El FBI y sus confabulaciones y ceguera ante los planes magnicidas contra Fidel (I)
Desde el mismo triunfo
revolucionario de 1959 en Cuba, e incluso un tiempo antes, Fidel fue el centro
de varias maquinaciones para atentar contra su vida, originadas desde la
Oficina Oval de la Casa Blanca, cuyo huésped en esos momentos era Dwight
Eisenhower, según lo comprobó el Church's Select Committee, que pudo recabar
información sobre ocho intentonas contra el líder rebelde y, posteriormente,
primer ministro por esos tiempos. La CIA, la naciente contrarrevolución mafiosa
de origen cubano que se hacinaba en Miami, New Jersey y otras ciudades de la
unión, en connivencia con la ultraderecha norteamericana y la Cosa Nostra, no
vacilaron en recurrir a los más increíbles medios para lograr tan siniestro
objetivo: el empleo de emboscadas, colocación de artefactos explosivos,
bazoocazos, francotiradores fijos y en plena marcha vehicular, diversos tipos
de venenos y nocivos medios bacteriológicos, atentados contra su imagen
pública, hasta ataques ideológicos directos y prematuros contra su persona,
tildándolo de comunista.
Invitado por la Asociación
de Editores de Periódicos de EE UU, Fidel arribó a ese país el 15 de abril de
1959. La estancia de Fidel entre el 15 y el 27 de abril representó un
desplazamiento de buena voluntad a los EE. UU., con carácter no oficial. A
pesar de ello, la curiosidad que despertó el líder cubano en las altas esferas
del poder norteamericanos propició un encuentro entre Fidel y el vicepresidente
Richard Nixon, el 19 de abril. Este encuentro fue crucial pues marcaría, para
siempre, en lo más íntimo de Richard Nixon la convicción de que Fidel no se plegaría
nunca ante EE UU y Nixon sellaba a partir de ahí su sentencia de muerte.
Mientras tanto, Eisenhower jugaba al golf, ignorando deliberadamente la visita
del mandatario cubano. Mientras tanto, Fidel aprovechó la estadía para visitar
la ciudad de Washington, desarrollando diversas visitas a mausoleos como el de
George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y la tumba del soldado
desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington. Asimismo asistió a la
Lawrenceville School, en Nueva Jersey, a las Universidades de Princeton y
Harvard; encontrándose en Nueva York con el Secretario General de Naciones
Unidas, Dag Hammarskjöld. Posteriormente y antes de partir a Houston, Texas,
estuvo en un mitin en Central Park, el día 24, escenario del que se sería el
primer atentado contra él en suelo norteamericano. Asediado por centenares de
personas, Fidel pudo evitar una muerte segura cuando se descubrió una poderosa
bomba debajo de la tribuna, ubicada en el Central Park, la cual fue detectada y
desactivada de inmediato. Fue la única oportunidad en que el FBI y,
particularmente, la NYPD, hizo algo para impedir su asesinato.
Desde los lujosos y sórdidos
salones de la Casa Blanca, el gobierno norteamericano de Ike Eisenhower dio luz
verde a la Agencia Central de Inteligencia para desarrollar un sinnúmero de
planes dirigidos al asesinato de Fidel Castro, en muchos de los cuales
participarían durante décadas Antonio Veciana, Luis Posada Carriles, Pedro Luis
Díaz Lanz y otros terroristas de origen cubano. Uno de estos planes iníciales
tuvo lugar en marzo de 1959, bajo la anuencia del jefe de la estación CIA en la
Habana, James Arthur Noel, y del oficial de esta agencia nombrado David
Morales. El fallido plan involucró al contrarrevolucionario Frank Sturgis, al
traidor Pedro Luis Díaz Lanz y al norteamericano Patrick Gerry Hemmings y
consistió en la colocación de una bomba que explotaría cuando Fidel asistiera a
una reunión con personal de la fuerza aérea. Las fuertes medidas de seguridad
adoptadas en esos momentos, hicieron desistir a los complotados, incapaces de
poner en juego su vida en el siniestro empeño.
