“El traidor es muy diferente
del tramposo: el tramposo pretende ampararse de propiedades establecidas,
conquistar un territorio, e incluso instaurar un orden nuevo. El tramposo tiene
mucho porvenir, pero no tiene ni el más mínimo devenir.”, señaló en una célebre frase Gilles Deleuze, escritor, ensayista,
filósofo, profesor, historiador y orador francés. Sin embargo, la infamia es
común en ambos. E infames son tres tristes gatos que han empezado a maullar sobre
los tejados parisinos en búsqueda de cuestionable protagonismo –siguiendo la
gastada sinfonía del ataque mediático anticubano– para demostrar su desespero e
impotencia ante la próxima visita del presidente de los Consejos de Estado y de
Ministro de la República de Cuba, Raúl Castro Ruz, a la hermana república
francesa.
Salidos de un sombrío y obligado ostracismo, añejado en la Guerra Fría,
varios contrarrevolucionarios radicados en Francia buscan apalancarse ante los
enemigos de Cuba y encontrar visibilidad mediática –siempre bendecidos y
financiados desde Miami por la ultraderecha más recalcitrante– para alimentar
en el país galo las campañas mediáticas contra nuestra Revolución. Viejos
camajanes y oportunistas, solidarios con criminales y terroristas, en plena
desconexión con la realidad cubana, se suman a la guerra ideológica cuyo
propósito es crear las condiciones para propiciar una intervención
norteamericana en Cuba.
Para ellos el diálogo civilizado no es una opción. Tampoco lo es el
respeto a la autodeterminación de las naciones. Para ellos el discurso político
se apoya en la fuerza y en el chantaje, en la distorsión manipulada de la
realidad y en la imposición de cambios mediante la subversión y el
injerencismo. Son los mismos que se posicionan en posturas encaminadas a
obstruir el proceso de acercamiento diplomático entre EEUU y Cuba, los
defensores a ultranza del criminal bloqueo contra nuestra Patria y de mantener
todo el tinglado de leyes y esfuerzos de todo tipo para destruir nuestra
gobernabilidad a su antojo. De la misma forma pujan desesperadamente por
entorpecer el diálogo entre Cuba y la Unión Europea.
Esos mismos oportunistas, descolocados y aislados ante la marcha de
procesos de acercamiento diplomático con Cuba, han reaccionado exasperadamente
ante la próxima visita a Francia del compañero Raúl, haciendo también blanco de
sus críticas llenas de impotencia al mandatario galo Françoise Hollande. Les
duele profundamente el diálogo respetuoso iniciado y en pleno desarrollo entre
las dos naciones. Si la visita de Hollande en mayo pasado les irritó, aún más
lo hace la anunciada visita de Raúl los próximos días 1 y 2 de febrero del
presente año.
Les resulta sin dudas dolorosa “la enorme importancia geopolítica” que
Francia le concede a Cuba en el marco de las relaciones internacionales en la
actualidad, al reconocer la parte gala “que Cuba tiene una importancia que va
mucho más allá de su demografía y su geografía.” Es para Francia “un poco la
clave de bóveda, la puerta de entrada en América Latina”, según manifestó a EFE
Jean-Pierre Bel, enviado personal del presidente francés para América latina y
el Caribe.
Sobre el tapete de su histérico enfado está la mal disimulada
preocupación ante las crecientes inversiones de la Unión Europea en Cuba y los
avances registrados en las conversaciones en curso para llegar a un acuerdo de
diálogo político y de cooperación, especialmente luego de que ambas partes
anunciaron que esperan, en el mes de septiembre de este año, concluir las negociaciones
con la mayor brevedad posible y dejar atrás, de esta forma, la llamada
“posición común” europea con respecto a Cuba.
La actual campaña iniciada en Francia por estos contrarrevolucionarios, y
sostenida en EEUU, para deslucir la visita del presidente cubano al país galo,
está condenada a un estrepitoso fracaso. Contra ella está la legítima intención
de ambos estados de desarrollar aún más el nivel de sus relaciones bilaterales,
apostando por una nueva era en las relaciones entrambas naciones. Desde luego,
es un claro mensaje para las otras naciones europeas sobre la importancia
geoestratégica de incrementar sus vínculos con Cuba.
La infamia, pues, aísla aún más al oportunista y al provocador, encerrándolo
en su propia trampa. Un Raúl optimista y sereno, llevará al pueblo francés el
cálido abrazo de los cubanos. Eso nadie lo evitará.
Percy Francisco Alvarado Godoy