¡Felicidades, Fidel! Esa es
la frase que ronda hoy, con emotividad sin límites, en cada uno de nuestras
mentes y corazones.
Mil gracias por haber
existido para Cuba y para todos los pueblos del mundo.
Especialmente para los que
de alguna manera te cuidamos y evitamos que la mano asesina del Imperio cegara
tu vida –lo que equivale a decir todo nuestro pueblo y, particularmente, nuestros
abnegados compañeros del MININT y el MINFAR-, el tenerte presente nos honra y
aumenta el compromiso hacia ti.
Seguimos con orgullo y
dedicación aquella frase del inolvidable Carlos Rafael Rodríguez, expresada en
el acto por el XX aniversario de la Revolución: “Cuidar a Fidel es cuidar a la
Revolución en su conjunto. Fidel es el tesoro de nuestra patria, es el punto
coagulante del proceso revolucionario”
Hoy, anciano pero con una
mente prodigiosa, nos sirves de ejemplo diario para seguir conquistando el
porvenir.
El 18 de mayo del 2004 te escribí
una carta titulada “Carta de un gladiador a Fidel Castro”, la cual tiene total
vigencia en cuanto retrata mis más profundos sentimientos hacia tu persona. La
retomo de nuevo, junto a un poema que escribí, en donde se mantiene mi
compromiso contigo, con Raúl, mi Partido y mi Revolución.
Querido
Fidel:
Cuando
le vi Fidel, y también le escuché, aquel inolvidable 14 de mayo, al frente de
su pueblo en el Malecón habanero, supe que estaba viviendo un momento histórico
de sin par trascendencia. Nunca antes ni David, ni Meñique, habían alcanzado
tan inigualable estatura al desafiar al poderoso Goliat. Nunca antes una voz se
había levantado en nombre de la razón, para oponerse al desenfreno y a la
impunidad, como lo hizo la suya en esta ocasión.
Para
mí estaba claro. Usted no hablaba sólo por los cubanos, capaces de desafiar con
heroísmo durante más de cuatro décadas al vecino todopoderoso, diestro en
pisotear a los demás y dispuesto a endilgarle por la fuerza su voluntad.
Hablaba por todos los que hemos sido excluidos y marginados durante siglos;
hablaba por quienes albergamos en cualquier lugar del planeta la sana
convicción de que un mundo mejor es posible. Hablaba por los que ya no están
junto a nosotros y se nos fueron en el justo desafío por la vida y hablaba, por
supuesto, por los que vendrán mañana y recibirán de nosotros nuestro optimismo
y nuestra fe en la justicia.
Mientras
usted leía su “Proclama de un adversario al gobierno de Estados Unidos”,
muchos, como yo, experimentamos inenarrables emociones. Pero de todas ellas,
tal vez la más significativa, fue el sentirnos más dignos que nunca, más
capaces de estar prestos al sacrificio si el enemigo nos impone la contienda.
Más
de una vez, cuando lejos de Cuba me enfrentaba, en su propio terreno, a
aquellos que han fraguado crímenes horrendos contra este hermoso y valiente
pueblo, me preguntaba sobre qué me podía motivar a permanecer allí, apegado al
sacrificio de estar lejos de los míos y conviviendo con mafiosos y criminales.
No me fue difícil encontrar la respuesta precisa: estaba allí para ser digno
con los míos y, especial, para ser digno con usted.
Por
eso ese viernes de marcha combativa, de puños levantados y de justos reclamos,
supe una vez más dónde estaba mi preciso lugar. Supe que para mí, como para
todos aquellos que lo acompañamos por el Malecón y por los que faltaron (pero
estaban presentes en nosotros), no habría privilegio más grande que
acompañarlo, como los hicieron con Espartaco una vez miles de gladiadores, en
la gran marcha hacia la libertad. Sepa pues que allí estaremos, junto a usted,
en el sagrado oficio de defender a la Patria, y de hacerla digna y grande para
los que vendrán mañana.
Al
escucharlo pensé en mis padres, no lo niego, anónimos soldados en la defensa de
Cuba. Mi propia madre, que en su lecho de muerte proclamó: ¡Gracias, Fidel, por
dejarme morir en tu tierra!, estaría aún más orgullosa de usted, como lo estuve
yo ese día.