Meses después, en diciembre
de 1959, con la anuencia de Allen Dulles, entonces jefe de la CIA, se autorizó
un nuevo plan a ejecutarse en febrero de 1960, el cual consistió en asesinar a
Fidel durante una visita que realizaría a la casa del entonces jefe de la
seguridad cubana, Comandante Ramiro Valdés. Los complotados, neutralizados por
las autoridades cubanas por la penetración de agentes dentro del grupo, fueron el
agregado militar de la embajada norteamericana, mayor Robert van Horn, así como
la norteamericana Geraldine Shamman y los nacionales Fernando López, Pablo
Márquez y Homero Gutiérrez. Los nacientes órganos de la seguridad cubana ponían
a prueba la efectividad de su trabajo con su agentura. A partir de ahí, la
penetración de los grupos terroristas sería una costumbre operativa para
proteger al líder cubano.
En la obcecada intención por
destruir a la Revolución mediante el asesinato de su líder, doce nuevos planes
de atentado serían preparados por la CIA en el transcurso del año 1960, entre
los que se destacaron:
● Intento de asesinar a
Fidel en la Universidad de la Habana, en abril de 1960, por parte de Manuel
Guillot Castellanos, Rafael Sintairos Santiso y otros involucrados, bajo la
dirección de Manuel Artime Buesa, quien por ese entonces se encontraba en
Miami.
● Plan de asesinato contra
Fidel a su salida del Palacio Presidencial en agosto de 1960, intento que se
planificara en varias oportunidades, como parte de un vasto plan de alzamiento,
atentados y otras actividades contrarrevolucionarias, desarrollado por un grupo
integrado por Galo Martínez Chapman, Fernando Mancheco, Alfredo Curí y otros
contrarrevolucionarios.
● Intentos de asesinato
contra Fidel por parte de la CIA y la mafia norteamericana, durante la visita
del mismo para asistir al 15 Período de Sesiones de la ONU, el 18 de septiembre
de 1960. Los planes consistían en envenenar al dirigente cubano con puros
infectados con botulina sintética, colocar sales de talio en sus zapatos que le
provocaran la pérdida total de su cabello y barba, así como hacerlo fumar un
puro con la droga LSD. Prácticamente expulsado por la dirección del hotel
Shelbourne, se trasladó al Hotel Theresa, en Harlem, donde se encontró con al
presidente soviético Nikita Jrushchov, el presidente egipcio Gamal Abdel
Nasser, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru y el dirigente negro Malcolm
X. Jrushchov. Allí se sintió feliz conviviendo y confraternizando con lo más
humilde del pueblo norteamericano. En esta oportunidad, Fidel salvó la vida de
un atentado planificado por la CIA y la Cosa Nostra, que planearon lanzar
contra su auto una pelota de solftball, cargada de explosivos y con detonadores
de contacto, y que ejecutaría el criminal Richard Cain.
● Ese mismo mes, ya Fidel en
Cuba, se planificó otro intento de asesinarlo a la salida del Palacio
Presidencial por parte de cuatro contrarrevolucionarios, nombrados Indalecio
Pérez, Rafael Pérez, Carlos Rivero y Manuel Suárez.
Lo significativo de estos
planes es que en algunos casos se hicieron mediante la infiltración en Cuba de
servidores de la CIA, provenientes de los Estados Unidos e infiltrados mediante
el uso del canal ilegal marítimo. En otros casos se realizaron de forma
coordinada con la estación de la CIA, radicada en la embajada de Estados Unidos
en la Habana, empleando a contrarrevolucionarios internos. Significativa
también fue la alianza de la CIA con el crimen organizado para provocar la
muerte de Fidel Castro. Fue, sin lugar, una alianza entre dos mafias existentes
en Estados Unidos: la mafia oscura y tenebrosa de las calles y la mafia de
cuello blanco detentora del poder político. Por su parte, el Buró Federal de
Investigaciones, dirigido en ese entonces por John Edgar Hoover hasta 1972, y
su representación en la Habana, con pleno conocimiento de estos planes
magnicidas, ni informaron a las autoridades cubanas, ni hicieron algo por
neutralizarlos. Por el contrario, según un memorando enviado al director de la
CIA Richard Helms y firmado por el director de Seguridad J. Howard Osborn,
fechado el 19 de noviembre 1970, se esclareció que en agosto de 1960 uno de los
jefes de la CIA, Richard Bissel, contactó al coronel Sheffield Edwards, de la
Oficina de Seguridad, para que contactara a Robert A. Maheu, ex agente del
Buró, vinculado al multimillonario Howard Hughes, amigo de J. Edgar Hoover,
jefe del FBI, para planificar el asesinato de Castro usando a la Cosa Nostra.
