Mientras el Palacio Legislativo permanecía desolado, en el jardín, al
margen de todo compromiso protocolar, la diputada Cilia Flores, esposa del
presidente, realizaba una intensa negociación en tiempo real con líderes
opositores en búsqueda de una salida a la situación creada.
En poco tiempo, con mínimos de retórica, la diputada alcanzó un
acuerdo mediante el cual la Asamblea aceptaría la renuncia de los
tres diputados en conflicto, con lo cual la sentencia del Tribunal quedaría sin
efecto.
(...)
Se trata de un momento inédito para el cual se necesitan nuevas ideas, y de un minuto decisivo en el cual si es preciso se negocia en el jardín, sin retirar la mejilla, aunque el ósculo recuerde a Judas.
En medio de una tensión extrema, desatada a partir del pasado 6 de
diciembre cuando la oposición venezolana obtuvo la victoria electoral en
Venezuela, cobró fuerza un conflicto institucional que amenazó con paralizar la
actividad del estado y alterar peligrosamente la gobernabilidad del país.
Ante denuncias de irregularidades electorales, el Tribunal Supremo de
Justicia (TSJ) ordenó suspender de manera "preventiva" la
proclamación de tres diputados opositores y, ante la negativa de la AN a acatar
el fallo, en una situación inédita, declaró al legislativo en desacato,
precisando que, hasta que esos diputados no fueran desincorporados, todos sus
actos serían nulos.
El hecho provocó una airada reacción oficial y la movilización popular en
desagravio. El presidente Nicolás Maduro declaró que era el mayor ultraje
cometido contra la memoria del Libertador.
El hecho dio lugar a un comunicado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en
el cual se expresa “su profunda indignación por los hechos”.
En una maniobra entre ridícula e infantil, el pasado día 12 la Asamblea
Nacional venezolana no sesionó, por falta de quorum. El motivo real de la
suspensión parece haber sido que la dirección de la Asamblea en rebeldía, no
había elaborado la decisión acerca de qué hacer frente a la sentencia del
Tribunal Supremo que la paralizaba.
Mientras el Palacio Legislativo permanecía desolado, en el jardín, al
margen de todo compromiso protocolar, la diputada Cilia Flores, esposa del
presidente, realizaba una intensa negociación en tiempo real con líderes
opositores en búsqueda de una salida a la situación creada.
En poco tiempo, con mínimos de retórica, la diputada alcanzó un
acuerdo mediante el cual la Asamblea aceptaría la renuncia de los
tres diputados en conflicto, con lo cual la sentencia del Tribunal quedaría sin
efecto.
En el punto conclusivo del dialogo participó personalmente Henry Ramos
Allup quien selló el acuerdo depositando un amigable beso en la mejilla de la Flores
que, serena, no rechazó el gesto.
Tal vez se trata de un momento de inflexión que puede hacer al estado
venezolano funcionar con cierta normalidad, devolver al país alguna
tranquilidad y garantizar mínimos de gobernabilidad.
El líder opositor ha recibido una lección de humildad, mientras el
presidente Nicolás Maduro, crea condiciones para de modo más sereno, asumir con
prestancia su condición de presidente de todos los venezolanos, Jefe del Estado
del que forma parte la Asamblea Nacional, dirigente del mayor partido político
del país y líder de la revolución, con atribuciones y capacidad para alternar,
dialogar e incluso trabajar con la oposición y afrontar las nuevas coyunturas.
Es su trabajo.
Se trata de un momento inédito para el cual se necesitan nuevas ideas, y
de un minuto decisivo en el cual si es preciso se negocia en el jardín, sin
retirar la mejilla, aunque el ósculo recuerde a Judas. Allá nos vemos.
Jorge Gómez Barata
La Habana, 14 de enero de 2016
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