Durante años, la CIA se lanzó a una carrera por el control mental de la población para la que se sirvió de todo tipo de drogas.
Un hombre trata de ahogarse porque asegura que su vientre está siendo devorado por serpientes. Otro grita “¡soy un avión!” antes de saltar por la ventana. Otro ve su propio corazón saliéndole por los pies en mitad del pánico. Una niña de 5 años alerta: “¡nos van a comer los tigres, cae sangre del techo!”. Otro, de 11 años, intenta estrangular a su abuela.
“Wow”, debieron pensar en la CIA tras comprobar los resultados de su
ocurrencia: habían añadido dietilamida de ácido lisérgico a una masa
horneada de harina, cereales y levadura.
Vamos: meterle LSD al pan.
Ocurrió el 16 de agosto de 1951 y en Point-Saint-Esprit,
un pueblecito del sureste francés a mitad de camino entre Lyon y
Marsella, todavía se acuerdan del llamado “misterio del pan maldito”.
Decenas de sus habitantes acabaron aquel día internados en manicomios. Otros, con epilepsia. Al menos 5 acabaron muertos.
El misterio fue misterio hasta hace sólo unos años, cuando un periodista descubrió que aquello no fue provocado,
como durante décadas se pensó, por la presencia accidental del hongo de
cornezuelo en el centeno del pan. Este cornezuelo, también llamado
ergot, contiene propiedades alucinógenas y fue la base de las
investigaciones del químico suizo Albert Hofmann, que lo sintetizó en forma de LSD en 1938.
El periodista en cuestión, Hank Albarelli, se encontró
con las evidencias investigando documentos de la CIA. Se relato afirma
que las cosechas de Point-Saint-Esprit fueron rociadas con dietilamida
por la CIA. La empresa farmacéutica Sandoz, única productora de LSD, sería quien se la proporcionó. Albarelli llegó hasta los papeles incriminatorios investigando el suicidio de Frank Olson, un bioquímico que trabajaba en Sandoz para los programas secretos de la CIA.
Según la versión oficial, Olson se había suicidado tirándose desde un
décimo piso en 1953, 2 años después del incidente en Point-Saint-Esprit.
Pero Albarelli encontró transcripciones de conversaciones en las que
Olson revelaba el alto secreto: que lo ocurrido en Francia no era culpa accidental del cornezuelo, sino del LSD.
En su libro A terrible mistake, Albarelli recoge un
documento secreto de la Comisión Rockefeller (encargada de investigar
posibles abusos de la CIA) en 1975. En él, la CIA menciona
Point-Saint-Esprit y a los agentes franceses secretos trabajando para
ella. Además, admite haber administrado LSD a Hofmann sin su consentimiento una semana antes de su “suicidio”.
Según el periodista, la CIA habría drogado en secreto a casi 6.000 personas entre 1953 y 1965.
El pan con LSD en Point-Saint-Esprit fue uno más de toda la serie de experimentos que la CIA realizó en la Guerra Fría. El programa MK Ultra era el encargado de llevar a cabo pruebas sobre el control mental de la población en un periodo de paranoia anti-comunista.
Uno de los objetivos del programa era forzar estados vulnerables en las personas
para obtener información más fácilmente. Para ello se drogaba a
prisioneros. También los propios agentes fueron drogados para comprobar
cómo podían reaccionar en determinadas situaciones.
Dentro de MK Ultra, se probaron interrogatorios con hipnosis inducidas por síndrome de abstinencia de morfina y administraciones de THC, el componente psicoactivo del cannabis, o de mescalina, uno de los alcaloides del peyote. También se usaron electroshocks o lobotomías.
Amnesia, euforia, dependencia, impulsividad, confusión.
Estos eran los aliados que el director de la división química de la CIA
e impulsor de MK Ultra, Sidney Gottlieb, parecía tener en su trabajo.
El obituario que The New York Times le dedicó al morir no puede ser más
explícito: “llevó el LSD a la CIA”.
La relación entre el LSD y la CIA la podemos etiquetar como la prehistoria negra de la imaginería flower power a la que se suele asociar este ácido. La cara B del invento de Hofmann.
Los sujetos que recibieron dosis no fueron sólo prisioneros o agentes de la propia CIA. También se les administró en secreto a prostitutas, indigentes o enfermos mentales. Los centros de operaciones eran Nueva York y San Francisco.
La Operación Clímax de Medianoche
se desarrolló en esta última ciudad. Prostitutas compinchadas con la
CIA echaban LSD en las bebidas de algunos clientes sin que estos lo
supieran.
El escenario para este sexo lisérgico era una casa preparada por la propia CIA donde los agentes, ocultos tras un falso espejo, seguían las evoluciones de los clientes.
Las paredes estaban llenas de fotos de escenas femeninas de sado y de
cuadros de Toulouse-Lautrec. La escena parece superar la de cualquier
película.
El agente de narcóticos de la CIA George White era el
cabecilla de esta rama californiana de MK Ultra. Su biografía deja un
rastro de LSD vertido en bebidas de restaurantes, bares de playa e incluso servido en sus propias cenas privadas.
Poco a poco, debido a que la CIA asistía –imaginamos que decepcionada- a
la imprevisibilidad de los resultados esperados del LSD, su uso se fue
abandonando. Al parecer, las consecuencias del propio incidente de
Point-Saint-Esprit paralizaron un demencial plan de utilización masiva de LSD en el metro de Nueva York, gestado incluso antes que el plan fran.
El proyecto MK Ultra cayó en declive cuando el
presidente JFK destituyó al jefe de la CIA que la había iniciado, Allen
Dulles, tras fracasar la invasión a Cuba por Bahía de Cochinos en 1961.
Hacia mediados de los 60, esta especie de violaciones mentales de la CIA con LSD terminaron oficialmente.
Sin embargo, el gobierno continuó con los experimentos
en la base Edgewood Arsenal, en los que a los soldados destinados en
Vietnam se les exponía, sin la información necesaria, a dosis no solo de
LSD, sino de gas mostaza, sarín o BZ,
un potente agente incapacitante. La Asociación de Veteranos de Vietnam
ha cifrado en 7.800 los soldados que fueron sometidos a estas pruebas.
Poco después, el escándalo Watergate originaría una serie de purgas
internas en la CIA que culminaron con la Comisión Rockefeller. MK Ultra
llegó al Congreso y a la opinión pública.
Enseguida llegaría la revolución derechista de Ronald Reagan, pero para ese lavado de cerebro al parecer no fue necesario el LSD.
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Play Ground Noticias.
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