El 10 de octubre pasado hubo una gran
manifestación en Ankara, Turquía. Miles de personas recorrieron la
ciudad condenando atentados habidos y exigiendo la paz. Empero, una gran
explosión provocada por dos terroristas suicidas dejó 95 muertos y 245
heridos: el peor atentado de la historia moderna de Turquía.
El
gobierno turco aprovechó el ataque para acusar a las milicias kurdas
del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), con las que está en
conflicto, pero fuentes de la seguridad del Estado indicaron desde el
principio que la masacre apuntaba al fundamentalista y sanguinario
Estado Islámico. Pero también hay otras responsabilidades y
culpabilidades del atentado de Ankara y de otros.
Aunque puede parecer la trama cutre de
una película mediocre de serie B, hay evidencias para afirmar que los
países más desarrollados de Occidente son también responsables de la
barbarie islámico-fundamentalista. Hay diversos modos de ser culpable:
no asesina sólo quien aprieta el gatillo. El derecho penal establece el
grado de responsabilidad en la comisión de delitos. En los crímenes hay
autores intelectuales, inductores, ejecutores, cómplices necesarios,
cómplices y encubridores. De esas responsabilidades por crímenes
terroristas, algunas corresponden a gobiernos occidentales.
Más cerca, desde principios de 2011, en
el intento de controlar el máximo territorio de Siria, el Estado
Islámico no sólo se ha enfrentado a tropas gubernamentales del dictador
sirio, sino también a rebeldes laicos sirios, a otros grupos musulmanes y
a nacionalistas kurdos.
El Estado Islámico impone la Sharia en los territorios que controla, y Amnistía Internacional ha denunciado “torturas y ejecuciones
sumarias” en centros de detención secretos del Estado Islámico, donde
encierran a ciudadanos sirios por fumar cigarrillos, tener sexo fuera
del matrimonio o simplemente pertenecer a un grupo que no sea el Estado
Islámico. También han detenido a docenas de periodistas extranjeros y a
trabajadores de organizaciones humanitarias.
El canadiense Michel Chossudovsky,
director del Centro de Investigación de la Globalización en Montreal, ha
recopilado docenas de evidencias que muestran que el Estado Islámico
fue creado con la colaboración y financiación de la CIA, del Instituto
de Inteligencia y Operaciones Especiales israelí y el MI6 británico, más
los servicios de espionaje pakistaníes y de Arabia Saudita. Por su
parte, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y el Estado Mayor
del Ejército de Turquía han colaborado en contratar o han impulsado la
contratación de mercenarios para el Estado Islámico desde marzo de 2011,
cuando empezó la guerra de Siria. Soldados de Fuerzas Especiales
británicas y agentes de espionaje occidentales han entrenado a rebeldes
yihadistas en Siria, incluso en la utilización de armas químicas.
Todo empezó, según Chossudovsky y otros
autores, con los atentados de Nueva York, Estados Unidos. Aquel brutal
ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 proporcionó la
justificación para librar una guerra abierta contra Afganistán, entonces
considerado patrocinador del terrorismo de Al Qaeda como casus belli.
Y para sentar las bases de la llamada guerra global contra el
terrorismo que hoy dice librarse en Siria. Pero, ¿quiénes son los
terroristas en esa guerra? Por otra parte, y es mucho más preocupante,
los componentes de esa guerra tienen derivaciones en gran parte del
mundo y son una espada de Damocles para las libertades y derechos de la mayoría de la gente. En África, sin ir más lejos.
El terrorismo es un tremendo azote pero,
como ha dicho Noam Chomsky, “hay una manera sencilla de acabar con el
terrorismo, no del todo, pero sí en gran parte, y es dejar de ser parte
del mismo”. En Occidente se ha recurrido al terrorismo para combatir el
terrorismo.
Xavier Caño Tamayo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista y escritor
http://contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2015/10/25/el-estado-islamico-otras-invenciones-de-occidente/
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