domingo, 8 de febrero de 2015

La “disidencia” no estará jamás en la mesa de las negociaciones Cuba-EEUU



Cuba ha dejado bien claro a su contraparte que nunca negociará sobre la base de cuestionar sus asuntos internos y su soberanía. Eso incluye, por supuesto, el desconocimiento a la impostada y falsa “sociedad civil” apadrinada por los Estados Unidos, lo que entraña que nunca este tema será aceptado en cualquier negociación.

Creer que Cuba cederá en este aspecto a cambio de supuestos beneficios económicos generados por un comercio justo con EEUU es realmente un error de apreciación de quienes así lo esperan.

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Las recientes audiencias en el Congreso de EE.UU. sobre el acercamiento con Cuba, realizadas en días anteriores, pusieron sobre el tapete varias cuestiones que desnudan el trasfondo de la política del poderoso vecino del Norte con respecto a la Isla. Política de acercamiento contradictoria, limitada y llena de malsanas intenciones, donde la transparencia queda sumida en un oscuro closet.

En primer lugar, aupados por la derecha intolerante dentro del Congreso, varios mercenarios expusieron su oposición al levantamiento del criminal bloqueo a la que llaman su “patria”, como fueron los casos de los contrarrevolucionarios Berta Soler, Jorge Luis García Pérez y otros, tratando de legitimar las posiciones de esa propia derecha reaccionaria. Otros abogaron por el acercamiento diplomático, pero poniendo inaceptables condiciones para la parte cubana.

Dentro de esta aparente confrontación de puntos de vista –reflejo mismo de las contradicciones existentes entre la derecha reaccionaria y la derecha moderada en EEUU-, existe oculta la intención común de estos títeres de ser tenidos en cuenta en el proceso de diálogo, arguyendo una inmerecida representatividad dentro de la sociedad cubana.

La sobredimensionada “disidencia” es solo un reducido grupo de grupúsculos cuya incidencia en la sociedad cubana actual apenas tiene incidencia alguna. Además, pesa sobre ella la perniciosa percepción para el cubano común de que la misma ha sido impostada artificialmente para servir los propósitos desestabilizadores del tradicional enemigo de Cuba, quien la financia y la usa a su antojo.

El argumento de que el establecimiento de relaciones entre los dos países servirá como “balón de oxígeno” para el gobierno cubano, manido de por sí, ha sido uno de los más sostenidos por la contrarrevolución interna y externa. 

Según declaró equivocadamente a EFE Sebastián Arcos, director adjunto del Instituto de Investigación Cubana de la Universidad Internacional de Florida, de que: "Los disidentes cubanos juegan un papel importante para ambas partes", aferrándose a la incomprensión sobre el rol de la contrarrevolución en este nuevo contexto político. 

Sí, es cierto que EEUU trata de mantenerla a toda costa, por ahora, al menos hasta que encuentre a otros sujetos para su pretendido “cambio” en Cuba, como factor de desestabilización interna en la nación caribeña. Por ahora a Obama le son útiles no solo para implementar su guerra ideológica anticubana –la cual sería iluso pensar que cesaría al reestablecerse las relaciones diplomáticas-, sino para convencer a la ultraderecha de su preocupación por el controvertido tema de los derechos humanos y la democracia.

Sin embargo, para la parte cubana poco importa un reducido grupo de provocadores a los que se sabrá enfrentar con más eficacia y transparencia legal en la medida en que las reformas necesarias en nuestro Código Penal salgan a la luz. Aún más, la misma acompaña su desprestigio y es menos nociva cuando se encuentra dividida –más por razones de ambiciones y lucro desmedido que por disensiones políticas entre sí-.

Cuba ha dejado bien claro a su contraparte que nunca negociará sobre la base de cuestionar sus asuntos internos y su soberanía. Eso incluye, por supuesto, el desconocimiento a la impostada y falsa “sociedad civil” apadrinada por los Estados Unidos, lo que entraña que nunca este tema será aceptado en cualquier negociación.

Creer que Cuba cederá en este aspecto a cambio de supuestos beneficios económicos generados por un comercio justo con EEUU es realmente un error de apreciación de quienes así lo esperan.

Por su parte, Ted Piccone, investigador del Centro de Estudios Brookings sobre asuntos de América Latina, comete otro error de esencia cuando generaliza indebidamente el impacto de la contrarrevolución interna sobre la comunidad cubana en el exterior. Su declaración de que: "Para muchos estadounidenses, especialmente los exiliados, la pequeña comunidad de disidentes en la isla son los héroes que han tomado grandes riesgos personales y profesionales para exigir el respeto de los derechos humanos", es absurda. Cada día aumenta la falta de credibilidad de estos grupúsculos provocadores, los que solo son manipulados descaradamente por organizaciones contrarrevolucionarias radicadas fuera de Cuba, en beneficio de sus exclusivos proyectos y de sus arcas personales, al ser intermediarios de la ayuda financiera de la USAID y otros organismos.

El propio Piccone agrega: "… hay que reconocer que hay una gran variedad de voces de la sociedad civil en Cuba -artistas, religiosos, pequeños empresarios, académicos, afrocubanos, líderes de la comunidad LGBT, etcétera- que también deberían ser oídas". Por supuesto, nunca pensó en aceptar en esa consideración a la única y verdadera sociedad civil cubana, la que apoya su Revolución y el proceso de transformaciones que se lleva a cabo en Cuba.

De tal manera, amigos lectores, el tema de la contrarrevolución interna nunca será un escollo para Cuba pues la misma no se dejará presionar para reconocerla, ni le dará el protagonismo que sus amos tratan de ofrecerle.


Percy Francisco Alvarado Godoy

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