martes, 3 de junio de 2014

Archivo: Mi… ‘¿Querido?’… FBI. (XI) Matar a Fidel a toda costa (I)



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El FBI y sus confabulaciones y ceguera ante los planes magnicidas contra Fidel (I)

Desde el mismo triunfo revolucionario de 1959 en Cuba, e incluso un tiempo antes, Fidel fue el centro de varias maquinaciones para atentar contra su vida, originadas desde la Oficina Oval de la Casa Blanca, cuyo huésped en esos momentos era Dwight Eisenhower, según lo comprobó el Church's Select Committee, que pudo recabar información sobre ocho intentonas contra el líder rebelde y, posteriormente, primer ministro por esos tiempos. La CIA, la naciente contrarrevolución mafiosa de origen cubano que se hacinaba en Miami, New Jersey y otras ciudades de la unión, en connivencia con la ultraderecha norteamericana y la Cosa Nostra, no vacilaron en recurrir a los más increíbles medios para lograr tan siniestro objetivo: el empleo de emboscadas, colocación de artefactos explosivos, bazoocazos, francotiradores fijos y en plena marcha vehicular, diversos tipos de venenos y nocivos medios bacteriológicos, atentados contra su imagen pública, hasta ataques ideológicos directos y prematuros contra su persona, tildándolo de comunista.

Invitado por la Asociación de Editores de Periódicos de EE UU, Fidel arribó a ese país el 15 de abril de 1959. La estancia de Fidel entre el 15 y el 27 de abril representó un desplazamiento de buena voluntad a los EE. UU., con carácter no oficial. A pesar de ello, la curiosidad que despertó el líder cubano en las altas esferas del poder norteamericanos propició un encuentro entre Fidel y el vicepresidente Richard Nixon, el 19 de abril. Este encuentro fue crucial pues marcaría, para siempre, en lo más íntimo de Richard Nixon la convicción de que Fidel no se plegaría nunca ante EE UU y Nixon sellaba a partir de ahí su sentencia de muerte. Mientras tanto, Eisenhower jugaba al golf, ignorando deliberadamente la visita del mandatario cubano. Mientras tanto, Fidel aprovechó la estadía para visitar la ciudad de Washington, desarrollando diversas visitas a mausoleos como el de George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y la tumba del soldado desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington. Asimismo asistió a la Lawrenceville School, en Nueva Jersey, a las Universidades de Princeton y Harvard; encontrándose en Nueva York con el Secretario General de Naciones Unidas, Dag Hammarskjöld. Posteriormente y antes de partir a Houston, Texas, estuvo en un mitin en Central Park, el día 24, escenario del que se sería el primer atentado contra él en suelo norteamericano. Asediado por centenares de personas, Fidel pudo evitar una muerte segura cuando se descubrió una poderosa bomba debajo de la tribuna, ubicada en el Central Park, la cual fue detectada y desactivada de inmediato. Fue la única oportunidad en que el FBI y, particularmente, la NYPD, hizo algo para impedir su asesinato.

Desde los lujosos y sórdidos salones de la Casa Blanca, el gobierno norteamericano de Ike Eisenhower dio luz verde a la Agencia Central de Inteligencia para desarrollar un sinnúmero de planes dirigidos al asesinato de Fidel Castro, en muchos de los cuales participarían durante décadas Antonio Veciana, Luis Posada Carriles, Pedro Luis Díaz Lanz y otros terroristas de origen cubano. Uno de estos planes iníciales tuvo lugar en marzo de 1959, bajo la anuencia del jefe de la estación CIA en la Habana, James Arthur Noel, y del oficial de esta agencia nombrado David Morales. El fallido plan involucró al contrarrevolucionario Frank Sturgis, al traidor Pedro Luis Díaz Lanz y al norteamericano Patrick Gerry Hemmings y consistió en la colocación de una bomba que explotaría cuando Fidel asistiera a una reunión con personal de la fuerza aérea. Las fuertes medidas de seguridad adoptadas en esos momentos, hicieron desistir a los complotados, incapaces de poner en juego su vida en el siniestro empeño.