Maheu contactó para ello con Johnny Roselli, un mafioso de Las Vegas y
vinculado a la CIA en la Operación 40, ofreciéndole 150 000 USD por el
asesinato de Fidel Castro. Roselli, a su vez contactó con Salvador Giancana,
jefe de la Cosa Nostra en Chicago y con Santos Trafficante, ex dueño del
Cabaret Sans Souci en Cuba.
Los planes de la CIA para
asesinar a Fidel se incrementaron en 1961 con respecto al año anterior,
estimulados por la frustración y el odio irracional, así como la desesperanza
que les sembró la inutilidad de tanto plan macabro. En esta ocasión, entre los
meses de enero a diciembre de 1961, fueron descubiertos 18 planes de atentado
contra el líder revolucionario, quien emergía para los cubanos como el legítimo
sucesor de José Martí.
Kennedy heredaría la
Operación 40 de la CIA, ideada por Nixon y quien hizo uso de un grupo de
figuras de origen tejano como el propio George Bush, padre; al petrolero Jack
Crichton; así como al general la US Air Force Charles Cabel. Muchos de ellos
estarían en el amplio marco de las sospechas sobre el asesinato de JFK un tiempo
después. Eran, sin lugar a dudas, parte de la conexión tejana del oscuro mundo
mafioso y terrorista de la CIA.
HOOVER Y EL CHANTAJE A LOS
PRESIDENTES DE EE UU.
El poderoso J. Edgar Hoover,
acostumbrado a hurgar en las intimidades de las figuras públicas
norteamericanas, sabedor de que disponer de información es una forma sólida de
controlar y ejercer poder sobre los demás, llegó incluso a chantajear a los
propios presidentes de Estados Unidos. Hoy no es un secreto que espió a
presidentes y a primeras damas de EE UU, incluso al propio Franklin Delano
Roosevelt y a su esposa, sobre quienes poseía un abultado dossier de informes
sobre su vida íntima y aventuras extra conyugales. Solo Eleanor Roosevelt tenía
un dossier en manos de Hoover con alrededor de 450 páginas. Por su parte,
Dwight Eisenhower padeció también el permanente chantaje de Hoover, sobre todo
por su relación extramarital con Kay Summersby, su asistente a partir de 1942.
El centro del chantaje más
significativo por parte de Hoover fue la familia Kennedy, de los que llegó a
edificar amplios dossiers sobre sus vínculos con la Cosa Nostra durante la
campaña electoral de John F. Kennedy, así como sobre la controvertida vida
amorosa de JFK con la periodista danesa Inga Arvard, cuando el futuro presidente
laboraba el Departamento de Inteligencia Naval, con sede en Washington y su
amante era sospechosa de ser espía de Hitler. Casado ya, JFK fue el centro del
más ruin espionaje de Hoover, en relación con sus affaires extra matrimoniales
con Judith Campbell, vinculada amorosamente alguna vez con el mafioso Sam
Giancana; así como sus aventuras con otras 30 mujeres, entre las que se
encontraba las actrices Angie Dickinson y Marilyn Monroe. Mediante Judith
Campbell, JFK le pidió a Giancana el apoyo de la mafia en su campaña electoral,
así como detener los planes de asesinato contra Fidel orquestados por la
administración de Dwight Eisenhower junto con la CIA y la Cosa Nostra. A
cambio, Giancana le pidió que su hermano, Robert Kennedy, elegido Fiscal General,
se hiciera de la vista gorda sobre sus actividades que comprometían, incluso,
al padre de estos: Joseph Kennedy.
Hoover también chantajeó a
Lyndon B. Johnson, vicepresidente en el mandato de Kennedy y su sustituto en la
Oficina Oval con posterioridad a su asesinato. Johnson también mantuvo algunas
aventuras amorosas fuera de su matrimonio, como fue el caso de Madeleine Brown,
lo que unido a sospechosos nexos con la mafia en Texas y su posible implicación
en el asesinato de Kennedy, le sirvieron para mantenerse al mando del FBI desde
1924 hasta su muerte en 1972. Richard Nixon padeció también los chantajes de
Hoover por una aventura con Marianna Lu, una aeromoza natural de Hong Kong, así
como por los vínculos de Nixon con la mafia de Las Vegas y Chicago, con el
corrupto sindicalista Jimmy Hoffa, al igual que por su supervisión directa en
varios planes de atentado contra Fidel Castro cuando era vicepresidente durante
el mandato de Eisenhower.
