Desde
tiempos remotos, tal vez cuando se conformó la primera colectividad en
la historia de la humanidad, los primitivos debieron sentir la necesidad
de organizarse y ponerse de acuerdo para cazar, pescar, recolectar o
trasladarse a mejores sitios que permitieran la subsistencia. Esa lógica
consustancial a los seres humanos –gregarios por antonomasia-, ha
venido evolucionando paralela al devenir humano.
La antiquísima Grecia señalada como cuna de lo que hasta nuestros días
llega como el concepto de democracia (entiéndase etimológicamente la
palabra demos: pueblo y Kratéo: yo gobierno), nos legó una filosofía,
doctrina y concepto teórico-práctico que ha tenido tantas definiciones
como pensadores han desarrollado este tema:
“Filosofía o sistema social que sostiene que el individuo. Solo por
su calidad de persona humana y sin consideración a sus cualidades,
rango, status o patrimonio, debe participar en los asuntos de la
comunidad y ejercer en ellos la dirección que proporcionalmente le
corresponde.”1
“Doctrina favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.”2
“Predominio del pueblo en el gobierno de un Estado.”3
Estos conceptos demuestran lo esencial que para la vida de los seres
humanos resulta la organización de la sociedad y la participación de los
ciudadanos en la toma de decisiones a diferentes niveles, no obstante,
en la etapa más reciente en la terminología política y mediática se ha
empleado muy limitadamente. El elemento de los partidos políticos y las
elecciones han significado el non plus ultra de la modernidad ante la
democracia.
A pesar de que en las civilizaciones antiguas occidentales -como
Grecia y Roma-, no existían partidos políticos sino concepciones acorde
con la época esclavista de ese período de la historia humana, en la
actualidad se pretende nuclear alrededor de esta teoría la vida y muerte
de una sociedad.
En días recientes como cada cuatro años el mundo gira no solo sobre
su imaginario eje, sino además lo hace por dos acontecimientos que
sustraen a buena parte de los seres racionales en este planeta, nos
estamos refiriendo a los Juegos Olímpicos de verano –en esa etapa del
año- y en las postrimerías del ciclo de trescientos sesenta y cinco días
las denominadas elecciones de los EE.UU. (la Roma de estos tiempos),
las cuales suelen concitar sentimientos encontrados, como atracción y
repulsión.
Una aproximación a la galopante realidad norteamericana nos
permitiría arrojar algo de luz a esa sociedad maniquea por naturaleza y
modélica por construcción mediática (los soberanos modernos) para el
resto de los mortales en este mundo -catalogado excelentemente por
Eduardo Galeano-, como al revés.
Tomemos por ejemplo los pasados comicios presidenciales y
congresionales (donde se eligen todos los representantes a la Cámara y
33 senadores de 100), así como 11 gobernadores, alcaldes y jueces en los
E.U.A., además el pueblo norteño tuvo que acudir a las urnas para
aprobar enmiendas, leyes federales y de los estados. Todo esto de por sí
ya es una enrevesada faena, súmele que tienen que hacerlo un día entre
semana -caso bastante exclusivo- no siempre contando con la venia de los
dueños o jefes de los puestos laborales, elemento que es un indicador
sine qua non para una simplificada asistencia a los sufragios.
Ahondemos algo más en este importante proceso, en materia de recursos
para ser postulado por alguno de los partidos políticos hegemónicos,
tiene necesariamente que contar con el apoyo de las élites de poder
económico y político, es decir, o se es millonario o se cuenta con el
respaldo de estos. Tan solo los candidatos a la presidencia del enorme
país al norte del continente americano, se gastaron en promociones
televisivas más de 2 mil millones de dólares, práctica vergonzosa para
una economía de cuyo vientre salen más desamparados y excluidos de los
derechos inalienables.
Un adagio popular estadounidense reza que no hay nada más parecido a
un demócrata que un republicano o viceversa, sin embargo, en ese país
existen otros partidos, aunque sin papel protagónico en la política y
toma del poder, ¿por qué exigir entonces a otros pueblos del mundo el
pluripartidismo si ellos pragmáticamente no lo ejercen?
