Para gran sorpresa del gobierno de Estados Unidos, la primera bomba
atómica soviética fue detonada en el polígono de Semipalátinsk el 29 de
agosto de 1949. Los documentos desclasificados relatan el papel que
desempeñó la inteligencia soviética en lo que respecta a la creación de
la bomba.
La culminación de un proyecto secreto tuvo lugar en la orilla
izquierda del rió Irtish, a 130 kilómetros de la ciudad de
Semipalátinsk, al noreste de la república soviética de Kazajstán.
Fue la instalación militar secreta una conocida como: “Polígono Nº2”
del Ministerio de las Fuerzas Armadas de la URSS. Unidad militar 52 605,
responsable de efectuar las pruebas del dispositivo RDS-1, o “Artículo
501” O, hablando claro, la primera bomba atómica soviética.
La noticia sobre la detonación en la URSS de un dispositivo nuclear
fue un duro golpe para el presidente de EEUU, Harry S. Truman, porque
todos los científicos estadounidenses y la CIA le habían asegurado que
los soviéticos necesitarían por lo menos diez años para desarrollar sus
propias armas atómicas.
Pero Truman recibió un segundo golpe, y mucho más fuerte, cuando los
expertos al poco tiempo informaron que todos los parámetros de la bomba
soviética coincidían con los de la primera bomba estadounidense
explotada en 1945.
La conclusión era evidente: los rusos habían robado información ultra secreta.
La respuesta de Moscú, también desconcertó a Occidente, desde la
tribuna del parlamento soviético, el físico soviético Igor Kurchátov, en
un discurso cargado de patriotismo hizo el anuncio sensacional:
“Los científicos soviéticos consideraron un deber patriótico
garantizar la seguridad de la Patria, y obtuvieron éxitos importantes en
la fabricación de armas atómicas”, dijo Kurchátov seguido de una
estruendosa ovación en la sala.
Los experimentos en materia de la física nuclear en los años 30 y 40
del siglo pasado se realizaban en Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión
Soviética y Alemania.
Pero fue precisamente en Alemania donde aparecieron tres figuras que
es indispensable recordar, los científicos en física: Albert Einstein,
Klaus Fuchs y Otto Hahn.
El futuro Premio Nobel Otto Hahn obtuvo pruebas irrefutables de la
fisión nuclear de uranio en 1938, lo cual permitía desarrollar nuevos
tipos de armas.
Afortunadamente, estas armas no cayeron en manos de Adolfo Hitler,
que llevaba ya cinco años en el poder en Alemania, por una serie de
razones. En primer lugar, porque el líder del Tercer Reich exigió
resultados inmediatos, y nadie los pudo garantizar.
Además, muchos de los científicos destacados emigraron de Alemania.
Aquellos que por algunas razones no simpatizaban mucho con el gobierno
nazi, como Klaus Fuchs, que era miembro del Partido Comunista de
Alemania, y aquellos que no pertenecían a la raza aria. En otras
palabras, los judíos y entre ellos estaba Albert Einstein.
Mientas que Einstein emigró directamente se dirigió a Estados Unidos,
Fuchs llegó al Nuevo Mundo apenas en 1943, este momento importante de
su vida, lo comentaremos luego.
El 2 de agosto de 1939, Einstein escribió una carta al presidente de
EEUU Roosevelt que decía: “Me consta que Alemania ha suspendido
actualmente la venta de uranio extraído de las minas de la
Checoslovaquia ocupada...” El científico supuso que los nazis lo
necesitaban para desarrollar armas nucleares.
Dos meses y medio más tarde Franklin Roosevelt agradecería a Albert Einstein su carta y diría: “¡Esto nos obliga a actuar!”.
Sin embargo, en 1945 se supo que los alemanes habían suspendido la
venta del uranio porque las fábricas de armamento alemán necesitaron el
mineral de uranio para reforzar el blindaje de los carros de combate.
Mientras tanto, en la ciudad canadiense de Quebec, Roosevelt acordó
con el primer ministro británico, Whiston Churchill unir esfuerzos en el
desarrollo de las armas nucleares ocultando estos planes a su aliado,
Josif Stalin, líder de la Unión Soviética.
Y por cuanto Gran Bretaña era objeto de constantes bombardeos de la
aviación nazi, se decidió que las instalaciones nucleares se construirán
en Estados Unidos.
Para la realización del proyecto, bajo el nombre en clave
“Manhattan”, se creó en la población de Los Álamos, en el estado de
Nuevo México el Laboratorio Nacional. Con una financiación para aquellos
años inaudita más de 2.500 millones de dólares.
