Pasa el tiempo y con él
envejecemos. Así le ha ocurrido a mi antiguo amigo Rafael quien ya al
termino de su vida continúa esperando que el “bombo” le proporcione su
preciando boleto a la “libertad”. Graduado de ingeniero en electrónica
industrial pasó casi toda su vida trabajando como “cuentapropista
ilegal”. Ahora es un anciano que continúa declarándose ante su
restringido círculo de “amigos” como “un disidente por convicción”.
Recuerdo sus palabras al recibir la noticia de que en su barrio
habría reunión de rendición de cuentas del Delegado (reunión en la que
el representante del Gobierno en la base expone ante sus electores los
resultados de su gestión). ”Para ir a escuchar siempre lo mismo prefiero
ver la llamada mesa redonda, donde lo único que estoy seguro que es
verdad es que es geométricamente circular o quizás prefiera torturarme
con una dosis del Noticiero Nacional de Televisión, mientras espero el
horario de la telenovela brasileña”, decía con tono de burla mientras
preparaba los condimentos de su comida.
Este hombre cursó de manera autodidacta durante toda su vida una
maestría en el diseño y construcción de disímiles prototipos de antenas
con el objetivo de escuchar a la que tantas veces catalogó como “la voz
de la verdad”, refiriéndose a la mal llamada “Radio Martí”. “Como me
duele que todo el dinero y el esfuerzo que realiza el “Monarca de la
democracia” (refiriéndose al gobierno de los EE.UU.) por mantenernos
verdaderamente informados sea en vano”, se lamentaba después de cada
experimento fallido.
Es cierto, como me duele que tu “país de las maravillas” tire tanto
dinero a la mierda –le decía yo con tono irónico provocando una leve
sonrisa en el rostro al enfadado hombre-, en vez de aumentarles el
presupuesto a sectores como la educación o la salud, víctimas constantes
de los recortes presupuestarios.
Los disidentes también se enferman y el caso del que por mis
convicciones ha rechazado mi amistad no es la excepción. A su avanzada
edad, el Parkinson ha hecho de su cuerpo presa fácil. Sin el apoyo de
ningún familiar, el viejo Rafael ha sido trasladado a un hogar de
ancianos, hasta donde en ocasiones lo he ido a visitar. -“Chivatico de
Castro”, ¿Cómo estás?- me dice mientras me saluda con su boca
embadurnada de la jalea de guayaba que le suministrada una joven
enfermera. En su estado actual no puede alimentarse por si solo. Esta
Revolución, de la cual soy hijo, cada día me llena más de ganas de
seguir luchando por ella en donde quiera que me encuentre, pues acciones
como estas son las que nos proveen de verdaderos criterios, en la
mayoría de las ocasiones relegadas al anonimato.
Existen muchos “Disidentes solapados” como Rafael que bajo este
estandarte viven una vida regalada. Como el protagonista de esta
historia, egresado de una de las escuelas del pueblo, nunca aportó nada a
la sociedad. Prefirió dedicar todo el potencial que había adquirido,
sin tener que dar nada a cambio, a su beneficio personal. Sin ningún
compromiso para con la sociedad estos lumpen sociales continúan con su
hipercriticismo desmedido, tratando de destruir con sus lenguas lo que
todo un pueblo ha construido con las manos.
Quisiera que se preguntaran si en esa “Monarquía de la democracia” se
puede vivir así como lo hacen en Cuba. De ser así deberían tratar de
salir hasta ese país para auspiciar conferencias especializadas sobre el
tema a las miles de personas que hoy no tienen empleo y viven de lo
que les proporciona la basura, a todos aquellos que esperan
pacientemente que llegue su turno en la lista para practicarse alguna
intervención quirúrgica, o finalmente recorrieran los hogares
destinados al cuidado de ancianos, para ver a cuantos como Rafael
pueden encontrar en ellos.
Por Nelson Ricardo Basulto*.
* Nelson Ricardo Basulto es estudiante de 4to año de la carrera
Marxismo-Leninismo e Historia en la Universidad de Ciencias Pedagógicas
“José de la Luz y Caballero” de Holguín.
Tomado de http://visiondesdecuba.com
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