Meses después, en diciembre de 1959, con la anuencia de Allen Dulles, entonces jefe de la CIA, se autorizó un nuevo plan a ejecutarse en febrero de 1960, el cual consistió en asesinar a Fidel durante una visita que realizaría a la casa del entonces jefe de la seguridad cubana, Comandante Ramiro Valdés. Los complotados, neutralizados por las autoridades cubanas por la penetración de agentes dentro del grupo, fueron el agregado militar de la embajada norteamericana, mayor Robert van Horn, así como la norteamericana Geraldine Shamman y los nacionales Fernando López, Pablo Márquez y Homero Gutiérrez. Los nacientes órganos de la seguridad cubana ponían a prueba la efectividad de su trabajo con su agentura. A partir de ahí, la penetración de los grupos terroristas sería una costumbre operativa para proteger al líder cubano.

En la obcecada intención por destruir a la Revolución mediante el asesinato de su líder, doce nuevos planes de atentado serían preparados por la CIA en el transcurso del año 1960, entre los que se destacaron:

● Intento de asesinar a Fidel en la Universidad de la Habana, en abril de 1960, por parte de Manuel Guillot Castellanos, Rafael Sintairos Santiso y otros involucrados, bajo la dirección de Manuel Artime Buesa, quien por ese entonces se encontraba en Miami.

● Plan de asesinato contra Fidel a su salida del Palacio Presidencial en agosto de 1960, intento que se planificara en varias oportunidades, como parte de un vasto plan de alzamiento, atentados y otras actividades contrarrevolucionarias, desarrollado por un grupo integrado por Galo Martínez Chapman, Fernando Mancheco, Alfredo Curí y otros contrarrevolucionarios.

● Intentos de asesinato contra Fidel por parte de la CIA y la mafia norteamericana, durante la visita del mismo para asistir al 15 Período de Sesiones de la ONU, el 18 de septiembre de 1960. Los planes consistían en envenenar al dirigente cubano con puros infectados con botulina sintética, colocar sales de talio en sus zapatos que le provocaran la pérdida total de su cabello y barba, así como hacerlo fumar un puro con la droga LSD. Prácticamente expulsado por la dirección del hotel Shelbourne, se trasladó al Hotel Theresa, en Harlem, donde se encontró con al presidente soviético Nikita Jrushchov, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru y el dirigente negro Malcolm X. Jrushchov. Allí se sintió feliz conviviendo y confraternizando con lo más humilde del pueblo norteamericano. En esta oportunidad, Fidel salvó la vida de un atentado planificado por la CIA y la Cosa Nostra, que planearon lanzar contra su auto una pelota de solftball, cargada de explosivos y con detonadores de contacto, y que ejecutaría el criminal Richard Cain.

● Ese mismo mes, ya Fidel en Cuba, se planificó otro intento de asesinarlo a la salida del Palacio Presidencial por parte de cuatro contrarrevolucionarios, nombrados Indalecio Pérez, Rafael Pérez, Carlos Rivero y Manuel Suárez.

Lo significativo de estos planes es que en algunos casos se hicieron mediante la infiltración en Cuba de servidores de la CIA, provenientes de los Estados Unidos e infiltrados mediante el uso del canal ilegal marítimo. En otros casos se realizaron de forma coordinada con la estación de la CIA, radicada en la embajada de Estados Unidos en la Habana, empleando a contrarrevolucionarios internos. Significativa también fue la alianza de la CIA con el crimen organizado para provocar la muerte de Fidel Castro. Fue, sin lugar, una alianza entre dos mafias existentes en Estados Unidos: la mafia oscura y tenebrosa de las calles y la mafia de cuello blanco detentora del poder político. Por su parte, el Buró Federal de Investigaciones, dirigido en ese entonces por John Edgar Hoover hasta 1972, y su representación en la Habana, con pleno conocimiento de estos planes magnicidas, ni informaron a las autoridades cubanas, ni hicieron algo por neutralizarlos. Por el contrario, según un memorando enviado al director de la CIA Richard Helms y firmado por el director de Seguridad J. Howard Osborn, fechado el 19 de noviembre 1970, se esclareció que en agosto de 1960 uno de los jefes de la CIA, Richard Bissel, contactó al coronel Sheffield Edwards, de la Oficina de Seguridad, para que contactara a Robert A. Maheu, ex agente del Buró, vinculado al multimillonario Howard Hughes, amigo de J. Edgar Hoover, jefe del FBI, para planificar el asesinato de Castro usando a la Cosa Nostra. Maheu contactó para ello con Johnny Roselli, un mafioso de Las Vegas y vinculado a la CIA en la Operación 40, ofreciéndole 150 000 USD por el asesinato de Fidel Castro. Roselli, a su vez contactó con Salvador Giancana, jefe de la Cosa Nostra en Chicago y con Santos Trafficante, ex dueño del Cabaret Sans Souci en Cuba.

