lunes, 7 de mayo de 2012

Algo bueno que contar: Cuba, la plástica y el Vuelo de Bronce

Hemos iniciado la Primera Exposicion, con Alberto Lescay, Choco  y, ademas, un grupo de magnificos artistas pláticos  alemanes, quienes  se unieron para crear el "Vuelo del Bronce", en la Galeria Havanna, en Bremen, Alemania. Allí  soy la agente artistica, relaciones publicas, en fin, como dicen en el equipo, ... la madrina.

Los encuentros donde departimos tuvieron una magia única dentro de mi alma: hacerme recordar a mi Patria lejana, obstinadamente prendida a mi corazón de mujer. Hiciéronme llenarme de cubanía plena, matizada en bellos colores. Pero, sobre todo, creer aún más en la belleza del alma de las gentes, tan capaz de dar forma a la piedra bruta, de otorgarle hermosura y fuerza al bronce, al papel. al lienzo mudo, haciéndoles voceros de nuestros sentimientos más íntimos y de cada sueño de uno.

Confieso -y no lo niego-, el calor de las gentes, su humanismo, sus vivencias, me hicieron vivir con total plenitud. Me hicieron regresar al inicio que nunca debiera de ser olvidado por ser humano alguno: canté, rejuvenecí; y se me devolvió la alegría que la vida pudo haberme hecho dejar olvidada o que, yo misma, sin saberlo, eché a un lado. Era aquella Ada joven, sonriente, vivaz y ávida por conocer mi entorno.

Fue una enorme catarsis de felicidad para mi alma y supe que en mi corazón cabían muchas cosas. No solo a las tristes y desgarrantes, me refiero. Habían guardadas en él tantos bellos recuerdos y memorias, enraizados con una fuerza inimaginable. Mi madre estaba en él, como la Reina que ha sido siempre, desplegando bondad y ternura hacia esta súbdita devota que la adora y la extraña en cada segundo de su vida. El recuerdo de su mirada, a la que la ancianidad no le ha opacado esa bella vida íntima que la caracteriza, me hizo llorar de añoranza. Y junto a ella, cada hermano mío, amado entrañablemente. Cada amigo, que nunca se nos va del todo, aunque la memoria nos traicione a veces, pero que deja sus huellas esculpidas en el recuerdo de nosotros.

Quien haya llorado desde la distancia por los suyos, desde los destierros incomprensibles o los autodestierros que uno mismo se impone, me entenderá. Puede uno irse de pronto, guiado por mil motivaciones, tan diversas como los humanos mismos, pero a Cuba se le conserva intacta siempre. Eso nos distingue a nosotros, a los cubanos buenos que no albergamos odios, ni resentimientos. Los que nos contentamos con poner los pies sobre nuestra madre tierra y besarla entonces como tercos y permanentes enamorados. Esos sentimientos viví contemplando el rostro de mi madre buena; recordando a mi hermano solidario en Ángola, al resto de las gentes que amo, sin excluir a nadie. Ni al que me humilló o me amó: a todos, sin distinción, la nostalgia perdona y engrandece en la lejanía.

En esos encuentros en que la tristeza se tranforma en un desalmado gorrión que vuela sobre nuestras cabezas, vino a mi mente mi amado hermano Roberto, mientras conversaba con ese otro gran cubano: el embajador Raúl Becerra, quien lo conocía desde hace algún tiempo. Me faltó reconocer una verdad de Poergrullo: si añoro, vivo; si sufro, vivo; si recuerdo, vivo. Eso es lo esencial en esos momentos.

Cuba nos afloró a todos en el corazón, pues quien entiende bien a los cubanos, debe conocer que en breves minutos conspiran e inventan las cosas más sorprendentes. Sin poder evitarlo, nos vino Martí a todos, omnipresente y como cordón umblical que nos une eternamente a la Patria amada y distante. Nadie como él para enseñarnos cómo se extraña al terruño de uno y se le hace entrañable en cada paso por la vida. Por ello, entre vasos de vino, cerveza y ron cubano; aderezados por remebranzas y el afán de de rendir culto a ese hombre -que es rendirle legítimo culto a la Patria-, surgió la maravillosa idea de fundir un busto martiano para que fuese colocado en nuestra embajada cubana en Alemania.

Los conspiradores de esa maravillosa idea:  entre las que estuve yo, Lescay y otro cubano bueno: Denis Pineda, quien luego de largos trece años pudo venir a Cuba a enterrar a su maravillosa madre y reencontrarse con su familia, concretamos la idea. ¡Habrá un Martí hecho de bronce, sostenido en un bello podio de cristal, para que Alemania conozca aún más a este hombre universal! Los otros artistas alemanes, respetuosamente, se sumaron a tan bella trama. La certeza de que al verlo, cuando visitemos la embajada, sintamos a Cuba más cercana, será pronto una realidad.

Y la noche murió, mas nuestros sueños, alegrías y nostalgias, quedaron más vivas que nunca. Al marcharse todos, aún retumbaban en la lontananza germana, entremezclados, los acordes de Lágrimas Negras, alguna vez cantados por mí junto a mi madre, y el pegajoso alboroto del son cubano.

Yo vivo, lo confieso, momentos maravillosos. En noviembre próximo iré a Cuba. Veré a mi madre amada y me reencontraré con hermanos y amigos entrañables. Iré hasta Santiago de Cuba a descubriri mis raíces. Allí, en San Luis, junto a Lescay y Choco, visitaré la tumba de mi abuelo mambí. Tocaré con orgullo su machete mambí con el que combatió por la independencia de mi Patria amada. Se lo debo a él y a esa hermosa tierra en que nací. Ya no soy, lo confieso, aquella muchacha alocada de la que conservo las mejores partes, las que no deben morir porque son parte de lo que fui y lo que soy.

El 16 de mayo se celebrará la exposición de artistas plásticos por  la que tanto hemos luchado. Cuba saldrá airosa de esta nueva prueba. Y yo, en particular, vivo de bellas ilusiones, imbuida en planes por concretar. Es mi granito de arena que le debo a mi Patria que un día abandoné, aunque no del todo. Ella vive, cercana a mí, como mi madre, enseñándome la virtud de lo útil, que es lo que trasciende a fin de cuentas.

Ada María de Boer, Galerie Havanna, Bremen.

NOTA DEL ADMINISTRADOR:

Ada, maravillosa y llena de vida, al igual que Denis Pineda, son dos cubanos buenos que marcharon un día de su Patria, pero han sabido honrarla a diario. No importan los motivos que los alejaron de nosotros, el amor, la búsqueda de oportunidades y otras raznones. Lo más importante de todo es que no podemos excluirlos e ignorarlos, al igual que miles de cubanos, hoy nos dignifican en cada sitio en el que viven. La cubanía anda suelta y dispersa por el mundo, pero camina: erguida, limpia y orgullosa, para alegría de Cuba.

Tiendo la mano franca a todo aquel, que como ellos, saben engrandecernos con sus sinceros aportes por darnos una Patria mejor ante el mundo.

¡Éxitos, Ada martiana y cubana!


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