previsiblemente, habría colgado un foto suya con una
cabeza humana.
De no ser porque su padre, Adel Abdul Bary, sospechoso de ser uno los
colaboradores más cercanos de Bin Laden y de formar parte del aparato
director de una célula de Al Qaeda en Londres (por lo que está en
prisión preventiva a la espera de sentencia en EE.UU); todo apuntaría al
caso de un joven que simplemente se habría unido a la causa influido
por terceros a los que frecuentaba en Londres (en Twitter había
descartado cualquier participación de su familia).
¿Se repite el patrón en el resto de Europa?
Si, de confirmarse la autoría por parte de este joven. Con la
difusión del vídeo de la cruenta decapitación de Foley por manos
yihadistas, no han sido pocos los medios que se han hecho eco del
informe que SousanGroup, empresa especializada en seguridad en entornos
afectados por terrorismo, publicó el pasado mes de junio. Bajo el título
«Foreign Fighters in Syria» («Combatientes extranjeros en Siria»), se
analiza el perfil de los extranjeros en el conflicto y se apunta a la
nada desdeñable cifra de 12.000 combatientes foráneos en la zona (desde
hace tres años en Siria y ahora, además, en el Estado Islámico de Irak).
La procedencia de todos ellos está repartida entre 81 países. Aunque
los de corte árabe son los que aportan un mayor número, Túnez 3.000,
Arabia Saudí 2.500 o Marruecos 1.500; el número de occidentales podría
estar entre los 2.000 y 4.000. De estos últimos (se incluye al gran
bloque de Norteamérica y Europa), nuestro continente está a la cabeza,
siendo Francia (700), Reino Unido (400), Bélgica (250), Alemania (100) y
España (51), los lugares de mayor procedencia dentro de la UE.
El perfil de estos, también varía atendiendo al lugar del que
proceden. La mayoría de los procedentes de países árabes tienen
experiencia en conflictos formando parte de grupos terroristas locales,
como unos 500 saudíes pertenecientes a Jabhat al-Nursa, por tanto son
más mayores (edades superiores a los 30-35 años) incitados a la adhesión
por el propio grupo; en el caso de los occidentales ocurre todo lo
contrario. Su perfil corresponde al de un joven entre 18-30 años, sin
experiencia alguna en conflictos, teniendo que someterse a programas de
entrenamiento, nacido en occidente con familia, tal vez de origen árabe
(no en todos los casos y en los que sí, no suele haber un alto
porcentaje que comparta las ideas de la yihad) y que se ha visto
seducido por los terroristas en las redes sociales. En el caso de los
occidentales también se da la peculiaridad de que, aunque en porcentaje
reducido, hay mujeres comprometidas con la causa en dos corrientes: por
un lado, las menos, mujeres que tras demostrar su experiencia en el
manejo de armas son admitidas en la lucha, y por otro, en su mayoría,
mujeres que son parejas de combatientes locales a los que conocen por
Internet, asignándoles entonces puestos de intendencia, como cocinar
para el grupo.
Por tanto nos encontramos ante un cóctel elaborado en Europa y en el
que se mezclan juventud, redes sociales y el entorno social del
individuo. Este último, a diferencia de conflictos anteriores, no parece
estar en proporción mayor, ya que aunque un porcentaje sí que son
jóvenes no integrados en la comunidad, en entornos poco amables para con
los musulmanes, de bajos ingresos económicos por sus repetidas
situaciones de desempleo y autores de pequeños delitos (caso habitual en
los barrios de la periferia de Paris o en el caso español, en Ceuta y
Melilla); un buen número procede de realidades totalmente distintas. Son
jóvenes que van desde los que están perfectamente integrados en su
comunidad y que son de clase media, hasta otros con estudios superiores
en universidades de prestigio (caso de Reino Unido) y de donde se
denotan sus mayores posibles económicos.
En el primer caso, el de jóvenes no integrados, la difusión de
propaganda en las redes sociales es el principal motor de afiliación.
Una estrategia muy cuidada, atendiendo a la moda del momento, como son
los selfies en plenas zonas de combate, fotos con gatitos o también
imágenes de hombres blandiendo armas con el atardecer de fondo;
convierten a las imágenes en el perfecto sustitutivo de la información,
que más bien escasea. Incluso, siguiendo los patrones occidentales de
merchandising que dicen odiar, exponen en las redes camisetas con los
logotipos paramilitares, cortos donde se asegura la victoria que con
seguridad ciega les espera y hasta cómo estampar el escudo de la yihad
en una cupcake. Funcionan como una empresa de marketing, que vende un
argumento fácil a este tipo de jóvenes a los que los verdaderos motivos
de su situación se les escapa.