Los planes de la CIA para asesinar a Fidel se incrementaron en 1961 con respecto al año anterior, estimulados por la frustración y el odio irracional, así como la desesperanza que les sembró la inutilidad de tanto plan macabro. En esta ocasión, entre los meses de enero a diciembre de 1961, fueron descubiertos 18 planes de atentado contra el líder revolucionario, quien emergía para los cubanos como el legítimo sucesor de José Martí.

Kennedy heredaría la Operación 40 de la CIA, ideada por Nixon y quien hizo uso de un grupo de figuras de origen tejano como el propio George Bush, padre; al petrolero Jack Crichton; así como al general la US Air Force Charles Cabel. Muchos de ellos estarían en el amplio marco de las sospechas sobre el asesinato de JFK un tiempo después. Eran, sin lugar a dudas, parte de la conexión tejana del oscuro mundo mafioso y terrorista de la CIA.

HOOVER Y EL CHANTAJE A LOS PRESIDENTES DE EE UU.

El poderoso J. Edgar Hoover, acostumbrado a hurgar en las intimidades de las figuras públicas norteamericanas, sabedor de que disponer de información es una forma sólida de controlar y ejercer poder sobre los demás, llegó incluso a chantajear a los propios presidentes de Estados Unidos. Hoy no es un secreto que espió a presidentes y a primeras damas de EE UU, incluso al propio Franklin Delano Roosevelt y a su esposa, sobre quienes poseía un abultado dossier de informes sobre su vida íntima y aventuras extra conyugales. Solo Eleanor Roosevelt tenía un dossier en manos de Hoover con alrededor de 450 páginas. Por su parte, Dwight Eisenhower padeció también el permanente chantaje de Hoover, sobre todo por su relación extramarital con Kay Summersby, su asistente a partir de 1942.

El centro del chantaje más significativo por parte de Hoover fue la familia Kennedy, de los que llegó a edificar amplios dossiers sobre sus vínculos con la Cosa Nostra durante la campaña electoral de John F. Kennedy, así como sobre la controvertida vida amorosa de JFK con la periodista danesa Inga Arvard, cuando el futuro presidente laboraba el Departamento de Inteligencia Naval, con sede en Washington y su amante era sospechosa de ser espía de Hitler. Casado ya, JFK fue el centro del más ruin espionaje de Hoover, en relación con sus affaires extra matrimoniales con Judith Campbell, vinculada amorosamente alguna vez con el mafioso Sam Giancana; así como sus aventuras con otras 30 mujeres, entre las que se encontraba las actrices Angie Dickinson y Marilyn Monroe. Mediante Judith Campbell, JFK le pidió a Giancana el apoyo de la mafia en su campaña electoral, así como detener los planes de asesinato contra Fidel orquestados por la administración de Dwight Eisenhower junto con la CIA y la Cosa Nostra. A cambio, Giancana le pidió que su hermano, Robert Kennedy, elegido Fiscal General, se hiciera de la vista gorda sobre sus actividades que comprometían, incluso, al padre de estos: Joseph Kennedy.

Hoover también chantajeó a Lyndon B. Johnson, vicepresidente en el mandato de Kennedy y su sustituto en la Oficina Oval con posterioridad a su asesinato. Johnson también mantuvo algunas aventuras amorosas fuera de su matrimonio, como fue el caso de Madeleine Brown, lo que unido a sospechosos nexos con la mafia en Texas y su posible implicación en el asesinato de Kennedy, le sirvieron para mantenerse al mando del FBI desde 1924 hasta su muerte en 1972. Richard Nixon padeció también los chantajes de Hoover por una aventura con Marianna Lu, una aeromoza natural de Hong Kong, así como por los vínculos de Nixon con la mafia de Las Vegas y Chicago, con el corrupto sindicalista Jimmy Hoffa, al igual que por su supervisión directa en varios planes de atentado contra Fidel Castro cuando era vicepresidente durante el mandato de Eisenhower.

