Hoy al mediodía se montó un show en la populosa esquina habanera de L y
23.
Es decir, según el procedimiento que establece el Manual para la
subversión editado por la Fundación Nacional Cubano Americana,
aparecieron en esa esquina, cada diez minutos, previo acuerdo con CNN y
otras agencias, dos personas vestidas de blanco que gritaban alguna
consigna. Las cámaras de los periodistas extranjeros esperaban ansiosas.
Cinco veces dos personas son apenas diez, pero es suficiente para
establecer la apariencia de que son muchas y armar algún lío ante la
irritación de los revolucionarios.
Desde ayer se había anunciado, y
había decenas de personas, mujeres y jóvenes, que portaban carteles de
Fidel y Raúl, de los Cinco, y banderas cubanas. Los escuché cantar el
Himno Nacional y la Marcha del 26 de julio, mientras se llevaban a las y
a los provocadores, algunos de ellos custodiados por mujeres policías,
como acto de protección.
Conocedores de la violencia policiaca que
impera en el mundo, incluso en la culta Europa –donde imágenes de
rostros ensangrentados o de policías armados de bastones golpeando de
forma indiscriminada, son comunes–, y de la ausencia de ella en Cuba,
los corresponsales que reportaban para medios cuyo perfil editorial es
la demonización de la Revolución cubana, se esforzaban por captar la
imagen de algún revolucionario indignado o el instante en que los
provocadores eran trasladados hasta el auto que los sacaría del lugar.
Yo les ofrezco, simplemente las mías.
Texto y fotos: Enrique Ubieta Gómez
http://la-isla-desconocida.blogspot.com
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