Tyler Kent, diplomático de la embajada USA en Londres, transmitió en pocos meses centenares de documentos secretos a Berlín.
En clave, su nombre de espía es "Mark III". Se lo han adjudicado tomando prestado el apelativo de los carros de combate de Guderian, pero él ni se lo imagina. Sólo sabrá al fin de la guerra que su ficha personal era custodiada por el almirante Canaris en la verdosa caja fuerte del "Cubil de zorro", la guarida de la Abwehr en Berlín.
En el servicio secreto alemán muy pocos conocen su verdadero nombre: Tyler Kent, de treinta y cuatro años, soltero, nacido en Manchuria y residente en Milwaukee (Wisconsin), ciudadano americano, hijo de un diplomático y funcionario de cifra de la embajada de Estados Unidos en Londres.
La carrera de espía de Tyler Kent empieza y termina en uno de los momentos más delicados de la segunda guerra mundial, en los nueve meses entre septiembre de 1939 (inicio del conflicto en Europa) y mayo de 1940 (víspera de la "Batalla de Inglaterra"). Su observatorio es uno de los mejores. Todos los documentos que a través del embajador americano Joseph Kennedy, padre del futuro presidente, se intercambian Churchill y Roosevelt en este periodo crucial, pasan bajo sus ojos para ser cifrados o transcritos, y bajo el objetivo de su Kodak de bolsillo.
Desde el momento en que Inglaterra y Francia han entrado en guerra con Alemania, el primer ministro inglés y el presidente de los Estados Unidos han comenzado una abundante e interesantísima correspondencia que hasta hoy no ha sido completamente conocida. El estadista inglés, que ve a los ejércitos alemanes aproximarse con rapidez al Canal, y a las naciones menores caer una tras otra bajo el tacón de Hitler, pide con insistencia a los Estados Unidos no sólo una ayuda inmediata y temporal, sino un compromiso de alianza militar para el futuro. Roosevelt está dudoso y trata de evitar una unión concreta. Por el momento propone que Inglaterra resista, y que aguante cuanto pueda en Francia en la "Línea Maginot". Se reserva el influir sobre la opinión pública de su país. Las copias de estas cartas reservadísimas, que Tyler Kent fotografía en el secreto de su despacho de la embajada y hace llegar a Berlín, convencen a Hitler de que Inglaterra ya está aislada y que, derrotadas Francia, Bélgica y Holanda, aquélla no podrá poner sus esperanzas de supervivencia más que en la ayuda de la Unión Soviética. Una intervención militar de Estados Unidos ni se toma en consideración.
En abril de 1940, cuando los alemanes invaden Dinamarca y desembarcan fulminantes en Noruega, el embajador Kennedy convoca en Londres una reunión de sus "attachés" y llega a la conclusión de que "Inglaterra perderá la guerra". El servicio secreto de Canaris tiene inmediato conocimiento de ello, junto con la copia de un largo telegrama cifrado en el que Kennedy expone a Cordell Hull, secretario americano de Estado, "un sombrío cuadro de la imprevisión e ineficacia del gobierno británico". Los aislacionistas toman fuerza en los Estados Unidos. Los sondeos Gallup realizados a principios de mayo revelan que sólo el 7 por 100 de los americanos favorece el participar en el conflicto al lado de Inglaterra; después de la caída de Francia sólo un 35 por 100 de los americanos —siempre según la misma encuesta estadística— pronostica una victoria inglesa.
En clave, su nombre de espía es "Mark III". Se lo han adjudicado tomando prestado el apelativo de los carros de combate de Guderian, pero él ni se lo imagina. Sólo sabrá al fin de la guerra que su ficha personal era custodiada por el almirante Canaris en la verdosa caja fuerte del "Cubil de zorro", la guarida de la Abwehr en Berlín.
En el servicio secreto alemán muy pocos conocen su verdadero nombre: Tyler Kent, de treinta y cuatro años, soltero, nacido en Manchuria y residente en Milwaukee (Wisconsin), ciudadano americano, hijo de un diplomático y funcionario de cifra de la embajada de Estados Unidos en Londres.
La carrera de espía de Tyler Kent empieza y termina en uno de los momentos más delicados de la segunda guerra mundial, en los nueve meses entre septiembre de 1939 (inicio del conflicto en Europa) y mayo de 1940 (víspera de la "Batalla de Inglaterra"). Su observatorio es uno de los mejores. Todos los documentos que a través del embajador americano Joseph Kennedy, padre del futuro presidente, se intercambian Churchill y Roosevelt en este periodo crucial, pasan bajo sus ojos para ser cifrados o transcritos, y bajo el objetivo de su Kodak de bolsillo.