Lo importante del poder
adquirido de manera sucia por Hoover, no solo estaba dirigido a mantenerse como
un poder oculto sobre el gobierno norteamericano, sino también para actuar con
total impunidad en muchas de sus actividades, entre las que se encontraba su
confabulación con la CIA, la Cosa Nostra y la mafia anticubana para asesinar a
Fidel Castro, cuyo antecedente inicial fue el caso de Robert Nye, así como con
la promoción de una invasión a Cuba.
ROBERT NYE Y LOS PRIMEROS
INTENTOSDE ASESINAR A FIDEL POR PARTE DEL FBI.
Tal como señalamos en otra
parte de esta serie de artículos, uno de los antecedentes de los planes
magnicidas contra Fidel tuvo lugar un tiempo antes del triunfo revolucionario
de 1959 y sería ejecutado por Alan Robert Nye, agente encubierto del FBI quien,
luego de infiltrar a grupos de revolucionarios radicados en La Florida, arribó
a Cuba para perpetrar su crimen. Su plan, salido a luz pública en la edición
del periódico Revolución, con fecha 3 de febrero de 1959, implicó a Nye con los
órganos de inteligencia y represión de la dictadura de Fulgencio Batista. Todo
radicaba en asesinar a Fidel en plena Sierra Maestra, para lo cual el criminal
contaba con un fusil con mira telescópica y otra arma ligera.
En toda la fase de
preparación del plan participó el FBI de J Edgar Hoover junto al BRAC y el SIM
cubanos. El Buró creó la leyenda de Nye como un militar aparentemente
simpatizante de la causa rebelde en Cuba y el mismo arribó a la Isla el 12 de
noviembre de 1958, hospedándose en el Hotel Comodoro con la identidad apócrifa
a nombre de G. Collins. Por supuesto, su habitación había sido pagada por los
coroneles Carlos Tabernilla y Orlando Piedra, quienes le visitaron y le
prometieron el pago de 50 000 USD por cumplir su tenebrosa misión.
Capturado Nye al intentar
infiltrarse en la zona rebelde el 20 de diciembre de 1958, fue mantenido
prisionero por las fuerzas insurgentes hasta que fue trasladado a la Habana
luego del triunfo de enero de 1959. Tras ser interrogado y procesado, Alan
Robert Nye, fue condenado y, posteriormente, enviado a su país de origen. Con
su caso se iniciaría una de las cacerías más abominables relacionadas con una
figura política en toda la historia de la humanidad.
EL FBI, LOS KENNEDY Y FIDEL
CASTRO
Edgar Hoover estaba al tanto
de los trapos sucios de los Kennedy y usó el chantaje contra ellos para
favorecer a los planes de la CIA, montados durante el mandato de Eisenhower,
para destruir a la Revolución Cubana, incluidos los planes magnicidas contra
Fidel. Para lograr estos objetivos la CIA convenció a Kennedy a dar luz verde a
una invasión a Cuba en una reunión sostenida a inicios de 1961, cuando todo el
tinglado estaba montado a sus espaldas. Tras el bochornoso fracaso posterior de
la brigada 2506, por supuesto, Kennedy desconfió de la CIA y de todo aquel que
estuvo alguna vez implicado en la guerra sucia contra Cuba. Robert Kennedy
atacó a la Cosa Nostra, particularmente a Giancana. JFK y su hermano se habían
ganado dos poderosos enemigos que labrarían el camino hacia su ulterior
desaparición física. Sin embargo, Kennedy, trató de navegar a salvo en mar
revuelto, manteniendo su hostilidad hacia Cuba mediante una nueva escalada de
guerra sucia contenida en la Operación Mangosta, aprobada el 30 de noviembre de
1961 y a un costo de 100 millones de USD. JFK puso al general del la US Air
Force, Edward Lansdale, a cargo de la nueva operación.