Lo importante del poder adquirido de manera sucia por Hoover, no solo estaba dirigido a mantenerse como un poder oculto sobre el gobierno norteamericano, sino también para actuar con total impunidad en muchas de sus actividades, entre las que se encontraba su confabulación con la CIA, la Cosa Nostra y la mafia anticubana para asesinar a Fidel Castro, cuyo antecedente inicial fue el caso de Robert Nye, así como con la promoción de una invasión a Cuba.

ROBERT NYE Y LOS PRIMEROS INTENTOSDE ASESINAR A FIDEL POR PARTE DEL FBI.

Tal como señalamos en otra parte de esta serie de artículos, uno de los antecedentes de los planes magnicidas contra Fidel tuvo lugar un tiempo antes del triunfo revolucionario de 1959 y sería ejecutado por Alan Robert Nye, agente encubierto del FBI quien, luego de infiltrar a grupos de revolucionarios radicados en La Florida, arribó a Cuba para perpetrar su crimen. Su plan, salido a luz pública en la edición del periódico Revolución, con fecha 3 de febrero de 1959, implicó a Nye con los órganos de inteligencia y represión de la dictadura de Fulgencio Batista. Todo radicaba en asesinar a Fidel en plena Sierra Maestra, para lo cual el criminal contaba con un fusil con mira telescópica y otra arma ligera.

En toda la fase de preparación del plan participó el FBI de J Edgar Hoover junto al BRAC y el SIM cubanos. El Buró creó la leyenda de Nye como un militar aparentemente simpatizante de la causa rebelde en Cuba y el mismo arribó a la Isla el 12 de noviembre de 1958, hospedándose en el Hotel Comodoro con la identidad apócrifa a nombre de G. Collins. Por supuesto, su habitación había sido pagada por los coroneles Carlos Tabernilla y Orlando Piedra, quienes le visitaron y le prometieron el pago de 50 000 USD por cumplir su tenebrosa misión.

Capturado Nye al intentar infiltrarse en la zona rebelde el 20 de diciembre de 1958, fue mantenido prisionero por las fuerzas insurgentes hasta que fue trasladado a la Habana luego del triunfo de enero de 1959. Tras ser interrogado y procesado, Alan Robert Nye, fue condenado y, posteriormente, enviado a su país de origen. Con su caso se iniciaría una de las cacerías más abominables relacionadas con una figura política en toda la historia de la humanidad.

EL FBI, LOS KENNEDY Y FIDEL CASTRO

Edgar Hoover estaba al tanto de los trapos sucios de los Kennedy y usó el chantaje contra ellos para favorecer a los planes de la CIA, montados durante el mandato de Eisenhower, para destruir a la Revolución Cubana, incluidos los planes magnicidas contra Fidel. Para lograr estos objetivos la CIA convenció a Kennedy a dar luz verde a una invasión a Cuba en una reunión sostenida a inicios de 1961, cuando todo el tinglado estaba montado a sus espaldas. Tras el bochornoso fracaso posterior de la brigada 2506, por supuesto, Kennedy desconfió de la CIA y de todo aquel que estuvo alguna vez implicado en la guerra sucia contra Cuba. Robert Kennedy atacó a la Cosa Nostra, particularmente a Giancana. JFK y su hermano se habían ganado dos poderosos enemigos que labrarían el camino hacia su ulterior desaparición física. Sin embargo, Kennedy, trató de navegar a salvo en mar revuelto, manteniendo su hostilidad hacia Cuba mediante una nueva escalada de guerra sucia contenida en la Operación Mangosta, aprobada el 30 de noviembre de 1961 y a un costo de 100 millones de USD. JFK puso al general del la US Air Force, Edward Lansdale, a cargo de la nueva operación.