En cambio, al joven integrado y con estudios superiores lo convencen
los argumentos que los terroristas exhiben en portales web y revistas
online de cuidadísimos grafismos y gran calidad en su diseño. En estos
espacios, los yihadistas, bajo seudónimos, ofrecen artículos y
entrevistas de corte académico en los que tratan de convencer de las
bondades de la «guerra santa».
En este sentido, el Primer ministro británico, David Cameron, ha
mostrado su preocupación por los jóvenes británicos que están acudiendo a
estos conflictos en Oriente Próximo y se afana en su intento de
bloquear el acceso a estas páginas web para evitar, en lo posible, un
futuro mayor efecto reclamo. Uno de los miembros de su ejecutivo,
Theresa May, ministra del Interior, ha pedido, sin mucho éxito (este
Gobierno cuida mucho su imagen de cara a los conflictos internacionales,
evitando el escarnio público que supuso la guerra de Irak para el
laborista Tony Blair), el apoyo de la Cámara de Comunes para aprobar una
legislación de seguridad más restrictiva que corte el flujo de
combatientes. En un artículo para The Daily Telegraph respecto al
asunto, la ministra mostró su intención de crear supuestos civiles que
permitan prohibir estos grupos extremistas que sin alcanzar la condición
de terroristas contemplada en la ley, se aproximan en sus idearios y
forma de proceder. El planteamiento de supuesto civil es muy importante,
porque implicaría la intervención de Soctland Yard sin autorización
judicial, para por ejemplo, intervenir llamadas entre miembros de estos
grupos.
La respuesta europea al conflicto
A nivel europeo, pocos son los recursos conocidos para luchar contra
estas redes de captación, más allá de los evidentes operativos conjuntos
que llevan a cabo los servicios secretos de los Estados Miembros. Lo
que sí parece confirmarse, es el envío de armas y demás suministros
bélicos a las autoridades oficiales iraquíes que más resistencia están
mostrando al avance yihadista: las fuerzas de la región autónoma del
Kurdistán (región del noroeste del país, cuya lucha hasta el momento
parece más efectiva que la llevada a cabo por el ejército y dirigida
desde Bagdad).
El envío de armas va en consonancia con el comunicado que emitieron
de forma conjunta los tres portavoces del Servicio de Acción Exterior de
la UE el pasado día 21, en el que aparte de condenar el brutal
asesinato de James Foley, anunciaron que la intención de la Unión es
«dar apoyo y sumar esfuerzos a la lucha internacional contra el
terrorismo, contra la violación de los derechos humanos y a fin de
restaurar la unidad, la soberanía y la integridad territorial de Irak y
Siria».
Por el momento, los envíos a la región del Kurdistán desde occidente
son los siguientes: Alemania remitirá chalecos antibalas, gafas de
visión nocturna, cascos y detectores de explosivos, sin descartar armas;
Italia hará lo propio con armas decomisadas en la guerra de los
Balcanes; Albania enviará 22 millones de cartuchos, 32.000 proyectiles
de mortero y 15.000 granadas defensivas; Reino Unido ha enviado un avión
espía que recopile información sobre el terreno para las autoridades
iraquíes y Canadá, fletará aviones de carga para transportar todo el
armamento.
De esta forma, Alemania, Italia, Albania, Reino Unido y Canadá, se
suman al apoyo que Francia y Estados Unidos vienen dando a la zona,
especialmente este último quien lleva a cabo bombardeos selectivos que
debilitan puntos clave para el avance de los yihadistas hacia la presa
estratégica de Mosul.
La situación tiene visos para largo y no se descarta una nueva
barbarie como la cometida con Foley. El también periodista
norteamericano, Steven Joel Sotloff, se encuentra secuestrado por el
mismo grupo, que ya ha anunciado que «de proseguir los ataques de EE.UU.
no dudaremos en matarlo. Todo depende de Barack Obama, él es el
responsable de sus muertes». De producirse de nuevo otra muerte violenta
y cruel, se generaría un revuelo mediático que EE.UU. y occidente en
general temen, pero de pagar un hipotético rescate, cosa a la que
Washington no acostumbra, supondría un ejemplo de cómo occidente se
pliega ante la yihad. Una victoria, ésta, que constantemente los
terroristas venden y que podría seducir a más occidentales.
Por Diego Pardo Fernández
Tomado de http://www.euroxpress.es
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