Mientras tanto, Hoover se
mantuvo recabando información en un amplio dossier de 761 páginas sobre los
planes de Kennedy contra Cuba, limitándose al papel de oportunista observador,
mientras la CIA y la Cosa Nostra actuaban con total impunidad, muchas veces
apoyados por Hoover en su “batalla” contra los hermanos Kennedy y facilitando
los planes magnicidas contra Fidel Castro.
LA CAZA DE UN HOMBRE Y LA
APATIA DEL FBI
Luego, 1963, la CIA dirigió
una última misión destinada a matar a Fidel Castro dentro del mandato de los
Kennedy. La Agencia planeó emplear a Rolando Cubela, ligado a la Revolución y
con una relativa posición dentro del gobierno, como asesino a sueldo. El primer
contacto de Cubela con la CIA tuvo lugar el primero de agosto de 1963, en
Helsinki, Finlandia. Sin reparo alguno, Cubela aceptó el encargo que, a la
postre, no pudo cumplir luego de ser capturado.
Otro plan de asesinato
fraguado contra Fidel ocurrió en 1963, cuando un camarero del entonces hotel Habana
Libre sería el encargado de colocar una cápsula de botulina que bebería Fidel
Castro. El plan falló al inutilizarse las cápsulas dentro de la nevera donde
las había ocultado el potencial magnicida.
Asesinado Kennedy y en pleno
mandato de Lyndon B. Johnson, otro plan de atentado contra Fidel fue organizado
por Raúl Sanjenis en enero de 1964, quien fungió como oficial CIA durante la
Operación 40 y estuvo vinculado a la preparación de un grupo especial de la
brigada 2506. Este nuevo plan sería ejecutado por varios contrarrevolucionarios
en Cuba, entre los que hallaban Bernardo Milanés López, Mario Salabarría,
Roberto Sabater y otros elementos quienes, al transitar la caravana de Fidel
Castro por la Quinta Avenida, en el barrio habanero de Miramar, le dispararían
con una ametralladora calibre 30 mm, desde un camión de la empresa telefónica.
Por otra parte, uno de los
jefes de Luis Posada Carriles en la CIA, David Atlee Philips, abochornado por
los innumerables fracasos, planificó un nuevo atentado contra Fidel, a
realizarse en octubre de 1968, mientras éste asistiera al acto por el
Centenario de las Guerras de independencia el 10 de ese mes, en Manzanillo,
antigua provincia de Oriente. Dicho plan, elaborado por el propio Atlee
Phillips, contemplaba la infiltración de un grupo de terroristas por la Base
Naval de Guantánamo. Todo lo tuvo en cuenta el obcecado oficial de la CIA,
menos las contingencias ocasionales que llevaron al fracaso de la operación.
Incansables en su
enfebrecida obsesión por asesinar a Fidel Castro, la CIA, Posada Carriles y
otros contrarrevolucionarios de origen cubano, prepararon cuatro planes de
atentado contra Fidel Castro en 1971, a raíz de su visita a Chile, cuando el
mismo fue invitado por el gobierno de la Unidad Popular. Con él se encontraron
involucrados en una complicada madeja de opciones criminales David Atlee
Phillips y Antonio Veciana. El primero de estos planes se realizaría en los
momentos en que Fidel se asomara a un balcón del Palacio de la Moneda. Un
francotirador dispararía un fusil con mira telescópica desde una habitación del
hotel Carreras Hilton, aledaño a la casa presidencial.
De fallar el primero, el
segundo atentado tendría lugar en el momento en que Fidel ofreciera una
conferencia de prensa y dos contrarrevolucionarios de origen cubano, Marcos
Rodríguez y Diego Medina, acreditados legalmente como periodistas de la cadena
de televisión “Venevisión”, de Venezuela, dispararían dos armas de fuego
ocultas entre sus cámaras de televisión. El general de los carabineros chilenos
José María Sepúlveda, implicado también en el plan de la CIA, sería quien
facilitaría a los asesinos el acceso al lugar. Los otros dos atentados contra
Fidel en esa ocasión se trataron de realizar en Lima, Perú, y en Quito,
Ecuador, durante el periplo de regreso del gobernante cubano. En el primer
caso, el plan contemplaba el lanzamiento de explosivos desde la terraza del
aeropuerto por parte de tres contrarrevolucionarios, entre los que se
encontraban Eusebio Ojeda, ex capitán del Segundo Frente Nacional del
Escambray. El otro plan, a realizarse en Ecuador, preveía el empleo de un fusil
de mira telescópica para asesinar a Fidel, disparándole desde un avión
parqueado en una zona aledaña al suyo, perteneciente a los hermanos Guillermo y
Roberto Verdaguer. El propio Luis Posada Carriles, en unión de Osiel González,
dispararía contra el mandatario. Todos fracasaron por diversos motivos,
fundamentalmente por el miedo de sus ejecutores a perder la vida en el intento.