En marzo de 1943, lo que antes fue un sanatorio para jóvenes se
convirtió en un centro de investigaciones secretas vigilado por la
inteligencia militares y el FBI. Allí fueron reunidos los físicos más
destacados del siglo XX, entre ellos más de una decena de los Premios
Nobel. En total en el Laboratorio trabajaban unos 130 mil empleados,
entre militares y civiles.
El centro secreto estaba a cargo del coronel Leslie Groves. Y su
director científico, fue el físico estadounidense Robert Oppenheimer.
Oppenheimer, por cierto, estaba casado con una sobrina del mariscal
de campo alemán Keitel, quien en mayo de 1945 firmaría el Acta de
Capitulación de la Alemania Nazi.
Por invitación de Oppenheimer, y procedente de Inglaterra, a Los
Álamos llegó uno de los físicos más destacados en investigaciones
nucleares. Su nombre era Klaus Fuchs, como recuerdan emigrante alemán y
miembro del Partido Comunista de Alemania.
A partir de este momento, el Kremlin comenzó a recibir información
secreta sobre intensos trabajos de investigación sobre el empleo de la
energía atómica con fines militares en EEUU.
Porque resultó que ya en 1941, Klaus Fuchs había sido reclutado por
la inteligencia soviética o, como afirman otras fuentes, él mismo
ofreció sus servicios como agente.
El 13 de junio de 1945, doce días después de terminar el montaje de
la bomba, Fuchs informó sobre los preparativos de una prueba importante
del proyecto Manhattan.
La primera en la historia explosión atómica en la historia de la
humanidad se produjo a las cinco horas y treinta minutos de la madrugada
del 16 de julio de 1945, a sesenta millas de distancia de la ciudad
Alamogordo, en el suroeste de Estados Unidos.
En el polígono de prueba estuvo Klaus Fuchs.
El informe sobre la prueba exitosa fue enviado en un avión especial
al presidente Truman que en ese momento se encontraba en la ciudad
alemana de Potsdam. Allí tuvo lugar la tercera y última reunión de los
líderes de las tres potencias aliadas.
Tras leer el informe Truman declaró: “Ahora disponemos de un arma que
podrá cambiar el curso de la historia y de la civilización”.
Truman y Churchill quedaron muy asombrados de la tranquila reacción
de Stalin, que permaneció inmutable. Incluso pensaron que el líder
soviético simplemente no entendió de qué se trataba.
Sin embargo, inmediatamente concluida la reunión, Stalin dio la orden de acelerar los trabajos del programa nuclear soviético.
La reacción de Stalin fue muy diferente cuando le informaron sobre
los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Según testigos, quedó
profundamente conmocionado.
El 20 de agosto de 1945, en la URSS fue creado un comité especial
para “coordinar todas las investigaciones sobre el uso de energía
nuclear”.
Como presidente del comité fue nombrado Lavrenti Beria, jefe de los
servicios secretos. Su director científico fue Igor Kurchátov.
El académico soviético Piotr Kapitsa, insigne físico y futuro Premio
Nobel, formó parte del comité, pero muy pronto lo abandonó tras escribir
una nota a Stalin con el mensaje siguiente: “Si Beria quiere
comportarse como un director de orquesta, además de mover la batuta, le
convendría también conocer las notas”. Y pidió ser excluido del comité.
Tal declaración sólo podía permitírsela una persona de talla de Piotr
Kapitsa.
Los demás participantes del proyecto aceptaron las condiciones y empezaron a trabajar.
Ya en 1943, Igor Kurchátov había informado al gobierno que la URSS
estaba muy rezagada en las investigaciones nucleares. Ahora, ese retardo
debió superarse en el plazo más corto posible.
En estas circunstancias, la ayuda proporcionada por los servicios de
espionaje soviéticos tuvo un significado mucho más que especial.El
agente ‘Charles’, nombre en clave de Klaus Fuchs, entregó en septiembre
de 1945 a los soviéticos una descripción técnica de 33 páginas de la
bomba atómica de EEUU.
Las pruebas de la primera bomba atómica de la URSS tuvieron lugar
cuatro años más tarde, el 29 de agosto de 1949. Y efectivamente, la
primera bomba atómica soviética en muchos aspectos tenía las
características de la primera bomba estadounidense.
Entonces, ¿es cierto que los científicos soviéticos como escolares
mediocres copiaron la tarea a los sobresalientes escolares
estadounidenses?
No, todo no es así de tan simple.
Los materiales obtenidos a través de los agentes de la inteligencia
soviética permitieron no cometer errores, evitar investigaciones sin
sentido y, lo más importante, reducir los plazos para la creación de las
armas nucleares propias.
El monopolio nuclear estadounidense dejó de existir.
