Alrededor de 10.000 niños, entre los 10 y
15 años de edad, trabajan filtrando con pala y tamices las sobras,
desechos de piedras y lodo provenientes de las minas de esmeraldas en el
municipio de Muzo (Boyacá), ubicado 90 kilómetros al norte de Bogotá
(Colombia). El trabajo consiste en buscar minúsculas esmeraldas o polvo
de ellas escapado del filtro de la mina. Son piedras de un intenso
verde, consideradas por los gemólogos como las de mayor calidad del
mundo. También utilizan a los niños para picar en túneles demasiado
angostos.
La vida en
ese municipio gira alrededor de la explotación de esmeraldas y para esa
comunidad minera ‘cada uno practica la minería donde quiere, sin
apoyarse en la comunidad’ y ‘cada uno trabaja por su cuenta, sin
depender de otras familias o asociarse con ellas’. Y, por supuesto, son
los propios padres quienes inducen a sus hijos, aún bien menores, a la
faena de la extracción de la esmeralda, convirtiéndose así en uno de los
municipios de Colombia con mayor índice de población analfabeta: el
estímulo a la escuela simplemente no existe. Así mismo, pobreza y
hacinamiento es el común denominador en Muzo, donde llegan a vivir 10
personas por cuarto y donde el abuso sexual entre hermanos o de padres a
hijos está a la orden del día.
La explotación de esmeraldas exige a los
niños y niñas un gran esfuerzo físico y los somete a diferentes riesgos
para su integridad física y psicológica. Se exponen a temperaturas
extremas, olores tóxicos, la presencia de polvo en el ambiente,
picaduras de insectos, mordeduras de animales, además de ruidos y
vibraciones permanentes, situaciones que violan sus derechos humanos, al
ser menores de edad.
En Colombia, los niños y niñas mineras
de ese municipio baten record en enfermedades respiratorias: es la
localidad con el más alto número de menores enfermos. Pocas
oportunidades hay para esos niños. Allí, quienes definen su porvenir son
la codicia, la ignorancia, la impunidad, los intereses y la complicidad
colectiva de los habitantes de Muzo.
Cuando veamos un zarcillo, collar o
anillo con esmeraldas, tratemos de observar bien esas piezas: seguro que
en la parte más densa, más intima de esa piedra, descubriremos la
silueta del rostro de uno de esos niños que se quedó sin futuro.
Por: Lenin Cardozo
Tomado de http://elturbion.com
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