Unos días antes de la visita
de Fidel a Chile, se reunieron en Caracas varios de los anteriormente
mencionados, a los que se sumó Gerry Hemmings, para ultimar los detalles del
macabro plan. No cabe duda que Posada Carriles supo hacer uso adecuado de su
cargo dentro de la DISP y de su posición privilegiada en Venezuela, para hacer
de este país una base segura de operaciones contra Cuba.
Varios elementos deben ser
tenidos en cuenta al evaluar el fracaso de estas intentonas de magnicidio,
además de la cobardía y el miedo de sus potenciales ejecutores. Todo el plan
fue urdido en Miami por varios oficiales CIA y contrarrevolucionarios cubanos,
con pleno conocimiento del FBI, tanto de sus oficiales en la sede de Miami como
los Legats acreditados en las embajadas norteamericanas en esos países como Chile
y Venezuela. El propio Posada, quien era ya un probado informante del FBI, no
informó a sus superiores de este plan y se limitó a facilitar las credenciales
de Venevisión a los asesinos potenciales. Hoy se conoce ampliamente que estas
cuatro operaciones, incluidas la de Perú y Ecuador, fueron inicialmente
preparadas en una reunión realizada en una casa de seguridad de la CIA en Miami
en la que participaron, entre otros, David Atlee Phillips, Luis Posada
Carriles, Antonio Veciana, Frank Sturgis, Joaquín Sanjenis, Ricardo Morales
Navarrete y Orlando Bosch Ávila.
En ese período,
particularmente en 1977, varios terroristas vinculados a Gaspar Jiménez
Escobedo y Luis Posada Carriles planificaron el asesinato de Fidel durante su
primera visita a la isla Caribeña de Jamaica, invitado por el Primer Ministro
Michael Manley.
Los planes de asesinato
contra Fidel continuaron en forma de una enfebrecida cacería. Apenas dos meses
después de la fundación de la CORU y unas semanas antes de que se llevara a
cabo el atroz atentado contra un avión de Cubana de Aviación en Barbados,
Orlando Bosch llegó a Caracas, luego de efectuar un amplio periplo por Chile,
República Dominicana y Nicaragua. Esta visita estaba relacionada con la
participación suya y de Posada Carriles en un atentado contra Fidel durante la
visita del mismo a Angola, en septiembre de 1976. Dicho plan fue neutralizado
por la seguridad cubana en la fase de preparación. Otra vez se quedarían con
las ganas confusos y frustrados.
Por su parte, Antonio
Veciana Blanch, socio de Posada Carriles en los frustrados atentados contra
Fidel en 1971, preparó un nuevo atentado contra éste en octubre de 1979, en
unión del jefe de Alpha 66, Andrés Nazario Sargent. El plan magnicida consistía
en lanzar una pelota de softball, que escondía una bomba de contacto contra el
auto del dignatario cubano que asistió 34vo. Período de Sesiones de la ONU. Fue
éste otro de los pocos planes contra Fidel neutralizado por el FBI, al igual
que en 1959.
Posada Carriles, uno de los
más dementes y obcecados terroristas implicados en los planes magnicidas contra
Fidel, participó desde El Salvador en la organización de un plan de atentado
contra Fidel Castro en noviembre de 1988, en complicidad con Gaspar Jiménez
Escobedo y el contrarrevolucionario Orlando Mendoza. El plan contemplaba
asesinar al mandatario cuando el mismo realizara una visita a Brasil. Varios
días después se vio envuelto junto a Orlando Bosch, Gaspar Jiménez Escobedo,
Pedro Corzo Eves y otros individuos, en otro plan de atentado contra Fidel a
realizarse en diciembre de 1988, cuando éste asistiera a la toma de Posesión de
Carlos Andrés Pérez, en Caracas, Venezuela.
