Hanns Scharff, oficial nazi y experto interrogador,
fue un precursor de la amabilidad como método para obtener información
de prisioneros de guerra. Más de 60 años después, un exagente del FBI
cuenta cómo la persuasión –y no el castigo– le sirvió para conseguir que
el chofer de Osama bin Laden admitiera haber trabajado para el difunto
líder de al Qaeda.
"La amabilidad quiebra la resistencia de un
hombre mucho más fácilmente que la brutalidad. La brutalidad se puede
resistir", dijo el oficial alemán Hanns Scharff, conocido por la
gentileza con la que interrogó a pilotos aliados prisioneros durante la
Segunda Guerra Mundial.
Y algo parecido cree Ali Soufan, un
libanés-estadounidense que fue agente especial del FBI y participó como
interrogador en varios de los más relevantes casos de la guerra de
Estados Unidos contra el terrorismo.
Trabajó en la cárcel de Guantánamo, donde la CIA
y sus contratistas aplicaron "técnicas mejoradas de interrogatorio"
autorizadas por EE.UU. en 2002, entre ellas el llamado submarino –que
consiste en sumergir la cabeza del detenido–, privación de sueño o el
uso de capuchas.
"En cada caso al que me enfrenté utilicé dos cosas, empatía y conocimiento", cuenta Soufan, autor del libro The Black Banners: The Inside Story of 9/11 and the War Against al Qaeda (Banderas negras: la historia desde dentro del 11-S y la guerra contra al Qaeda).
"Puede ser un proceso largo y tedioso, y con
individuos a los que odias por las cosas que han hecho. Pero dejas esas
emociones en la puerta, y bebes té, comes pizza con ellos."
La promesa de una llamada
Según Soufan, los interrogatorios pueden durar
horas y horas, pero con paciencia y la habilidad de un jugador de "póker
mental" se puede llegar a un punto de quiebre, como cuando una llave
abre un candado.
Y esa llave, en el caso de Salim Hamdan, chofer personal de Osama bin Laden, fue una llamada, tal como relata el interrogador:
"No hablaba con nadie, y había estado bajo
custodia duranter seis meses. Pero esto no se debía a su amor por Bin
Laden, sino a que al ser detenido en Afganistán le habían prometido una
llamada telefónica para saber cómo estaba su esposa.
Odiaba que le hubieran mentido, que no le
hubieran dejado llamar incluso cuando él creía que había colaborado al
responder las cuestiones tácticas que le habían preguntado en
Afganistán.
Por su historia me di cuenta además de que
era un hombre muy devoto y amante de su familia, y de que estaba muy
preocupado, y quería saber si su esposa e hijos habían logrado regresar a
Yemen, de donde eran originarios.
Así que tomé un teléfono satelital, lo llevé
afuera para tener señal –él no tenía idea de lo que estaba pasando– y
le pedí que me diera el número.
Al principio no me creía, me decía que
estaba jugando con sus sentimientos, pero finalmente me dio el número,
marqué, atendieron y lo puse al teléfono.
Le pedí que sólo hablara con su mujer, le
dije que si decía algo más iba a quitarle el teléfono, y entonces habló,
supo que su familia estaba bien, y comenzó a llorar como un niño. Se
arrodilló y le agradeció a Dios. Luego volvimos adentro y estuvo en
silencio durante 20 minutos.
Le ofrecí té y dátiles, no los tocó. Después me miró, y en esa mirada vi que ya no había barreras entre nosotros".
Salim Hamdan estuvo detenido en Guantánamo y fue
acusado y condenado por "proveer material de apoyo" a al Qaeda. En 2008
fue trasladado a Yemen para completar allí su condena, y en 2009 fue
liberado.
183 submarinos
"Yo no me opongo a al abuso físico por razones morales, sino porque es ineficaz, la tortura no llega a la verdad" Alí Soufan, exagente del FBI
Pero no todos están de acuerdo con Ali Soufan.
El historiador Julian Putkowski, quien
entrevistó a Soufan para el documental radiofónico "Interrogadores sin
tenazas" emitido en BBC Radio 4, dice que muchos exagentes de la CIA
salieron en su momento a defender la eficacia de las "técnicas de
interrogatorio mejoradas".
En 2004, la CIA condujo una investigación
interna que más tarde fue difundida y en la que puede leerse –informa
Putkowski– que el propio inspector general de la agencia de inteligencia
estadounidense no pudo encontrar ninguna instancia en la que estas
técnicas hayan conducido a algún tipo de resultado exitoso apreciable.
"Las técnicas de interrogación que comienzan
desnudando al prisionero y acaban haciendo el submarino, así como son
métodos terribles para mucha gente en Occidente, no son nada comparado
con lo que estos individuos están preparados para soportar en una cárcel
egipcia, por ejemplo", opina Soufan.
Y menciona el caso de dos sospechosos de pertenecer a al Qaeda que permanecen prisioneros en Guantánamo.
"En el caso de Abu Zubaydah lo sometieron al submarino 83 veces. A Jaled Sheij Mohamed se lo hicieron 183 veces."
Y sobre este último, después de 183 submarinos,
la CIA tuvo que admitir que la información que él dio era inexacta, o ya
conocida, o incompleta.
"Yo no me opongo al abuso físico por razones
morales, sino porque es ineficaz, la tortura no llega a la verdad",
concluye Soufan.
Redacción
BBC Mundo
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