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Durante
el último año y medio el Estado Islámico nos ha 'regalado' insólitas escenas de
crueldad inalcanzables para las mentes más perversas y sádicas. Incluso para
las que alumbran guiones de serie b con sobredosis de ketchup. En su cruzada
contra la humanidad, los descerebrados del Daesh han degollado, quemado vivo,
ahogado o arrojado desde las azoteas más altas del territorio en el que imponen
su dominio del terror a cientos de personas. Su última exhibición, la ejecución
de cinco presuntos espías británicos y la fanfarronada de la invasión del Reino
Unido.
Uno
de esos 'amigos' es Arabia Saudí. Ese pedazo de desierto en el que las grandes
empresas españoles se llenan los bolsillos a manos llenas; esa monarquía absolutista
(amiga íntima de la española) en la que los derechos humanos son un chiste
malo; ese reino wahabita al que muchos acusan de financiar al grupo terrorista.
Ese aliado es el que, al más puro estilo Estado Islámico, ha decapitado a 47
personas. La reacción internacional ha sido entre tibia y fría, como si la
resaca navideña convirtiera el exceso ajeno en pecata minuta. En España nadie
ha dicho esta boca es mía, no vaya a ser que se enfaden y nos quiten el jornal.
Todo tiene un precio. Incluso la decencia.
LUIS
JAVIER RUIZ - DAÑOS COLATERALES
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