La presidencia rusa del Grupo de los Veinte, iniciada el
1 de diciembre de 2012 y que se concluyó con el Summit de San
Petersburgo del 5 y 6 de septiembre de 2013, se desarrolló en un
contexto internacional cargado de incertidumbres políticas y económicas
que atañen a los principales países que la componen. A estas
incertidumbres se añadieron también las incomprensiones que han habido
entre Moscú y Washington por lo que respecta el dossier siriano y el
caso Snowden. Sin embargo la forma pragmática del problem solving que se
desplegó en la agenda de trabajo del G20 por el presidente Putin
contuvo las eventuales repercusiones negativas que las incertidumbres y
las incomprensiones habrían podido ejercer en le curso de los
encuentros.
Coherente con la evolución del nuevo escenario global
que se ha caracterizado por la transición uni-multipolar y por la
correlata presencia de las nuevas agregaciones geoeconómicas y
geopolíticas, así como la de los países del denominado BRICS y la de la
Unión Euroasiática, la presidencia rusa ha favorecido las discusiones y
los encuentros que conciernen las soluciones alternativas al sistema
liberista, responsabile de las crisis monetarias y especuladoras del
bienio 2007-2008.
Palabras clave: crisis económica • infraestructura
transeurasiática • relaciones euro-rusas • Rusia • Italia • Unión
Europea • Unión Euroasiática • BRICS • Organización Mundial de Comercio •
cluster geoeconómicos
Rusia y el contexto multipolar
A partir de inicios del corriente siglo la Federación
rusa, luego de haber superado de modo egregio las consecuencias que
derivaron del colapso de la Unión Soviética y a pesar de las
considerables dificultades encontradas, ha gradualmente asumido en el
curso de los últimos años un claro y relevante papel a nivel global. Hoy
día se puede afirmar, sin ser desmentidos, que Rusia representa un
cimiento en el nuevo escenario mundial con el que las mayores naciones
tienen necesariamente que dialogar para definir de la mejor manera los
instrumentos útiles para una gestión balanceada sobre los asuntos
internacionales, en particular aquellos concernientes los sectores de la
economía y de la seguridad global.
Moscú ha sabido alcanzar este rol así importante
mediante la aplicación de una atenta práxis internacional que ha sabido
privilegiar las relaciones bilaterales. Esto le ha permitido conservar
una propia fisionomía geopolítica en relación a los países que formaban
parte del ex bloque soviético y, al mismo tiempo, influir de modo
acreditado en la construcción del emergente sistema multipolar.
La presencia simultanea de Moscú en los nuevos cluster
geoeconómicos y geopolíticos (Países del BRICS, Organización de la
Conferenia de Shangai, Unión Euroasiática) que caracterizan el actual
horizonte internacional, así como su representación en las mayores
organizaciones mundiales, algunas de ellas residuos del viejo
ordenamiento bipolar o unipolar como la ONU, la Organización Mundial de
Comercio y su particular afiliación que la une, por lo que respecta el
asunto de la seguridad global, a la OTAN, es decir a los EE.UU y a sus
aliados. Todo esto representa un factor decisivo si se toma en cuenta el
shift geopolítico de la coyuntura actual. La simultánea compromisión
rusa, por otra parte parcialmente compartida con la de otras
instituciones geopolíticas, debería introducir en los directivos del
“sistema occidental” un elemento para la reflexión que atañe la
posibilidad de apoyarse a Rusia para gobernar de la mejor manera la
mutación uni-multipolar actual. La posición recientemente tomada por
París, Londres y Washington por lo que concierne el dossier siriano – y
que se quizo defender ante el interlocutor ruso – expresa, sin embargo,
una conducta rígida caracterizada por criterios del pasado bipolar o
unipolar y por lo tanto cerrada hacia las dinámicas del proceso
multipolar.
En particular la Administración norteamericana no parece
tener conciencia que en la actualidad Rusia está intersada en construir
un nuevo orden multipolar, sin ambiciones de carácter hegemónico. El
diálogo que Moscú mantiene con las repúblicas centro-asiáticas, con
Pequín y Nueva Delhi, con Brasilia y Ciudad del Cabo son muestra
tangible de tal voluntad.
Lo expresado hasta ahora pone en manifiesto la tensión
que hay entre el pasado sistema mundial con liderazgo norteamericano
(momento unipolar) y el nuevo sistema (que por comodidad definimos
multipolar) y que caracteriza la fase de transición geopolítica actual.
