Asesinado en San
Salvador cuando oficiaba misa el 24 de marzo de 1980 por un francotirador
contratado por la ultraderecha, Romero fue tildado en los últimos años de su
vida y después de muerto de “desequilibrado” y “marxista” y acusado de ser un
“títere” de la Teología de la Liberación por sus sermones contra la oligarquía,
las injusticias sociales y la represión.
Esas acusaciones, lanzadas
por diplomáticos, políticos, religiosos y hasta cardenales, frenaron el proceso
de canonización de monseñor Romero, quien fue beatificado finalmente el 23 de
mayo en su ciudad, 19 años después de que el proceso fuera abierto oficialmente
por el Vaticano en 1997. “Lo estaban lapidando con la piedra más dura que
existe en el mundo: la lengua”, lamentó sin tapujos el papa argentino ante los
fieles y obispos salvadoreños que viajaron a Roma para agradecerle la
beatificación de monseñor Romero y abogar por su pronta canonización.
“Hago míos los
sentimientos del beato monseñor Romero, que con fundada esperanza ansiaba ver
la llegada del feliz momento en el que desapareciera de El Salvador la terrible
tragedia del sufrimiento de tantos de nuestros hermanos a causa del odio, la
violencia y la injusticia”, afirmó el papa en la audiencia celebrada en la Sala
Clementina del Vaticano.
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