Ahora
que las mentes estrechas continúan apoyando al Gobierno totalitario de
los EE.UU. y sus aliados y los reconocen como campeones de la
“democracia”, nosotros tenemos que intentar entender cómo alguien podría
ser tan equivocado.
¿Podría una persona apoyar realmente el
aparato que le ha privado de la libertad, o es sólo miedo a hablar
contra sus cadenas lo que le conduce a actuar de este modo? pues uno
tiene que mirar con recelo cuando los expertos defienden la destructiva y
decadente política exterior del Gobierno de Estados Unidos en Siria o
Ucrania.
En realidad, ellos no creen en lo que están diciendo; la
cuestión es que sienten miedo por su situación si contradicen políticas
tiránicas e absurdas que su gobierno ha puesto en marcha. Este cobarde
deseo de salvaguardar su situación por encima de la verdad es el motor
que hace que los aduladores desfilen en la prensa para apoyar a un
gobierno fracasado.
Mi
homónimo filósofo británico, Jeremy Bentham, usó el término “panóptico”
para describir una prisión circular donde los presos son controlados
por el espectro de un vigilante en lugar de depender de grilletes
físicos y guardias. El éxito del panóptico se basa en inducir al
detenido hacia un estado consciente y permanente de visibilidad que
garantiza el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se
esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el
prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no.
De una manera u otra,
los ciudadanos de los EE.UU. y muchos otros países han creído durante
mucho tiempo que el Gobierno de Estados Unidos tiene enorme capacidad de
vigilarlos. La información divulgada por el excontratista de NSA,
Edward Snowden sólo sirvió para confirmar los temores de muchas
personas, que a menudo no son expresados por su aparente similitud con
las teorías de la conspiración.
La revelación de
que cada una de nuestras comunicaciones privadas está siendo
interceptada por una agencia del Gobierno estadounidense y el Cuartel
General de Comunicaciones (GCHQ, por sus siglas en ingles) del Reino
Unido, ha empeorado las cosas, ha abierto una significativa brecha de
desconfianza entre los gobernantes y los gobernados. Hubiera sido
suficientemente preocupante si el gobierno estuviera simplemente
monitoreando las rutas hechas públicamente por los individuos en
Internet. Puede que la gente, aunque debería, no se hubiera opuesto a
esta práctica. Pero el gobierno ha asumido el rol de vigilante de todo
el mundo; y a consecuencia el de controlador de todo el mundo.
Los
estadounidenses ya no controlan su gobierno; son controlados por ello.
El Gobierno de Estados Unidos ha dejado bien claro que es capaz de hacer
cualquier cosa contra su propio pueblo, o contra los extranjeros, para
sobrevivir y hacerse tan poderoso como le es posible.
Edward
Snowden afirmó que el aparato de vigilancia estadounidense está lleno
de disidentes como él. Se esconden detrás de un “falso” patriotismo que
en realidad, es el miedo y la cobarde obediencia a las figuras de
autoridad. La misma obediencia se ve claramente en la prensa, y saltó a
la vista cuando en el Reino Unido, el gobierno obligó a los responsables
del periódico The Guardian a romper sus propios
discos duros con el fin de que el periódico dejara de publicar más
informaciones sobre el espionaje gubernamental.
En aquel día,
cuando el periódico se vio obligado a autocensurarse para salvar la
reputación del gobierno, la democracia británica dio un definitivo paso
hacia atrás y la legitimidad del gobierno cayó a cero. Al mismo tiempo, The Guardian
comenzó su nuevo papel como el títere de la política del gobierno en
lugar de cuestionarla, lo que llevó a sus críticos a establecer el sitio
web Offguardian para publicar los temas de los cuales The Guardian
parecía evitar.
En esta atmósfera de la interferencia coactiva y
generalizada de Estado contra los derechos del público, cualquier
persona que apoya la política del gobierno o defiende sus objetivos es
un cobarde. Sus argumentos no son resultados de sus propias
convicciones, sino del miedo a poner en riesgo su puesto de trabajo o su
prestigio a los ojos de la ley si no repite como un loro las
absurdidades que pronuncian los que ponen las reglas.
Es por esta
cobardía que los llamados expertos analistas liberales se han unido a
las absurdas narraciones antirusas y antiiraníes de la política exterior
estadounidense. Mientras justifican su hostilidad contra Irán o Rusia a
base de la falta de alguna forma de democracia o libertad que no existe
en estos países a cuyos gobiernos tachan de “autoritarios”, estos
perros de ataque son esclavos de sus propios maestros autoritarios.
Los
comentaristas de los medios de comunicación que comparten los miedos de
los gobiernos a potencias extranjeras como Irán y Rusia, están al mismo
nivel intelectual que los perros. Son xenófobos y ladran contra
cualquier pensamiento desconocido para sus impulsos primitivos y
violentos. Lo único que entienden es el palo que utiliza su gobierno
para mantenerlos a raya. Por eso su ladrido debe ser tratado con
desprecio.
En la era de
Internet, es difícil creer que alguien pudiera ser tan tonto como para
aceptar la propaganda gubernamental como un hecho. Pero, tales personas
todavía existen, aunque se ven más en la prensa que en el público en
general. Tenemos una prensa que miente sin fin, repitiendo las
declaraciones del gobierno como un evangelio mientras pretende tener una
acertada noción de la “democracia”.
Esta crítica hacia los medios
de comunicación principales puede parecer excesiva o mordaz. Sin
embargo, no deja de ser cierta por esta razón. Cuando los primeros
defensores de las formas modernas de la libertad de expresión guiaron
las revoluciones estadounidense y francesa, nunca buscaron la libertad
de expresión para el Estado o loros para amplificar su voz y crear su
falsa imagen de legitimidad.
La libertad de expresión fue creada
para salvaguardar los derechos del ciudadano común, por lo que los
expertos que la utilizan para apoyar las amenazas del régimen
oligárquico criminal no están ejerciendo la libertad de expresión, sino
la están minando de la peor manera posible. Los perros de ataque de
Estado policial no solo no contribuyen en establecer una democracia
saludable, sino que la socavan, así que sería mejor si se callan de una
vez por todo.
Escrito por: Harry J. Bentham
Harry
J. Bentham es un especialista británico en asuntos políticos. En la
actualidad, es parte del consejo asesor de laboratorio de ideas,
Lifeboat Foundation. Sus obras se pueden encontrar en las editoriales en
línea como el boletín radical, Dissident Voice, transhumanist y h +
Magazine. Su obra, que ha sido acogida favorablemente por los lectores,
resalta las desigualdades económicas en el mundo y los beneficios de los
cambios sociales impulsados por la tecnología. HispanTV
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