Para ese momento EEUU ya había elaborado el llamado ‘Plan Dropshot’,
una operación militar que preveía asestar golpes nucleares preventivos
contra la Unión Soviética. En una primera etapa, el plan estipulaba
lanzar más de 300 bombas atómicas y otras 250.000 bombas convencionales
sobre el territorio de la URSS. Ni que decir de las etapas posteriores.
“Si nos hubiésemos retrasado un año o un año y medio, habríamos sido
víctimas del plan”, dijo Stalin. Fue una de las pocas ocasiones que la
que el líder soviético tuvo toda la razón.
Años más tarde, en 1992, el jefe del programa soviético de las armas
nucleares, académico Yuli Jaritón, destacó el papel que habían jugado en
la creación de la primera bomba atómica en la URSS los datos obtenidos
por el espionaje soviético especialmente los enviados por Klaus Fuchs.
Mientras, la situación de Fuchs se hacía cada vez más inestable, ya
que a partir de 1949 los servicios secretos estadounidenses y británicos
empezaron a sospechar que había proporcionado la información a la URSS.
Fuchs fue arrestado en enero de 1950 y reconoció su culpabilidad. Fue
procesado por el Tribunal Penal Central de Londres y sentenciado a
catorce años de prisión, el máximo posible por pasar secretos militares a
una nación aliada. Pudo ser peor: el mismo Fuchs pensaba que sería
condenado a la pena de muerte. Pero catorce años fue pena máxima por
espiar a favor de un Estado aliado. Hasta 1945, la URSS y Gran Bretaña
eran aliados.
Tras cumplir nueve años y medio de condena, el físico alemán fue
puesto en libertad “por conducta ejemplar”. Los últimos años de su vida
los pasó en la República Democrática Alemana donde continuó con su
carrera científica, logrando una considerable importancia. Fue elegido
miembro de la presidencia en la Academia de Ciencias Naturales y en el
Comité Central del Partido Socialista.
Klaus Fuchs suministró información importante a la Unión Soviética de
forma absolutamente desinteresada, partiendo de sus convicciones
políticas y la certeza del profundo peligro que suponía el monopolio
nuclear que pretendió crear Estados Unidos.
El estado soviético agradeció a Fuchs condecorándolo con la Orden de
la Amistad de los Pueblos, uno de los más altos galardones de la Unión
Soviética.
Sin embargo, Fuchs no fue el único agente que colaboró con los
servicios secretos de la URSS en materia de las investigaciones
nucleares.
Los esposos Ethel y Julius Rosenberg también fueron detenidos en
Estados Unidos, acusados de entregar secretos nucleares a la URSS.
Hoy en día se puede afirmar que los Rosenberg colaboraron con los
servicios secretos soviéticos. Pero es muy poco probable que los datos
proporcionados por ellos, que no eran especialistas en física nuclear,
hubieran sido útiles para los científicos soviéticos en el desarrollo de
la bomba atómica.
Por desgracia para los Rosenberg, el proceso contra ellos tuvo lugar
en una época del macarthismo, cuando la simpatía a la ideología
comunista ya era considerada un delito.
La colaboración de los Rosenberg con la inteligencia soviética se
descubrió debido a las declaraciones de Klaus Fuchs a las agencias de
inteligencia británicas y estadounidenses, que fueron empleadas para la
implicación de Harry Gold, un testigo clave en los juicios de David
Greenglass, hermano menor de Ethel Rosenberg.
Los esposos rechazaron todas las acusaciones pero el jurado los
declaró culpables y una semana después el juez Irving Kaufman los
sentenció a la silla eléctrica.
La mayoría de los físicos que accedieron a los planos entregados por
Julius Rosenberg los calificaron de “caricaturas” y llenos de errores.
A pesar de las protestas que provocó la sentencia judicial para los
esposos Rosenberg, el presidente de EEUU, Dwight Eisenhower, aprobó la
pena de muerte.
En los últimos minutos antes de la ejecución los esposos estuvieron juntos.
En la habitación había un teléfono que conectaba directamente con la
secretaría de Justicia. Una llamada confesando su culpabilidad podía
salvarles la vida, pero Rosenberg dio la espalda al teléfono. El 19 de
junio de 1953, a las 20 horas 6 minutos Julius fue ejecutado en la silla
eléctrica en la cárcel de Sin Sing. 6 minutos más tarde murió Ethel.
Posiblemente no existe ningún país en el mundo en que la traición de los intereses nacionales sea impune.
Así es.
Pero ¿quién fue castigado por la muerte de cientos de miles de civiles, víctimas de las bombas atómicas en Japón?
Repasemos una carta de Einstein al presidente de EEUU Truman: "No sé
con qué armas se luchará en la tercera Guerra Mundial, pero sí sé con
cuáles lo harán en la cuarta Guerra Mundial: piedras y palos".
Ria Novosti
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