Por
último, permítame sacar a la luz un poema que escribí en medio del mayor
secreto, cuando Fraile llegaba a Cuba desde Miami en busca de su verdadera
identidad, por breve que fuera el momento, y en el que expongo que ser soldado
suyo ha sido, en mi vida, la más alta satisfacción que he experimentado. Son
unas cuartillas de magro verso, pero escritas con el corazón, y así se las
ofrezco, a usted y a Cuba, con el sólido compromiso de no fallarles jamás.
Yo
me voy con Fidel,
para
abrirle senderos de luz a la larga noche americana,
para
llenar de fuegos al surco herido
y
a contagiarlo de genuina esperanza.
Me
voy con él, a devolverle el pan al marginado,
a
poner una estrella sobre la frente
de
todo aquel excluido y olvidado,
azotado
y herido,
hecho
girón amargo por el terco abandono.
Yo
me voy con Fidel,
a
reparar el desvelo de tanta madrugada;
a
restañar heridas y a enmendar injusticias;
a
tejer con las manos un mundo nuevo y promisorio
en
el que habiten sueños satisfechos,
y
a ofrecerle voz ronca a las campanas.
Yo
me voy con Fidel,
a
ponerle a las gentes alternativas de luz
en
su cansancio;
a
darle su estatura a la mañana,
a
ofrecerle justo precio al sacrificio,
y
a hacer que esta hora se prolongue
en
un parto de tangible optimismo.
Yo
me voy con Fidel.
para
darle al pobre su bandera, su adarga y una espada de luz.
Me
voy sin sobresaltos ni temores,
convencido,
para
que viva eterna nuestra lucha y la sana ambición
que
nos motiva,
más
allá de los siglos,
más
allá del recuerdo que dejemos
a
los que nos prolongarán alguna vez.
Yo
me voy con Fidel,
para
inundar de verde olivo cada rincón del mundo
y
para hacer del puño firme un arma poderosa,
y
a la razón una verdad imbatible.
Me
voy con él,
definitivamente,
a
resolver conflictos y a repartir por todos lados
un
poco de esperanza.
Me
voy con él, como uno más
de
los que apuestan por el futuro,
a
hacerme eterno y necesario
en
su trinchera.
Tanto yo, como todo nuestro
pueblo, hemos realizado una jornada de puro y entrañable amor, alegría infinita
y siembra de ideas, para honrar en sus fechas natales tanto a ti como a tu
entrañable hermano: Hugo Rafael Chávez Frías. Ese ha sido el mejor regalo de tu
pueblo, para ti y en su memoria.
Si tengo un hermano, tomando
prestado el título de la canción de nuestro querido Silvio, servirá como motivo
de recordación y respeto hacia ustedes dos, en ocasión de conmemorarse tu
cumpleaños 88 y el 60 que cumpliría el entrañable, eterno y siempre presente Eterno
Comandante de Venezuela Bolivariana, el 28 de julio pasado.
No hubo amistad más hermosa
que la de ustedes. No hubo más lealtad que la que existió entre ambos. No ha
habido en esta época seres más dignos para Nuestra América, la Patria Grande,
que ustedes dos. Ambos son y serán dignos de imitar más allá de su muerte
física.
Con profundo dolor,
compartido por todos, escribiste al conocer la muerte del entrañable camarada: "El
5 de marzo, en horas de la tarde, falleció el mejor amigo que tuvo el pueblo cubano a lo largo de su historia".
Al despedirse de ti, Chávez
te envió vía Twitter su penúltimo mensaje público, el 18 de febrero de 2013:
Gracias a Fidel, a Raúl y a toda Cuba!! Gracias a Venezuela por tanto amor!!!
— Hugo Chávez Frías (@chavezcandanga) febrero 18, 2013
Luego Chávez escribiría su último tweet, sin perder un ápice del optimismo que lo caracterizó:
Sigo aferrado a Cristo y confiado en mis médicos y enfermeras. Hasta la victoria siempre!! Viviremos y venceremos!!!
— Hugo Chávez Frías (@chavezcandanga) febrero 18, 2013
Como ve, Comandante, me
privilegio de ser su compañero de trinchera hoy y en la circunstancia de ser
agredidos. Allí estaré, humildemente, como un gladiador más, pero tal vez no
diciéndole al nuevo emperador: “¡Salve, César”! Los que van a morir, te
saludan. Nosotros, los hermanos de esta Isla ejemplar y digna, le diremos a
ella, que es quien mejor merece nuestro saludo al partir al combate: ¡Salve,
Cuba! Los que te defenderemos, te saludan.
¡Hasta la Victoria siempre!
Percy Francisco Alvarado
Godoy (Fraile)
No hay comentarios:
Publicar un comentario