Una treintena de personas atacó el miércoles la embajada de la República Islámica de Irán en Berlín, Alemania.
De acuerdo con informaciones de la policía alemana, el grupo entró en
la sede diplomática y arrancó la bandera nacional, lanzó bolsas con
pintura y piedras contra la fachada del edificio.
Un grupo que dice ser parte de la oposición iraní se atribuyó la
autoría. La policía detuvo a 10 personas. El ministro de Asuntos
Exteriores iraní, Ali-Akbar Salehi, exigió "una amplia investigación de
este feo suceso", reseñó la agencia de prensa persa Fars.
Su homólogo alemán, el liberal Guido Westerwelle (FDP), consideró la
vulneración de la exterritorialidad del recinto diplomático como
"intolerable". El incidente se sitúa en el contexto de la política
anti-iraní que Berlín lleva adelante en diferentes niveles.
El gobierno alemán de la demócrata cristiana Ángela Merkel (CDU)
apoya tanto las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados
Unidos contra Irán por su programa nuclear como también aboga por un
"cambio de régimen" en Teherán.
Años atrás, la República Islámica había sido uno de sus principales
socios comerciales en Oriente Medio. Pero desde que Estados Unidos e
Israel aumentaron la presión a Irán, las relaciones entre Berlín y
Teherán han deteriorado constante y considerablemente. Mientras Irán ha
reconocido públicamente su respaldo logístico a la resistencia palestina
en su lucha contra la agresión israelí, la canciller Merkel ha vuelto a
apoyar incondicionalmente al gobierno de Tel Aviv.
Otro punto de discordia surge del hecho de que el Ejecutivo alemán
esté involucrado en el intento de derrocar al presidente sirio, Bashar
al Assad, importante aliado geoestratégico de Irán en el región.
Los alemanes mantienen un barco de espionaje electrónico ante la
costa de Siria y su servicio secreto exterior, el BND, colabora con el
denominado "Ejército Libre Sirio". Asimismo, Berlín ha manifestado estar
dispuesto a colocar sus baterías del sistema anti-misil "Patriot" en la
frontera de Turquía con Siria. En Berlín el Ministerio de Exterior ya
ha preparado junto con miembros de la oposición siria un plan para
reestructurar al país después de la caída del presidente Al Assad. Dados
los avances del Ejército leal al mandatario sirio en su lucha
antiterrorista y en contra de lo que diga la propaganda del ELS, el
proyecto de Westerwelle ha sufrido un contratiempo.
Sin embargo, el apoyo que brindan determinadas estructuras en
Alemania a las alas más radicales de la oposición siria, como lo son los
salafistas y wahabitas, se ha visto en varias manifestaciones que
denunciaban la agresión isarelí contra el pueblo palestino.
En dos ocasiones grupos de estos islamistas radicales, subvencionados
por Arabia Saudita, se introdujeron en las protestas con sus banderas y
pancartas. Primero se colocaron en lugares estratégicos y luego
coreando sus eslóganes "secuestraron" las manifestaciones ante la
impotencia de los organizadores de evitarlo. Después empezaron a lanzar
petardos y otros objetos e hicieron de nuevo caso omiso a los
responsables de la manifestación, que querían una protesta pacífica,
laica y general contra la masacre que sufría de nuevo el pueblo
palestino.
Los incidentes provocados por los islamistas servían a la policía
para disolver las manifestaciones. De esta forma quedaba perservada la
hegemonia mediática de la versión israelí sobre los sucesos en Gaza. Ya
hace varios meses la prensa alemana informó que la policía y los
servicios secretos alemanes se vieron obviamente incapaces de evitar el
traslado de salafistas con pasaporte alemán y que tenían controlado a
Oriente Próximo.
Ingo Niebel AVN 29/11/2012 10:39
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