Mientras tanto, Hoover se mantuvo recabando información en un amplio dossier de 761 páginas sobre los planes de Kennedy contra Cuba, limitándose al papel de oportunista observador, mientras la CIA y la Cosa Nostra actuaban con total impunidad, muchas veces apoyados por Hoover en su “batalla” contra los hermanos Kennedy y facilitando los planes magnicidas contra Fidel Castro.

LA CAZA DE UN HOMBRE Y LA APATIA DEL FBI

Luego, 1963, la CIA dirigió una última misión destinada a matar a Fidel Castro dentro del mandato de los Kennedy. La Agencia planeó emplear a Rolando Cubela, ligado a la Revolución y con una relativa posición dentro del gobierno, como asesino a sueldo. El primer contacto de Cubela con la CIA tuvo lugar el primero de agosto de 1963, en Helsinki, Finlandia. Sin reparo alguno, Cubela aceptó el encargo que, a la postre, no pudo cumplir luego de ser capturado.

Otro plan de asesinato fraguado contra Fidel ocurrió en 1963, cuando un camarero del entonces hotel Habana Libre sería el encargado de colocar una cápsula de botulina que bebería Fidel Castro. El plan falló al inutilizarse las cápsulas dentro de la nevera donde las había ocultado el potencial magnicida.
Asesinado Kennedy y en pleno mandato de Lyndon B. Johnson, otro plan de atentado contra Fidel fue organizado por Raúl Sanjenis en enero de 1964, quien fungió como oficial CIA durante la Operación 40 y estuvo vinculado a la preparación de un grupo especial de la brigada 2506. Este nuevo plan sería ejecutado por varios contrarrevolucionarios en Cuba, entre los que hallaban Bernardo Milanés López, Mario Salabarría, Roberto Sabater y otros elementos quienes, al transitar la caravana de Fidel Castro por la Quinta Avenida, en el barrio habanero de Miramar, le dispararían con una ametralladora calibre 30 mm, desde un camión de la empresa telefónica.

Por otra parte, uno de los jefes de Luis Posada Carriles en la CIA, David Atlee Philips, abochornado por los innumerables fracasos, planificó un nuevo atentado contra Fidel, a realizarse en octubre de 1968, mientras éste asistiera al acto por el Centenario de las Guerras de independencia el 10 de ese mes, en Manzanillo, antigua provincia de Oriente. Dicho plan, elaborado por el propio Atlee Phillips, contemplaba la infiltración de un grupo de terroristas por la Base Naval de Guantánamo. Todo lo tuvo en cuenta el obcecado oficial de la CIA, menos las contingencias ocasionales que llevaron al fracaso de la operación.

Incansables en su enfebrecida obsesión por asesinar a Fidel Castro, la CIA, Posada Carriles y otros contrarrevolucionarios de origen cubano, prepararon cuatro planes de atentado contra Fidel Castro en 1971, a raíz de su visita a Chile, cuando el mismo fue invitado por el gobierno de la Unidad Popular. Con él se encontraron involucrados en una complicada madeja de opciones criminales David Atlee Phillips y Antonio Veciana. El primero de estos planes se realizaría en los momentos en que Fidel se asomara a un balcón del Palacio de la Moneda. Un francotirador dispararía un fusil con mira telescópica desde una habitación del hotel Carreras Hilton, aledaño a la casa presidencial.
De fallar el primero, el segundo atentado tendría lugar en el momento en que Fidel ofreciera una conferencia de prensa y dos contrarrevolucionarios de origen cubano, Marcos Rodríguez y Diego Medina, acreditados legalmente como periodistas de la cadena de televisión “Venevisión”, de Venezuela, dispararían dos armas de fuego ocultas entre sus cámaras de televisión. El general de los carabineros chilenos José María Sepúlveda, implicado también en el plan de la CIA, sería quien facilitaría a los asesinos el acceso al lugar. Los otros dos atentados contra Fidel en esa ocasión se trataron de realizar en Lima, Perú, y en Quito, Ecuador, durante el periplo de regreso del gobernante cubano. En el primer caso, el plan contemplaba el lanzamiento de explosivos desde la terraza del aeropuerto por parte de tres contrarrevolucionarios, entre los que se encontraban Eusebio Ojeda, ex capitán del Segundo Frente Nacional del Escambray. El otro plan, a realizarse en Ecuador, preveía el empleo de un fusil de mira telescópica para asesinar a Fidel, disparándole desde un avión parqueado en una zona aledaña al suyo, perteneciente a los hermanos Guillermo y Roberto Verdaguer. El propio Luis Posada Carriles, en unión de Osiel González, dispararía contra el mandatario. Todos fracasaron por diversos motivos, fundamentalmente por el miedo de sus ejecutores a perder la vida en el intento.

