Quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan a todo el poder (Max Weber, 1864-1920).
Los golpes de Estado en América Latina siempre dejaron profundas
huellas en la sociedad y el desarrollo socio económico en el continente.
Dicen los psicólogos que tienen que pasar varias décadas para que se
diluya la herencia de cada dictadura y que la gente se libere del miedo
de la persecución, la tortura y la muerte. Hace dos meses se cumplieron
40 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile quien encabezó
la dictadura en ese país entre los años 1973 y 1990, pero su legado
sigue reflejándose en el quehacer diario del país, lo que se observó
claramente durante las recientes elecciones presidenciales que tuvieron
lugar el pasado 17 de noviembre.
Inclusive la vida de cada una de las dos principales candidatas
presidenciales está entrelazada estrechamente con esa historia de Chile.
Verónica Michelle Bachelet, representante de la Nueva Mayoría de
orientación centro-izquierda obtuvo el 46.74 por ciento del voto, es la
hija del general de la Fuerza Aérea de Chile, Alberto Bachelet y miembro
del gobierno de Unidad Popular encabezada por Salvador Allende.
Bachelet se opuso al golpe de Estado en 1973 por lo que fue detenido
por los esbirros de la dictadura, falleciendo seis meses después en la
cárcel como resultado de las torturas que sufrió. También fue detenida
Michelle Bachelet y su madre en 1975 en Villa Grimaldi antes de partir
al exilio a la República Democrática Alemana, allí recibió el apoyo del
presidente Erich Honecker quien después del derrumbe de la Muralla de
Berlín se exilió en Chile donde murió en 1994.
Su principal rival en las recientes elecciones, y la candidata de la
derecha tradicional chilena Evelyn Rose Mathei, obtuvo el segundo puesto
con el 25.02 por ciento del voto. En contraste con Michelle Bachelet,
Evelyn Mathei es la hija del general en retiro de la Fuerza Aérea,
Fernando Mathei y estrecho colaborador de Augusto Pinochet. El participó
en el proceso de persecución del padre de Michelle Bachelet. En 1988
durante el referéndum sobre la continuidad de Pinochet en el poder,
Evelyn Mathei fue una activa promotora del voto Sí para mantener ocho
años más al sanguinario dictador al mando del país.
Así es el Chile actual. En las pasadas elecciones presidenciales,
sólo se sufragó la mitad de los habilitados pues la mayoría de los 17
millones de ciudadanos chilenos no creen en ninguna de las dos
candidatas presidenciales y consideran que tanto con la presidenta
centroizquierdista como con la derechista Chile estará atado al modelo
neoliberal y no esperan cambios sustanciales en el país que es
presentado en la última década por la prensa globalizada como “el Tigre
Latinoamericano” en términos económicos. Es cierto que en los últimos 10
años el índice de crecimiento rondaba alrededor de un cinco por ciento.
De acuerdo al director de la organización no gubernamental (ONG)
“Educación 2020”, Mario Waissbluh, “Chile representa el más neoliberal
modelo económico en el mundo. Los pilares del neoliberalismo, Estados
Unidos y Gran Bretaña, comparando con Chile, parecen países
socialistas”.
En Latinoamérica, Chile está ubicado en el quinto lugar por la
desigualdad económica. Entre 2000 a 2009, el 20 por ciento de los más
pudientes eran dueños del 58 por ciento del ingreso nacional, mientras
que el 20 por ciento de pobres tuvieron acceso a sólo el 4 por ciento.
El sistema de pensiones hasta ahora mantiene el modelo instalado en la
época de Pinochet basado en el dominio de fondos privados. El actual
presidente Sebastián Piñera tuvo que reconocer que “la mitad de los
chilenos no tienen acceso al Fondo de Jubilación y de los que lo tienen,
el 40 por ciento están recibiendo el mínimo de beneficios”. En el 2011
esto significaba unos 180 dólares al mes.
El sistema educativo heredado de Pinochet es considerado como el
segundo más caro en el mundo después de Norteamérica. El 50 por ciento
de la educación secundaria y el 90 por ciento de la universitaria están
en manos del sector privado. En términos del costo esto significa que
una familia de la clase media está obligada a destinar un 40 por ciento
de su ingreso al pago de la educación universitaria de sus hijos. Esto
implica la existencia de segregación social en el sistema educativo, por
la cual Chile obtuvo el 64 lugar entre los 65 países evaluados por la
Organización de Cooperación y Desarrollos Económicos (OECD) en 2009.
Precisamente las promesas de solucionar estos problemas llevaron a la
candidata del bloque socialista de orientación centro izquierda,
Michelle Bachelet a la presidencia de la república en 2006. Sin embargo,
sus ideas socialistas se opacaron rápidamente en un sistema al que la
sombra de Pinochet no dejaba libre. Durante cuatro años de su
presidencia (2006-2010) la dirigente socialista de rostro sonriente y
estilo tranquilo se transformó en una líder pragmática concentrada más
en mantener la estabilidad macroeconómica del país que en el
cumplimiento de sus promesas. No pudo cambiar el sistema educativo a
pesar de un fuerte movimiento de los estudiantes de secundaria llamados,
“pingüinos”. Hizo algo respecto a la sanidad y derechos de la mujer.
