Dado que en los Estados Unidos por lo general no hay violación a la
ley sin castigo, se pensaría que la manipulación y los fraudes
electorales son asuntos de países como el nuestro y de otros países
subdesarrollados. Craso error, la lucha por la toma del poder político
se desarrollan con todas las armas posibles, siempre y cuando la
institucionalidad sea lo suficiente débil como para no castigar el uso
de las malas artes. Hasta en la antigüedad griega las fiestas a los
dioses eran utilizadas con fines electorales por las clases que estaban
en la escala superior de la pirámide social.
Durante las recién celebradas elecciones en los EU, ganadas por
Barack Obama, hubo denuncias de campaña sucia de ambos bandos. En los
EE.UU. se permite el voto anticipado, autorizando a los votantes a
ejercer su derecho antes de la fecha fijada para votar, en este caso el
día 6 de noviembre de 2012. El Partido Demócrata denunció que en los
estados gobernados por el Partido Republicano se obstaculizó este
derecho, debido a que Barack Obama ganaba cómodamente el sufragio de los
votos anticipados. Fueron los casos de los estados de Illinois y
Florida.
Me quise morir de la risa cuando escuché a un analista político
internacional decir que en el estado de Florida se había sacado de
circulación una máquina electrónica de votación al descubrirse que al
votar por Obama, el resultado salía a favor de Mitt Romney. Un hijo de
Romney es socio de la empresa que distribuye esas máquinas electrónicas
de votación. Los republicanos acusaron a Barack Obama de aprovechar la
catástrofe dejada por el huracán Sandy para obtener ventajas
electorales.
En los análisis que a lo largo de todo el pasado proceso electoral de
las elecciones presidenciales en los EE.UU. salió a relucir la
existencia de votantes registrados al mismo tiempo o con derecho a votar
hasta en tres estados diferentes. Aunque no hemos escuchado todavía que
ningún de los dos partidos se hayan acusado de estimular a que un
elector vote más de una vez.
Recordemos el conflicto que se presentó en las elecciones del año
2000, cuando Georges W. Bush le ganó al candidato demócrata Al Gore por
escaso margen, 271 votos electorales contra 266, pero que en la votación
popular Al Gore ganó con una ventaja de 543,816 votos. Ante las
denuncias de robo de votos en el estado de Florida, cuyo gobernador era
Jett Bush, hermano de Georges W. Bush, la Suprema Corte de Justicia
favoreció a Georges W. Bush, en un cuestionado dictamen, que todavía
sigue dando de qué hablar, por lo que significó Bush para la humanidad
con su política armamentista.
En las elecciones en que Abraham Lincoln ganó la presidencia, que se
celebraron el 6 de noviembre de 1860, los historiadores reseñan que en
los estados del sur su foto no figuraba en las boletas de votación. Los
estados del sur se oponían a la abolición de la esclavitud, por la que
propugnaba Lincoln.
El triunfo de John F. Kennedy en el año 1960 estuvo matizado de
denuncias de robo de votos por parte del Partido Republicano. Los libros
de historia política universal reseñan que todas elecciones en los
EE.UU, del 1850 al 1900, fueron cuestionadas con denuncias de compra de
votos y de acciones tendentes a evitar la emisión libérrima de la
voluntad popular. Richard Nixon se vio obligado a renunciar a la
presidencia en el año 1974, por ordenar la introducción de micrófonos
secretos en las oficinas del Partido Demócrata.
El desarrollo y la madurez institucional de los EE.UU. han erradicado
las prácticas fraudulentas aberrantes. Sin embargo, los procesos no han
dejado de estar exentos de denuncias de prácticas antidemocráticas. En
sus memorias, Bill Clinton acusa a Allan Greenspan de prolongar por más
tiempo del debido la restricción de la política monetaria a en el año
2000, a fin de mantener la economía en bajo crecimiento, y de esta
manera afectar las aspiraciones de Al Gore. Siendo republicano, Allan
Greenspan era presidente de la Reserva Federal.
Si en una de las democracias más solidas del mundo se cuecen estas
habas, imaginémonos lo que puede seguir pasando aquí. Un país con una
enorme debilidad institucional, en el que todos los órganos del control
del Estado están en manos del PLD. En el que los ministros se tiran a la
calle a hacer campaña política con los fondos públicos, a sabiendas de
que nada les pasará. La ley de partidos es una imperiosa necesidad que
solo los líderes políticos con visión tienen bien claro. Al igual que la
modificación de la ley electoral.
Julio Enrique Caminero
Tomado de http://www.7dias.com.do
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