© Collage: La Voz de Rusia
Después de que los militares dispararán contra
los manifestantes a las puertas del Estado Mayor de la Guardia
Republicana, el partido de los salafitas ultraconservadores Al Nur
desestimó participar en las negociaciones con las nuevas autoridades de
Egipto. Entre tanto, no hace tanto los salafitas saludaban el
derrocamiento del presidente Mohamed Morsi. Esto es una prueba más de
que entre los islamistas egipcios existe una escisión. Su ala más
conservadora, los Hermanos Musulmanes, están dispuestos a luchar para
devolver a Morsi al sillón presidencial.
Pero los
salafitas, animados más radicalmente, consideran que Egipto necesita
otro líder. Las fronteras de esta escisión van mucho más allá de las
fronteras de Egipto. El problema reside en que tanto los Hermanos
Musulmanes como los partidarios de Al Nur tienen patrocinadores
extranjeros. A los Hermanos los sustenta Catar. Precisamente en Doha se
encuentra su líder espiritual, el jeque Yusef Cardaví. Mientras que los
salafitas son patrocinados por Arabia Saudí donde el wahabismo es la
ideología dominante. Esta situación es comentada por el presidente del
Instituto para Oriente Próximo, Evgueni Satanovski:
–No solamente en Egipto sino en todos los países de la “primavera árabe”, Catar
apoyó y continua apoyando a los Hermanos Musulmanes y sus movimientos
afines. Por ejemplo, a los líderes de AnNahda, en Túnez, o a Hamás, en
Gaza. Correspondientemente, los salafitas son un producto de Arabia
Saudí. Además, Arabiafelicitó de manera fervientemente a la junta
militar que derrocó a los Hermanos Musulmanes y a Adli Mansur, que hoy
ocupa las responsabilidades del presidente de Egipto. Esto nos dice que
en la península arábiga es completamente aplicable el antiguo dicho ruso
que reza: “Al vecino se le murió la vaca, será una tontería, pero me
alegro”.
La ayuda que prestan a sus protegidos
tanto Doha como Riad es diversa. En primer lugar, claro está, la
financiera. Según afirma el periódico Financial Times,
Catar “invirtió” en Egipto ocho mil millones de dólares. El canal
catarí Al Jazeera prestó apoyo informativo al Gobierno de Morsi. Por
ello no asombra que tras el derrocamiento de Morsi las trasmisiones de
Al Jazeera hayan sido prohibidas en Egipto, se llevasen a cabo registros
en las oficinas de este canal televisivo y fuese detenido su jefe de
corresponsales en El Cairo. No menor es la actividad de Arabia Saudí en
Egipto, afirma el experto del Instituto de Valoraciones y Análisis
Estratégicos, Serguéi Demidenko:
–Ellos
prestan un apoyo multifacético: político, diplomático, financiero. Esto
es una práctica normal que Arabia Saudí lleva a cabo desde hace
bastante tiempo, desde los años setenta. Pero no hace mucho tiempo Catar
se sumó a este tipo de actividades. También, digamos que asimila los
métodos diplomáticos y políticos que sus colegas saudíes introdujeron
desde hace cuarenta años.
Egipto no es el único
país por cuya influencia compiten Doha y Riad. Estas monarquías compiten
también en los países del Magreb, en Siria, en el Líbano, en Yemen y en
Palestina. O sea, prácticamente, en todo el territorio del Oriente
Medio, nos dice Evgueni Satanovski:
–Se
trata de una lucha por la influencia sobre un gobierno u otro, sobre
unas u otras fuerzas políticas. Es una lucha por proyectos económicos.
En particular, después del derrocamiento de Gadafi,
Catar y Arabia Saudí comenzaron una lucha en África por los proyectos
relacionados con el legado del dictador libio. Pero en Etiopía los
salafitas sufrieron no pocas pérdidas y Arabia Saudí cerró allí toda una
serie de grandes proyectos inversionistas, ocasión que aprovechó Catar
para desarrollarlos suyos.
Los expertos
consideran que el derrocamiento de Mohamed Morsi ha resultado ser un
serio golpe a las posiciones de Catar. Pero, no solamente en Egipto,
sino en todos los países de la “primavera árabe”. Al convencerse de que
el poder de los Hermanos Musulmanes y sus patrocinadores cataríes no es
tan sólida, sus opositores en otros países pasarán a la ofensiva.
fs/kg/sm
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