Unos días antes de la visita de Fidel a Chile, se reunieron en Caracas varios de los anteriormente mencionados, a los que se sumó Gerry Hemmings, para ultimar los detalles del macabro plan. No cabe duda que Posada Carriles supo hacer uso adecuado de su cargo dentro de la DISP y de su posición privilegiada en Venezuela, para hacer de este país una base segura de operaciones contra Cuba.

Varios elementos deben ser tenidos en cuenta al evaluar el fracaso de estas intentonas de magnicidio, además de la cobardía y el miedo de sus potenciales ejecutores. Todo el plan fue urdido en Miami por varios oficiales CIA y contrarrevolucionarios cubanos, con pleno conocimiento del FBI, tanto de sus oficiales en la sede de Miami como los Legats acreditados en las embajadas norteamericanas en esos países como Chile y Venezuela. El propio Posada, quien era ya un probado informante del FBI, no informó a sus superiores de este plan y se limitó a facilitar las credenciales de Venevisión a los asesinos potenciales. Hoy se conoce ampliamente que estas cuatro operaciones, incluidas la de Perú y Ecuador, fueron inicialmente preparadas en una reunión realizada en una casa de seguridad de la CIA en Miami en la que participaron, entre otros, David Atlee Phillips, Luis Posada Carriles, Antonio Veciana, Frank Sturgis, Joaquín Sanjenis, Ricardo Morales Navarrete y Orlando Bosch Ávila.

En ese período, particularmente en 1977, varios terroristas vinculados a Gaspar Jiménez Escobedo y Luis Posada Carriles planificaron el asesinato de Fidel durante su primera visita a la isla Caribeña de Jamaica, invitado por el Primer Ministro Michael Manley.

Los planes de asesinato contra Fidel continuaron en forma de una enfebrecida cacería. Apenas dos meses después de la fundación de la CORU y unas semanas antes de que se llevara a cabo el atroz atentado contra un avión de Cubana de Aviación en Barbados, Orlando Bosch llegó a Caracas, luego de efectuar un amplio periplo por Chile, República Dominicana y Nicaragua. Esta visita estaba relacionada con la participación suya y de Posada Carriles en un atentado contra Fidel durante la visita del mismo a Angola, en septiembre de 1976. Dicho plan fue neutralizado por la seguridad cubana en la fase de preparación. Otra vez se quedarían con las ganas confusos y frustrados.

Por su parte, Antonio Veciana Blanch, socio de Posada Carriles en los frustrados atentados contra Fidel en 1971, preparó un nuevo atentado contra éste en octubre de 1979, en unión del jefe de Alpha 66, Andrés Nazario Sargent. El plan magnicida consistía en lanzar una pelota de softball, que escondía una bomba de contacto contra el auto del dignatario cubano que asistió 34vo. Período de Sesiones de la ONU. Fue éste otro de los pocos planes contra Fidel neutralizado por el FBI, al igual que en 1959.

Posada Carriles, uno de los más dementes y obcecados terroristas implicados en los planes magnicidas contra Fidel, participó desde El Salvador en la organización de un plan de atentado contra Fidel Castro en noviembre de 1988, en complicidad con Gaspar Jiménez Escobedo y el contrarrevolucionario Orlando Mendoza. El plan contemplaba asesinar al mandatario cuando el mismo realizara una visita a Brasil. Varios días después se vio envuelto junto a Orlando Bosch, Gaspar Jiménez Escobedo, Pedro Corzo Eves y otros individuos, en otro plan de atentado contra Fidel a realizarse en diciembre de 1988, cuando éste asistiera a la toma de Posesión de Carlos Andrés Pérez, en Caracas, Venezuela.

