Examina todo lo que ves / después pregunta a ti mismo:/¿quiénes somos esta vez? (Taras Shevchenko, “Epístola amistosa”)
La erupción de la violencia en la capital de Ucrania, Kiev surgida
desde que el presidente Víctor Yanukovich y su gobierno decidieron
posponer la firma del Acuerdo de Asociación y Libre Comercio con la
Unión Europea (UE) ha llevado al país a una grave crisis política y
económica. A raíz de esto, desde el pasado 21 de noviembre la Plaza
Maidan (Independencia) en el centro de la capital se ha convertido en un
campo de batalla entre la policía y los manifestantes descontentos por
la decisión del gobierno.
Como se esperaba, la prensa globalizada comenzó inmediatamente la
guerra mediática contra el gobierno de Ucrania acusándolo de la
violación de los derechos humanos y por supuesto, se solidarizó con la
demanda de los manifestantes de cambiar el gobierno y continuar la
integración de Ucrania en la UE.
Siguiendo el famoso dicho: a río revuelto ganancia de pescadores¨,
los políticos europeos y estadounidenses siguieron como por unísono la
misma tónica y no solamente mostraron su solidaridad con los
descontentos ucranianos, sino que participaron abiertamente en sus
marchas de protesta. Así lo hizo el ministro de relaciones Exteriores de
Alemania, Guido Westerwelle, el canciller canadiense, John Baird y un
sin número de políticos de Polonia, Alemania, Lituania, Georgia,
Estados Unidos entre muchos otros. Podríamos imaginar lo que pasaría con
los políticos rusos si tratasen de participar en una manifestación de
“los indignados” en España o Estados Unidos y pronunciar sus discursos
de apoyo o traer 15 millones de dólares a los partidos de oposición
como lo hizo la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland. También la
jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton pasó por la Plaza Maidan
para saludar a los manifestantes concentrados allí y se reunió con los
dirigentes opositores.
Por supuesto, que mucho antes del 21 de noviembre pasado, los
numerosos “especialistas” extranjeros en “revoluciones a color” y en
“caos programado” de Serbia, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos,
Georgia invadieron Kiev, de acuerdo al diputado de la Rada Suprema
(Parlamento), Oleg Zarev. Algunos de ellos, como el norteamericano Fink
Brian aconsejan a la oposición iniciar acciones violentas, como toma de
edificios gubernamentales que producirían víctimas para dar un impulso
decisivo para tumbar el actual gobierno. Los más expertos son los
representantes de la organización serbia, “Otpor” que puso fin al
gobierno de Slobodan Milosevic de la República Federal Socialista de
Yugoslavia y facilitó la desintegración del país. Según los periodistas
norteamericanos Steve Horn y Carl Gibson de la publicación Counterpunch,
el recién fallecido líder de “Otpor”, Srdja Popovic, quien participó
activamente en todas las “revoluciones a color” desde la desintegración
de los países socialistas, recibía dinero del departamento de Estado y
trabajó para la Stratfor (Strategic Forcasting Income), una empresa
privada estadounidense especializada en servicios de inteligencia y
espionaje. Frecuentemente este “especialista” fue invitado a las
reuniones del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) de los EE.UU.
El interés de los Estados Unidos y la Unión Europea en Ucrania tiene
larga historia geopolítica que se acrecentó después de la
desintegración de la Unión Soviética en 1991. Ya en los años 1980, el ex
asesor de la seguridad nacional de EE.UU. Zbigniew Brzezinski llegó a
la conclusión que Rusia sin Ucrania es un estado nacional normal, pero
Rusia con Ucrania es un imperio. Entonces el deber principal del
occidente es hacer todo lo posible para alejar Ucrania de Rusia e
integrarla a la OTAN lo que permitiría acorralar a Rusia militarmente.
Desde 1989 este político se dedicó a la elaboración del plan de estatus
independiente de Ucrania para prevenir el resurgimiento de Rusia como
superpotencia. La “revolución naranja” que sacudió a Ucrania en 2004 fue
parte de este plan y que consistía en la desestabilización de las
regiones fronterizas de Rusia.
Lo extraño es que el gobierno de Rusia nunca ha reaccionado a los
proyectos de Brzezinski respecto al futuro de Rusia y nunca ha
cuestionado su actitud hacia el país. Durante su visita a Siberia éste
lanzó la idea de separación de esta región de Rusia y su integración con
los Estados Unidos lo que supuestamente llevaría a la región a la
prosperidad y bienestar.
El otro gurú globalizador, Henry Kissinger habló recientemente en
Nueva York en el Fórum “El Mundo en 2014” donde dijo que los políticos
norteamericanos y europeos están cometiendo un error estratégico
haciendo peligrar la integración de Ucrania con la Unión Europea al
hacer un enfoque en la situación de los derechos humanos en el país.
Según Kissinger, Ucrania es muy importante para Europa y para lograr su
atadura al occidente habría que desvincular la política europea y
norteamericana en relación a Ucrania de los derechos humanos.
Todo esto explica porque tanto los EEUU como la UE no cuestionan la
participación de los partidos con la ideología neo-nazi en las
manifestaciones en la Plaza Maidan. Una de las organizaciones más
aguerridas y vociferantes en las manifestaciones es el partido “Svoboda”
(Libertad) ligado estrechamente con el Frente Nacional Francés. Hace
poco este partido ucraniano sustituyó su antiguo emblema-una runa
germánica por una mano con tres dedos extendidos. Fueron sus miembros
los que destruyeron la estatua de Lenin actuando al estilo de los
talibanes en Afganistán o miembros de al - Qaeda en Irak, Libia y Siria.