Con este escenario a buen seguro el tema de la seguridad constituye uno
de los argumentos del debate que tocan los intereses nacionales y
continentales de los principales actores mundiales, puesto que tiene que
ver con la redefinición de las alianzas y de los aparatos de defensa,
la enunciación de nuevas doctrinas militares y la reestructuración y
modernización del complejo industrial relacionado con los sistemas de
defensa.
Rusia y la Unión Europea
Precisamente la seguridad continental, además de la
energética, representa uno de los nudos controvertidos que Moscú y
Bruselas demoran en solucionar. En el ámbito específico de la seguridad
pesa enormemente la subordinación de los países miembros de la Unión con
relación al aliado hegemónico, es decir, los Estados Unidos.
Mientras que de parte de los rusos se observan señales
de apertura e incluso propuestas de colaboración avanzada encaminadas a
la construcción de un área común de seguridad (como ya manifestaron en
diversas oportunidades los ministros rusos Shoygu, Lavrov, el
viceministro Antonov y el secretario general de la Organización del
tratado de seguridad colectiva, Borduzha), sin embargo de parte europea,
más allá de las fórmulas retóricas de cooperación con los amigos rusos,
en realidad se advierte cierto recelo.
Una desconfianza que comprueba, en cierta medida, la
inferioridad incluso psicológica de los europeos hacia el aliado
norteamericano.
Durante la Conferencia internacional sobre la seguridad
europea que se realizó en Moscú los días 23 y 24 de mayo de 2013 se
destacó con evidencia la que se puede definir como sobreposición entre
“seguridad europea” y “seguridad euro-atlántica”.
En el ámbito del proceso de transición geopolítica
uni-multipolar el mismo concepto de “seguridad euro-atlántica” se revela
obsoleto y opuesto a los intereses de las poblaciones de la Unión
Europea.
En el corto plazo la evolución del escenario geopolítico
de unipolar a multipolar determinará el ámbito geoestratégico por el
que se precisarán detectar, a partir de ahora, nuevas y coherentes
fórmulas de alianzas y formas de cooperación con Moscú.
La Federación rusa podría jugar un rol decisivo para la
seguridad de un espacio común no sólo euroruso sino que también
euroasiático; sin embargo hasta cuando Bruselas no deje de entretenerse
con posiciones atlánticas inflexibles, la seguridad europea se decidirá
del otro lado del atlántico.
Rusia y el ensayo del G20
A pesar de un cuadro internacional muy confuso, la
presidencia rusa del G20 logró ser fiel al propio programa. Con mucha
probabilidad el tipo de problem solving transmitido por el presidente
Putin durante los trabajos que se llevaron a cabo a partir del 1 de
diciembre de 2012 hasta la cumbre final de San Petersburgo del 5 y 6 de
septiembre de 2013, determinaron el éxito de uno de los más importantes
forum internacionales. El problema del crecimiento económico, junto al
del desempleo juvenil y la reforma del sistema monetario, fueron los
temas clave de los principales debates como establecido en la agenda de
trabajos. Entre las soluciones que se propusieron para promover el
crecimiento económico se pueden citar, entre otras, las reglas que se
deberán adoptar para la concesión de préstamos dirigidos a la
realización de las grandes infraestructuras. El tema de las nuevas
infraestructuras y el de la modernización de las actuales, como es
notorio, es de mucha actualidad no sólo en Rusia, sino que también en el
resto de los países BRICS y en la Unión Eurasiática. Bajo este aspecto
algunos analistas estiman que la puesta en marcha de los programas de
desarrollo infraestructural de alcance continental ( como por ejemplo el
Corredor de desarrollo transeurasiático) soportados por inversiones
apropiadas y acompañados con reglas e instrumentos financieros
innovadores, podrían representar la reserva para movilizar la economía
de la Unión Europea y, contextualmente, introducir a los sectores
productivos rusos en el sistema internacional (1).
Nota
(1). M. Bajdakov, J. Gromiko, P. Raimondi; “G20: la
sfida per cambiare l’ordine finanziario globale”, Quaderni di
Geopolitica n. 1, 2013, suplemento a Geopolitica, vol II, 2013.
Por Tiberio Graziani
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1779
Tiberio Graziani es Presidente del IsAG, director de “Geopolitica”
www.istituto-geopolitica.eu www.geopolitica-rivista.org
tiberio.graziani@istituto-geopolitica.eu
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