Gaspar Jiménez Escobedo se enfrascó en un frustrado atentado contra la vida del Comandante Fidel Castro en julio de 1991, en ocasión de su participación en la Primera Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno, celebrada en Guadalajara, México. En esta oportunidad, Gasparito ideó derribar el avión en que se trasladaría Fidel empleando un cohete tierra aire. El dirigente cubano asistió al evento con vistas a apoyar este importante mecanismo de consulta entre los jefes de estado y de gobierno de América Latina y España, promovido por Brasil, España y México. De la reunión salió el acuerdo de realizar la Segunda Cumbre en España, en 1992, y la Tercera en Brasil, en 1993. Los enemigos de la Revolución se congratularon de encontrar espacios idóneos para atentar contra Fidel cuando asistiera a estos eventos.

En aquel entonces, el hoy propietario de la empresa panameña Longlac Enterprise, dedicada a la comercialización de armamento, Mario Delamico, se encargó de transportar hacia Nicaragua y otros destinos centroamericanos grandes cantidades de armas procedentes de los Estados Unidos. Luego del escándalo Irán-Contras, Delamico devino en abastecedor de Posada para la consumación de sus planes terroristas contra Cuba, incluida la eterna intención de matar a Fidel a toda costa, como ocurrió en los planes para eliminar al líder cubano durante una posible visita a El Salvador, en ocasión de la toma de posesión del presidente Reina, el atentado frustrado contra el líder cubano en Cartagena de Indias, en Colombia, durante 1994, e, incluso, uno de los tres planes preparados contra Fidel durante su visita a República Dominicana en 1998.

A inicios de los años noventa, las intentonas contra la vida de Fidel fueron en aumento, de forma tal que solo en ese tiempo se fraguaron 16 nuevos atentados contra su vida y 8 contra otros dirigentes cubanos. En todos estos casos, así como en 108 atentados de todo tipo, estuvo involucrada la FNCA y Posada Carriles, con pleno conocimiento de los Agentes Especiales a Cargo del FBI en la sede de Miami.

Uno de estos planes de atentado contra Fidel se fabricó en 1991, para realizarse cuando el mismo visitara a España el próximo año, involucrando directamente en el mismo a los líderes de la FNCA Francisco José Hernández Calvo y Roberto Martín Pérez. Lo realmente absurdo del rol del FBI en relación con este plan es que, cinco meses después de la entrevista de Posada con el FBI en la embajada norteamericana en Tegucigalpa, éste fue visitado por Gaspar Jiménez Escobedo el 15 de julio de 1992, con la finalidad de coordinar el atentado contra Fidel Castro. De acuerdo con este plan magnicida, Posada Carriles se encargaría de conseguir un lanzacohetes RPG-7, de fabricación soviética, para atentar contra el avión del mandatario cubano durante su visita a España, en ocasión de celebrarse allí la II Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, entre los días 23 y 24 de julio de 1992. Otra vez los vínculos entre Posada y la FNCA se volvían a materializar en una nueva conspiración contra Fidel. Otra vez la sádica perseverancia sería premiada con el fracaso.

Por su parte, ya instalado Posada, en enero de 1994, en el apartamento 401 del Edificio Moncada, ubicado en la Avenida Juan Lido, Colonia Ninites, en Tegucigalpa, preparó un nuevo atentado contra Fidel Castro, considerando su posible asistencia a la toma de posesión del electo presidente Carlos Roberto Reina. Para ejecutar este plan, la FNCA desembolsó 20 000 dólares y planificó el empleo de un francotirador quien dispararía contra ambos mandatarios con un fusil dotado de mirilla telescópica. Junto a Posada Carriles estuvieron involucrados Roberto Martín, Ramón Orosco, Gaspar Jiménez Escobedo y Francisco Castro Paz. El tirador sería el propio Posada.