Su dirigente Oleg Tyagnibog llamó a sus compatriotas a “luchar contra
la mafia judía de Moscú”.
El otro partido, Alianza Democrática para la Reforma (UDAR-Golpe)
llama a la destitución del gobierno de Yanukovich legítimamente elegido
por su pueblo. Su líder, el boxeador profesional de peso pesado Vitaly
Klitchko promete que si Ucrania entra en la UE, dentro de 15 años será
uno de los países más fuertes de Europa y que el presidente de la
Comisión Europea sería un ucraniano”. Klitchko es el candidato preferido
de la canciller alemana Angela Merkel para sustituir a Yanukovich quien
es mimado financieramente por la Fundación Konrad Adenauer. Por
supuesto sus promesas son puras ilusiones. Fueron los líderes de la
oposición como Klitchko, Tyagnibok, Yazeniuk y algunos otros los que
enviaron una carta a Barack Obama pidiendo ayuda y sanciones económicas y
políticas contra el gobierno.
Lo que en realidad le exigen el Fondo Monetario Internacional (FMI) y
la Unión Europea al actual gobierno de Ucrania, para firmar el Acuerdo
de Asociación y Libre Comercio con la UE, es adoptar inmediatamente las
medidas de austeridad y reformas neoliberales al estilo del tristemente
conocido “Consenso de Washington”, la misma que destruyó toda la
infraestructura productiva en América Latina en los años 1980. Según el
estudioso Jozsef Borocz, la UE exige también a Ucrania deshacerse de
todos los mecanismos institucionales que el país logró desarrollar
durante siglos para proteger su economía de la competencia desleal y de
una posible crisis.
Ahora el FMI y la Comisión Europea ponen varias condiciones para la
asociación destacándose entre ellas la exigencia de reestructurar
completamente todo su sistema productivo para adoptar los estándares
europeos. Esto significa el cierre de la mayoría de sus complejos
productivos, suplantando productores nacionales por los europeos y un
aumento del desempleo y del empobrecimiento de la población. También el
FMI exigió un aumento de un 40 por ciento de las tarifas de gas y
calefacción, simultáneamente con el congelamiento de los salarios y la
eliminación de todos los subsidios.
Se calcula que este proceso de reestructuración y estandarización
requerirá de un enorme gasto que Ucrania no podrá afrontar sin ayuda de
la UE. Inicialmente el primer ministro de Ucrania, Micola Azarov indicó
que Ucrania debía recibir por su decisión de integrarse con Europa
entre 150 a 180 mil millones de euros. Por supuesto es un precio
inaceptable para Europa cuya economía no ve salida de la crisis. Según
las conclusiones del Fórum “El Mundo en 2014”, en el próximo año no se
espera en Europa el crecimiento económico.
Por eso, lo único que por el momento prometió la UE es un préstamo
de asistencia macro financiera de 610 millones de euros y lo ha
condicionado a que el país cierre un programa de reformas con el FMI a
cambio de este préstamo. Actualmente Ucrania bajó su reclamó a 20 mil
millones de euros. En su respuesta, la Comisión Europea ofreció una
ayuda anual de 120 millones de euros y otros 50 millones al año en
función de avances en las reformas democráticas. En realidad, desde el
punto de vista económico no es un buen momento para la Unión Europea de
tomar a su cargo un nuevo país con sus 46 millones de habitantes. Pero
la política y la ideología tienen un mayor peso en el actual mundo
globalizado que los cálculos económicos.
Para la misma Ucrania es más rentable en este momento mantener su
estrecha relación comercial con Rusia que integrarse con la UE. El 60
por ciento de los productos de exportación ucranianos terminan en Rusia.
Pero el mayor acercamiento de Ucrania hacia Rusia es percibido por los
globalizadores europeos y norteamericanos como el peligro de la
consolidación del proyecto del presidente ruso Vladimir Putin de crear
una Unión Euroasiática con Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania para formar
un polo de estabilidad en esta región. Para prevenir esto los políticos
europeos están tratando de apartar a Ucrania de Rusia e integrarla con
Europa para aprovecharse a la vez de este país, que es uno de los
mayores productores de granos en el mundo y de la mano de obra altamente
calificada y al mismo tiempo barata.
Frente a estas condiciones el gobierno de Yanukovich está oscilando
entre la firma del Tratado Aduanero con Rusia o de él de la Asociación
con Europa. Rusia le pone sus condiciones y la Unión Europea y los
Estados Unidos presionan hacia la dirección opuesta. A la vez los
manifestantes en la Plaza Maidan eufóricos y vehementes pero movidos por
intereses extranjeros, claman la entrada en la UE aceptando alegremente
y sin analizar las consecuencias, las exigencias de austeridad y el
neoliberalismo requerido por el FMI.
Mientras todo esto está sucediendo en Kiev, donde residen solamente
2.8 millones de habitantes, más de 40 millones que viven en el resto del
país mantienen silencio y la prensa globalizada los tiene olvidados.
Sin embargo, de la voluntad de estos 40 millones de ucranianos
dependería el destino de su país. Todo es cuestión de tiempo.
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