Sin embargo, el sistema neoliberal que abrazó Bachelet no ofreció
muchas posibilidades para poder hacer cambios socioeconómicos en el país
y redistribuir el ingreso. Las grandes corporaciones seguían
consiguiendo más ganancias que en cualquier otro país de América Latina.
En la política exterior, Bachelet, según sus propias palabras optó por
“convergencia con el poder hegemónico del planeta”, es decir con los
Estados Unidos. Sin duda alguna la beca de un año en el Colegio
Interamericano de Defensa en Fort Lesley J. McNair influyó mucho en su
alejamiento de las ideas socialistas o simplemente progresistas. Su
gobierno siguió aplicando la ley antiterrorista del gobierno de Pinochet
especialmente hacia las comunidades nativas mapuche, persiguiendo
inclusive a los menores de edad como terroristas a base de testigos
secretos. El único delito de los mapuches es reclamar el derecho a su
territorio ancestral.
Al no lograr la mayoría ninguno de los candidatos en los comicios del
17 de noviembre pasado, Michelle Bachelet está preparándose para la
segunda ronda que tendrá lugar el próximo 15 de diciembre. Lo
interesante es que su plan de gobierno de 200 páginas recibió una
evaluación positiva de las instituciones neoliberales. J.P. Morgan Latin
American Equity Research Center, en su último informe resaltó que se
quedó “sorprendido positivamente” por el programa “moderado” de Bachelet
que incluye “muchas ideas en apoyo al mercado libre” y que define como
la “prioridad del gobierno asegurar el crecimiento económico”. También
la candidata de la Nueva Mayoría empezó a suavizar sus consignas tipo
“¡Educación gratuita y de Calidad!”,” ¡Nueva Constitución!” etc. para
ganarse nuevos votantes que se asustan de las posibles reformas de toque
progresista.
Tomando en cuenta el pragmatismo de Michelle Bachelet, es difícil
esperar grandes cambios en su próximo gobierno que formaría si logre
votos necesarios en las próximas elecciones en el país. Existen todas
las condiciones para que las gane puse tiene el aval tanto del Partido
Comunista como del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. El
país ya se cansó del multimillonario presidente Piñera y no tiene otra
alternativa a Bachelet. Al mismo tiempo su coalición Nueva Mayoría (NM)
consiguió 68 escaños frente a los 48 que logró el conglomerado de la
derecha, Alianza por Chile, sobre un total de 120 miembros de la Cámara
de Diputados. También en el Senado la NM obtuvo 21 curules de los 38
existentes y la derecha se redujo a 16 senadores además de un
independiente.
Los cuatro exdirigentes estudiantiles: Giorgio Jackson, Gabrielm
Borick, Karol Cariola y Camila Vallejo de orientación progresista,
siendo las dos últimas comunistas darán sin duda nueva vida al Congreso y
bastante ajetreo a los sectores de la derecha. También los ex pingüinos
presionarán fuertemente a Bachelet para que cumpla con algunas de sus
promesas especialmente en lo respecto a la educación, salud y el cambio
de la constitución.
Ya los jóvenes, dieron el mensaje a Bachelet cuando el pasado 17 de
noviembre, el día de las elecciones, los estudiantes agrupados en la
Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) tomaron el
cuartel general de Michelle Bachelet declarando que “El Movimiento
Estudiantil en su conjunto tiene la claridad que más allá de los
resultados de las elecciones, el próximo año y los que vienen serán de
lucha y organización. Hoy la antigua Concertación se disfraza de la
Nueva Mayoría, ha tomado nuestras demandas llevándolas a un programa que
sabemos que no cumplirán, deformándolas y convirtiéndolas en propuestas
para la clase empresarial y alejándolas de su origen: el movimiento
social… Trabajaremos incansablemente por la articulación transversal de
las luchas de hoy y las de mañana. Salga quien salga electo, seguiremos
consecuentes y firmes con el movimiento social”.
Sin duda alguna, estos nuevos vientos que soplan en Chile darán mucho
dolor de cabeza a los futuros gobernantes del país que está atado
fuertemente al neoliberalismo y a una casi íntima relación comercial,
financiera e ideológica con los Estados Unidos. Pero la historia
demuestra que ninguna atadura es eterna y el destino de cada país no
depende tanto de sus gobernantes como de la voluntad de su pueblo. Está
llegando la hora de las nuevas generaciones de los chilenos los que
determinarán el futuro de su país guiados, como decía Víctor Hugo, por
“la llama que arde en sus ojos”.
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