Sin cejar en su permanente intento de agredir a la Revolución Cubana y de asesinar a su máxima figura, Posada Carriles, en unión de cinco terroristas fracasó una vez más en la realización de un atentado contra Fidel en Cartagena de Indias, Colombia, durante la celebración de la IV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado. Celebrada entre los días 14 y 15 de junio de 1994, dicho plan preveía ejecutarse cuando el jefe de estado cubano realizara un paseo por la ciudad en compañía del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Abundante dinero desembolsó la FNCA, cerca de 50 000 dólares, para adquirir diversos medios de guerra, entre los que se encontraban bazookas, armas largas y explosivos. El plan contemplaba asimismo el empleo de un fusil Barrett, calibre 50, enviado desde Miami, con el que se dispararía contra el mandatario cubano. Hoy se conoce que Posada Carriles contó con la ayuda de Alberto Hernández, Félix Rodríguez Mendigutía, Gaspar Jiménez Escobedo, Ramón Orosco Crespo, Roberto Martín Pérez y Raúl Valverde.

Durante ese mismo tiempo, Arnaldo Monzón Plasencia y la FNCA planeaban otro plan alterno que incluía la preparación y ulterior infiltración de un team integrado Santos Armando González Rueda y José Francisco Ramírez Oro, cubanos residentes en Estados Unidos, para enviarlos a Cuba a atentar contra instalaciones turísticas y ejecutar el asesinato del Comandante en Jefe, Fidel Castro. Ambos terroristas se infiltraron por Puerto Padre, provincia de Las Tunas, el 2 de marzo de 1995, logrando enterrar 51 libras de explosivo plástico C-4 y otros medios. Fueron traídos en una embarcación tripulada por varios miembros de la FNCA, entre los que se encontraba José Pujol, uno de los tripulantes que en el 2005 introdujeron ilegalmente a Luis Posada Carriles en Estados Unidos utilizando el “Santrina”.

Los dos criminales infiltrados en Cuba trajeron, y enterraron, 22,12 kilogramos de C-4, otra pequeña bolsa con 1,383 kilogramos de ese mismo explosivo, 12 detonadores eléctricos, 3 relojes marca Cosmo Quartz, 25,5 metros de cordón detonante, 2 pistolas rusas marca Baikal, 75 cartuchos de 9 mm. Lo interesante del caso fue que ambos terroristas portaban un teléfono celular marca CELLSTAR de la NEC, número 03171115H3, entregado anteriormente a mi persona por Pepe Hernández para mis tareas operativas en la Habana a favor de la FNCA y que les había yo devuelto hacía apenas tres meses.

Meses después, en agosto de 1995, Roberto Martín Pérez, Luis Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo, Eugenio Llaneras y otros miembros de la FNCA se involucraron en un plan de atentados contra Fidel Castro durante la celebración de la V Cumbre de Jefes de Estado a realizarse en San Carlos de Bariloche, República Argentina. Lo mismo ocurrió en noviembre de 1996, cuando Posada Carriles y Félix Rodríguez Mendigutía organizaron un nuevo intento de magnicidio contra Fidel durante su visita a Chile para participar en la VI Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica.

Mientras tanto, muchos de los agentes del FBI en la División de Miami, como el propio Paul R. Philip, el agente especial en el cargo de la oficina de Miami del FBI; el Agente Especial Raúl Fernández, asignado a la Dirección Operativa de Miami desde 1987; David A. Cardona, agente especial a cargo de Supervisión; el Agente Especial Joseph Persichini, Jr.; el Agente Especial de Supervisión de la Ley contra la Corrupción Pública y programas del Fraude Gubernamentales; el Agente especial del FBI James Pat Laflin, así como los agentes D. Keith Bryars, Keith Slotter, Robert E. Casey, Sean Joyce, y muchos otros, enfrascados algunos en la lucha contra el crimen, ignoraron deliberadamente por órdenes de sus jefes las actividades magnicidas y terroristas de los mafiosos cubanos asentados en Miami. Como una tradición, el propio Paul R. Philip, al igual que los harían sus sucesores Héctor Pesquera y Salomon, confraternizó sistemáticamente con los contrarrevolucionarios ejecutores de un descarado terrorismo contra Cuba, ignorando deliberadamente sus criminales actividades. Fidel continuaba en la mira de sus obcecados enemigos.


Percy Francisco Alvarado Godoy

21 de mayo de 2010 

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