domingo, 19 de julio de 2015

Conoce a tu enemigo: antropología en zonas de guerra




Conoce a tu enemigo: antropología en zonas de guerra
Miembros de empresas de seguridad privadas, junto a integrantes del ejército, en Afganistán. MÒNICA BERNABÉ



En épocas pre modernas, a los ejércitos les seguía un tropel de prostitutas y comerciantes de todo tipo. Hoy, los ejércitos profesionales invaden países acompañados de “empotrados”: fotógrafos, cámaras, reporteros… y antropólogos.

El Ejército de Estados Unidos puso en marcha en 2007 un polémico programa llamado Sistema de Terreno Humano (Human Terrain System o HTS, en inglés). Se trata de un cuerpo de inteligencia formado por profesionales de las ciencias sociales y destinadas a facilitar la comprensión de la realidad local a los mandos militares. “Terreno humano” es el término utilizado en la jerga militar estadounidense para referirse a la población de la zona donde tiene lugar el conflicto.

Después de siete años de actividad, el Pentágono ha dado por finalizado el proyecto. Aunque no ha habido una comunicación oficial, las fuentes sitúan el cierre en septiembre de 2014. La noticia, que se ha conocido a finales de junio, apenas ha tenido repercusión en los medios pero sí ha sido muy comentada (y celebrada) en foros de antropología.

El germen del proyecto se encuentra en un artículo publicado en 2005 en Military Review, la revista “académica” del ejército americano, como solución a la brecha cultural a la que se enfrentaba el mismo en su invasión de Irak y Afganistán. En 2007 se puso en marcha de forma provisional con un presupuesto anual de 10 millones de dólares y en 2011 el HTS llegó a recibir 150 millones para su mantenimiento.

La creación del HTS generó un intenso debate público en Estados Unidos. Muchos militares criticaron la incrustación de profesionales de las ciencias sociales en sus unidades por considerarlos totalmente inoperativos y un lastre para el equipo. Pero el rechazo principal se produjo desde las instituciones académicas y profesionales.

Antropología al servicio del colonialismo

La prestigiosa Asociación Americana de Antropología (AAA) publicó un comunicado, seguido de un detallado informe igualmente duro, declarando su total rechazo a la iniciativa por considerar que implicaba “la violación del código ético de la AAA” por parte de los profesionales que formasen parte del HTS y por tratarse de “una aplicación inaceptable de la práctica antropológica”.

El principal motivo de rechazo no era moral sino la consideración de que no se daban las condiciones necesarias para llevar a cabo un trabajo de campo riguroso. La AAA destacaba las consecuencias negativas -también aplicables al trabajo de los profesionales de la comunicación- de que la población local identificase a esos investigadores supuestamente neutrales con el ejército que los está masacrando.

Desde su nacimiento, la antropología ha tenido que hacer frente a la acusación de servir a los fines colonialistas. Incluso se citan ejemplos previos a su conformación en disciplina académica, como es el caso del cronista y fraile Bartolomé de las Casas en la conquista de América.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, la antropología social británica se desarrolla al mismo tiempo que el Imperio avanza en África. Independientemente de las motivaciones e intereses de investigadores como Evans-Pritchard o Radcliffe-Brown, lo cierto es que sus estudios sobre las “sociedades primitivas” proporcionaron claves decisivas para la administración colonial.

Sin duda uno de los casos más célebres de conocimiento social al servicio de los intereses bélicos es El crisantemo y la espada, de la antropóloga estadounidense Ruth Benedict. Este estudio sobre los patrones culturales japoneses, publicado en 1946, fue un encargo directo de las autoridades militares, que se enfrentaban a la ardua tarea de ocupar un país con códigos en torno a la culpa o el honor muy diferentes de los propios.

Pero la antropología también ha proporcionado muchas herramientas teóricas para entender las prácticas de resistencia a la dominación cultural, como las que se encuentran en la obra de Pierre Bourdieu o James C. Scott. Está en la mano de los profesionales de esta disciplina decidir cuál quiere ser su contribución.

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