Gaspar Jiménez Escobedo se
enfrascó en un frustrado atentado contra la vida del Comandante Fidel Castro en
julio de 1991, en ocasión de su participación en la Primera Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno, celebrada en Guadalajara, México.
En esta oportunidad, Gasparito ideó derribar el avión en que se trasladaría
Fidel empleando un cohete tierra aire. El dirigente cubano asistió al evento
con vistas a apoyar este importante mecanismo de consulta entre los jefes de
estado y de gobierno de América Latina y España, promovido por Brasil, España y
México. De la reunión salió el acuerdo de realizar la Segunda Cumbre en España,
en 1992, y la Tercera en Brasil, en 1993. Los enemigos de la Revolución se
congratularon de encontrar espacios idóneos para atentar contra Fidel cuando
asistiera a estos eventos.
En aquel entonces, el hoy
propietario de la empresa panameña Longlac Enterprise, dedicada a la
comercialización de armamento, Mario Delamico, se encargó de transportar hacia
Nicaragua y otros destinos centroamericanos grandes cantidades de armas
procedentes de los Estados Unidos. Luego del escándalo Irán-Contras, Delamico
devino en abastecedor de Posada para la consumación de sus planes terroristas
contra Cuba, incluida la eterna intención de matar a Fidel a toda costa, como
ocurrió en los planes para eliminar al líder cubano durante una posible visita
a El Salvador, en ocasión de la toma de posesión del presidente Reina, el
atentado frustrado contra el líder cubano en Cartagena de Indias, en Colombia,
durante 1994, e, incluso, uno de los tres planes preparados contra Fidel
durante su visita a República Dominicana en 1998.
A inicios de los años
noventa, las intentonas contra la vida de Fidel fueron en aumento, de forma tal
que solo en ese tiempo se fraguaron 16 nuevos atentados contra su vida y 8
contra otros dirigentes cubanos. En todos estos casos, así como en 108
atentados de todo tipo, estuvo involucrada la FNCA y Posada Carriles, con pleno
conocimiento de los Agentes Especiales a Cargo del FBI en la sede de Miami.
Uno de estos planes de
atentado contra Fidel se fabricó en 1991, para realizarse cuando el mismo
visitara a España el próximo año, involucrando directamente en el mismo a los
líderes de la FNCA Francisco José Hernández Calvo y Roberto Martín Pérez. Lo
realmente absurdo del rol del FBI en relación con este plan es que, cinco meses
después de la entrevista de Posada con el FBI en la embajada norteamericana en
Tegucigalpa, éste fue visitado por Gaspar Jiménez Escobedo el 15 de julio de
1992, con la finalidad de coordinar el atentado contra Fidel Castro. De acuerdo
con este plan magnicida, Posada Carriles se encargaría de conseguir un
lanzacohetes RPG-7, de fabricación soviética, para atentar contra el avión del
mandatario cubano durante su visita a España, en ocasión de celebrarse allí la
II Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, entre los días 23 y 24 de julio de
1992. Otra vez los vínculos entre Posada y la FNCA se volvían a materializar en
una nueva conspiración contra Fidel. Otra vez la sádica perseverancia sería
premiada con el fracaso.
Por su parte, ya instalado
Posada, en enero de 1994, en el apartamento 401 del Edificio Moncada, ubicado
en la Avenida Juan Lido, Colonia Ninites, en Tegucigalpa, preparó un nuevo
atentado contra Fidel Castro, considerando su posible asistencia a la toma de
posesión del electo presidente Carlos Roberto Reina. Para ejecutar este plan,
la FNCA desembolsó 20 000 dólares y planificó el empleo de un francotirador
quien dispararía contra ambos mandatarios con un fusil dotado de mirilla
telescópica. Junto a Posada Carriles estuvieron involucrados Roberto Martín,
Ramón Orosco, Gaspar Jiménez Escobedo y Francisco Castro Paz. El tirador sería
el propio Posada.
Sin cejar en su permanente
intento de agredir a la Revolución Cubana y de asesinar a su máxima figura,
Posada Carriles, en unión de cinco terroristas fracasó una vez más en la
realización de un atentado contra Fidel en Cartagena de Indias, Colombia,
durante la celebración de la IV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado.
