viernes, 11 de enero de 2013

Conmoción en París por el crimen de tres kurdas

PARÍS.- ¿Operativo "eficaz" de los servicios secretos turcos? ¿Sórdido arreglo de cuentas entre facciones kurdas rivales? ¿Venganza religiosa de origen iraquí? Todas las hipótesis parecen verosímiles para comprender el brutal asesinato de tres mujeres, activistas del movimiento kurdo PKK, eliminadas fríamente anteayer con disparos en la cabeza en pleno centro de París.

El episodio, que parece extraído de una historia de espionaje y guerra de las sombras entre movimientos políticos rivales, provocó enorme conmoción en Francia, donde no se producían ajustes de cuentas desde la guerra sucia entre las organizaciones palestinas y el servicio secreto israelí Mossad, en los años 70 y 80, o los asesinatos de líderes iraníes perpetrados por el régimen de los ayatollahs en los 80 y 90.

La justicia francesa abrió ayer una investigación después del descubrimiento de los cadáveres de las tres militantes en los locales del Centro de Información del Kurdistán, en el primer piso del 147 de la calle Lafayette, en el 10° distrito de París.

"Fueron abatidas, asesinadas, sin duda ejecutadas", declaró ayer el ministro del Interior francés, Manuel Valls, en el lugar de los hechos. Para Leon Edart, responsable de la Federación de Asociaciones Kurdas en Francia, las víctimas habrían abierto la puerta a sus asesinos.

El drama se produce en momentos en que el gobierno turco y Abdullah Oçalan, líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, prohibido en Turquía y en Europa, donde es considerado un movimiento terrorista), actualmente encarcelado en Turquía, negocian un cese de las hostilidades que duran desde 1984.

En Ankara, el gobierno islamista y conservador denunció de inmediato "la atrocidad" cometida, que calificó de "ejecución extrajudicial". Por su parte, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, emitió la hipótesis de un "arreglo de cuentas" dentro del PKK.

El jefe del gobierno turco subrayó que podría tratarse también de un acto de "sabotaje" de sectores que se oponen a una solución del conflicto kurdo en Turquía, que costó la vida a más de 45.000 personas.

Versiones

Numerosas versiones concordantes aseguran que las tres víctimas recibieron una bala en la cabeza, disparadas con armas con silenciador. Dos de ellas fueron alcanzadas en la nuca. La tercera presentaba impactos en el vientre y la frente.

Edart precisó que las tres militantes estaban juntas en los locales del centro anteayer al mediodía. Cada una evitaba quedarse sola en esos locales. Además de varias vainas servidas, la policía habría hallado una valija con diversos objetos.

Las tres víctimas son militantes de la causa kurda. Fidan Dogan, de 32 años, era empleada permanente del Centro de Información y representante en Francia del Congreso Nacional del Kurdistán (KNK), basado en Bruselas. Residente en Francia durante muchos años, sus amigos la describieron como "siempre sonriente, sociable y llena de vida".

Sakine Cansiz, de 55 años, fue presentada por la prensa turca como una de los miembros fundadores del PKK. Con unos 20 años, Leyla Soylemez era la activista más joven y habría llegado a Francia hace poco tiempo.

Para los especialistas, varias pistas son posibles: un arreglo de cuentas dentro de la corriente del PKK que negocia con Ankara; una acción del movimiento de extrema derecha turco Los Lobos Grises, o un crimen crapuloso. Los kurdos de París denuncian "un acto político".

"Cada vez que hubo negociaciones en el pasado, los descontentos de ambas partes trataron de sabotear el proceso con golpes bajos", señaló Kendal Nezan.

El problema es que esta vez el triple crimen se produjo en el corazón de París. Cuando los tres cuerpos, envueltos en bolsas de plástico azul, fueron retirados del edificio, centenares de hombres y mujeres clamaron justicia.

En varias ocasiones la justicia francesa debió ocuparse de casos de violencia que implicaban a la comunidad kurda, en particular de casos de financiación del PKK. En Francia, los kurdos representan una población de más de 150.000 personas.
 

Por Luisa Corradini  | LA NACION

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