Dentro de las acusaciones a los gobiernos, países y pueblos que no
tienen comprendido en su sistema político el multipartidismo, se puede
encontrar la alusión con frecuencia casi absoluta a una supuesta
carencia de democracia ¿acaso habrá que negar la historia antigua y el
surgimiento de las formas de gobiernos por la sencilla razón de la
inexistencia de partidos políticos? ¿No será esto una contradicción
mayúscula para quienes pretenden dar cátedra de libertades y democracia?
En extremo un porciento minoritario de individuos, familias, países
y/o grupos económicos controlan el 95 % de las riquezas que se producen
en el mundo y conducen al planeta al grado de tensión más elevado hasta
ahora conocido. No obstante, son los más a quienes les corresponden
menos recursos pero sí las mayores responsabilidades para salir de
tamaña peligrosidad, ¿en este trabalenguas quiénes salen perdiendo
siempre, los menos o los más?
La superpotencia ha visto estremecido sus bordes por los menos que se
hacen llamar Ocupa, comenzando sus protestas por el símbolo de la
dominación económica –Wall Street-, extendida en los momentos actuales a
todo el país. Entre Obama y Romney habrán votado por el primero
coronado a la postre nuevamente como inquilino de la casa oval,
¿conocerán estas valerosas personas que tanto uno como el otro son
hombres del sistema y no del pueblo, similar sería decir, que
representan al uno por ciento y no al 99?
¿Será conocido por el pueblo de los Estados Unidos de América que el
voto popular es un espejismo y no decide quien asume trono y cetro del
mundo? ¿Se habrán enterado que en el 2000 George. W. Bush –quien
encabezara esta debacle y uno de los períodos más oscuros para la
humanidad-, llegó a la jefatura imperial por medio del fraude validado
por un voto de la corte suprema de justicia, un mes después que fuera
felicitado el Vicepresidente Albert Gore por dignatarios de otros países
del mundo por haber ganado este, el voto popular?
Creemos que estarían satisfechos los ciudadanos norteamericanos si su
inscripción para votar fuera automática y gratuita al arribar a la edad
legalmente establecida para ejercer ese derecho. Encontrarían el
paraíso en la tierra si los partidos políticos no intervinieran en las
elecciones y fuesen los propios vecinos en asambleas de barrios quienes
propusieran a sus representantes y que esos mismos representantes
llegados desde el barrio y lugares más recónditos del país, pudieran
estar en el Congreso para legislar por ellos y para ellos.
Diría el poeta, qué cosa fuera, si en los EE.UU., los estudiantes,
campesinos, obreros o empresarios pequeños se hicieran presentes en la
institución que aprueba las leyes, o al menos, si fuesen consultados
mayoritariamente por su gobierno para enrumbar la economía, política y
sociedad misma.
Serían enormemente felices los del 99% de la población norteña si por
encima de diferencias tales como el color de la piel, sexo, religión o
capacidad adquisitiva -monetariamente hablando-, sus voces contaran y se
escucharan sin mediar escándalo alguno por la proximidad y conveniencia
de las elecciones. Acogerían con enorme alegría ser protegidos y
tratados con dignidad ante cualquier eventualidad natural por su
gobierno, teniendo este a los seres humanos como el centro de su
gestión.
Hospitales, escuelas, teatros, campos deportivos e institutos
científicos estarían abiertos al talento, ponderando la máxima que este
es masivo, sin importar el dinero de la chequera para entrar a estos
sitios. Parecería un sueño elevado a una impensable potencia para los
ciudadanos estadunidenses, sin embargo, qué casualidad, hay un país
pequeño al que llaman Cuba donde esto es una realidad.
Nuevamente habría que esbozar que es te mundo está al revés, sino
entonces ¿por qué se demoniza y critica por la falta de garantías
democráticas a este país caribeño? O será acaso que esa no es una
democracia, podría alguien por favor explicárnosla.
Referencias bibliográficas:
1- Diccionario de sociología de Henry Pratt Fairchild, Fondo de Cultura Económica, México
2-Sinónimos Iter 2000, Sopena Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona.
3- Dual Sopena ilustrado, Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona
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Tomado de Cubainformación http://www.cubainformacion.tv
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