Celebrada entre los días 14 y 15 de junio de 1994, dicho plan preveía
ejecutarse cuando el jefe de estado cubano realizara un paseo por la ciudad en
compañía del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Abundante dinero
desembolsó la FNCA, cerca de 50 000 dólares, para adquirir diversos medios de
guerra, entre los que se encontraban bazookas, armas largas y explosivos. El
plan contemplaba asimismo el empleo de un fusil Barrett, calibre 50, enviado
desde Miami, con el que se dispararía contra el mandatario cubano. Hoy se
conoce que Posada Carriles contó con la ayuda de Alberto Hernández, Félix
Rodríguez Mendigutía, Gaspar Jiménez Escobedo, Ramón Orosco Crespo, Roberto
Martín Pérez y Raúl Valverde.
Durante ese mismo tiempo,
Arnaldo Monzón Plasencia y la FNCA planeaban otro plan alterno que incluía la
preparación y ulterior infiltración de un team integrado Santos Armando
González Rueda y José Francisco Ramírez Oro, cubanos residentes en Estados
Unidos, para enviarlos a Cuba a atentar contra instalaciones turísticas y
ejecutar el asesinato del Comandante en Jefe, Fidel Castro. Ambos terroristas
se infiltraron por Puerto Padre, provincia de Las Tunas, el 2 de marzo de 1995,
logrando enterrar 51 libras de explosivo plástico C-4 y otros medios. Fueron
traídos en una embarcación tripulada por varios miembros de la FNCA, entre los
que se encontraba José Pujol, uno de los tripulantes que en el 2005
introdujeron ilegalmente a Luis Posada Carriles en Estados Unidos utilizando el
“Santrina”.
Los dos criminales
infiltrados en Cuba trajeron, y enterraron, 22,12 kilogramos de C-4, otra
pequeña bolsa con 1,383 kilogramos de ese mismo explosivo, 12 detonadores
eléctricos, 3 relojes marca Cosmo Quartz, 25,5 metros de cordón detonante, 2
pistolas rusas marca Baikal, 75 cartuchos de 9 mm. Lo interesante del caso fue
que ambos terroristas portaban un teléfono celular marca CELLSTAR de la NEC,
número 03171115H3, entregado anteriormente a mi persona por Pepe Hernández para
mis tareas operativas en la Habana a favor de la FNCA y que les había yo
devuelto hacía apenas tres meses.
Meses después, en agosto de
1995, Roberto Martín Pérez, Luis Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo,
Eugenio Llaneras y otros miembros de la FNCA se involucraron en un plan de
atentados contra Fidel Castro durante la celebración de la V Cumbre de Jefes de
Estado a realizarse en San Carlos de Bariloche, República Argentina. Lo mismo
ocurrió en noviembre de 1996, cuando Posada Carriles y Félix Rodríguez
Mendigutía organizaron un nuevo intento de magnicidio contra Fidel durante su
visita a Chile para participar en la VI Cumbre de Jefes de Estado de
Iberoamérica.
Mientras tanto, muchos de
los agentes del FBI en la División de Miami, como el propio Paul R. Philip, el
agente especial en el cargo de la oficina de Miami del FBI; el Agente Especial
Raúl Fernández, asignado a la Dirección Operativa de Miami desde 1987; David A.
Cardona, agente especial a cargo de Supervisión; el Agente Especial Joseph
Persichini, Jr.; el Agente Especial de Supervisión de la Ley contra la
Corrupción Pública y programas del Fraude Gubernamentales; el Agente especial
del FBI James Pat Laflin, así como los agentes D. Keith Bryars, Keith Slotter,
Robert E. Casey, Sean Joyce, y muchos otros, enfrascados algunos en la lucha
contra el crimen, ignoraron deliberadamente por órdenes de sus jefes las
actividades magnicidas y terroristas de los mafiosos cubanos asentados en
Miami. Como una tradición, el propio Paul R. Philip, al igual que los harían
sus sucesores Héctor Pesquera y Salomon, confraternizó sistemáticamente con los
contrarrevolucionarios ejecutores de un descarado terrorismo contra Cuba,
ignorando deliberadamente sus criminales actividades. Fidel continuaba en la
mira de sus obcecados enemigos.
Percy Francisco Alvarado Godoy
21 de mayo de 2010
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