Desde el momento en que Inglaterra y Francia han entrado en guerra con Alemania, el primer ministro inglés y el presidente de los Estados Unidos han comenzado una abundante e interesantísima correspondencia que hasta hoy no ha sido completamente conocida. El estadista inglés, que ve a los ejércitos alemanes aproximarse con rapidez al Canal, y a las naciones menores caer una tras otra bajo el tacón de Hitler, pide con insistencia a los Estados Unidos no sólo una ayuda inmediata y temporal, sino un compromiso de alianza militar para el futuro. Roosevelt está dudoso y trata de evitar una unión concreta. Por el momento propone que Inglaterra resista, y que aguante cuanto pueda en Francia en la "Línea Maginot". Se reserva el influir sobre la opinión pública de su país. Las copias de estas cartas reservadísimas, que Tyler Kent fotografía en el secreto de su despacho de la embajada y hace llegar a Berlín, convencen a Hitler de que Inglaterra ya está aislada y que, derrotadas Francia, Bélgica y Holanda, aquélla no podrá poner sus esperanzas de supervivencia más que en la ayuda de la Unión Soviética. Una intervención militar de Estados Unidos ni se toma en consideración.
En abril de 1940, cuando los alemanes invaden Dinamarca y desembarcan fulminantes en Noruega, el embajador Kennedy convoca en Londres una reunión de sus "attachés" y llega a la conclusión de que "Inglaterra perderá la guerra". El servicio secreto de Canaris tiene inmediato conocimiento de ello, junto con la copia de un largo telegrama cifrado en el que Kennedy expone a Cordell Hull, secretario americano de Estado, "un sombrío cuadro de la imprevisión e ineficacia del gobierno británico". Los aislacionistas toman fuerza en los Estados Unidos. Los sondeos Gallup realizados a principios de mayo revelan que sólo el 7 por 100 de los americanos favorece el participar en el conflicto al lado de Inglaterra; después de la caída de Francia sólo un 35 por 100 de los americanos —siempre según la misma encuesta estadística— pronostica una victoria inglesa.
El 15 de mayo de 1940, Winston Churchill confía al embajador Kennedy que se prevé para dentro de un mes el ataque alemán a Inglaterra".
El mismo día el primer ministro solicita a Roosevelt que envíe pronto
toda la ayuda posible, y la misma tarde Kennedy escribe a Hull que "no
mande nada". Berlín también es informado puntualmente de esto. El 18 de
mayo, siete divisiones acorazadas alemanas, llegadas a cien kilómetros
de la costa del Canal y conquistando Abbeville en las bocas del Somme,
cogen en la trampa a belgas, franceses y al cuerpo expedicionario
inglés. Es la víspera de lo que parece la victoria final. El general
Jodl escribe en su diario: "El Führer está fuera de si de alegría".
La tarde de este trágico día dos agentes del "Intelligence Service"
detienen a Tyler Kent, alias "Mark III", acusándole de espionaje en
favor de Alemania.
Joven y apuesto, brillante y simpático, rico, culto, poliglota, diplomado en Princeton y la Sorbona, Tyler Kent es diplomático desde los veinticuatro años, gracias especialmente a la influyente ayuda de su padre. Llegado a Inglaterra a principios de 1939, se ha alojado en una agradable casita de Londres, en el barrio de Kensington, y ha entrado pronto en la buena sociedad. Los circuios mundanos se lo disputan, pero pronto más que de su fama de excelente jugador de golf y tenis se habla de sus singulares ideas sociales y políticas que pueden resumirse en dos conceptos tajantes: la guerra que asola Europa no es asunto de América (y en esto concuerda plenamente con Kennedy, su embajador) y la culpa de todo cuanto sucede en el mundo es de la "Internacional judía".
En el proceso, Tyler Kent dirá que no tomó un solo marco del servicio secreto alemán (y se le podía creer), pero sostendrá haberse portado como buen patriota americano para que el Congreso y el pueblo de los Estados Unidos conocieran los compromisos secretos que Roosevelt, "el judío Roosevelt", tenía con Churchill.
Uno de los tres hombres de Canaris que operan en Inglaterra (Glanding, Williams y Womack) no tarda en poner al corriente a Berlín de la posibilidad de aproximarse a Tyler Kent, que ya frecuenta los círculos fascistas de Londres y está en íntimo contacto con el capitán Archibaid Ramsey, representante de la extrema derecha. En verano del mismo año la Abwehr decide poner un agente tras la pista del joven diplomático. La elección de Canaris recae en una mujer que trabaja para los alemanes desde 1936. Es la baronesa Anna Wolkoff, de treinta y ocho años, bellísima, hija de un ex almirante de la marina imperial del zar, emigrada años antes a Inglaterra y famosa en Londres porque lleva por todas partes un gato con collar de oro macizo. El encuentro, preparado con todo cuidado, ocurre en Surrey durante un "weekend". Tyler se enamora inmediatamente de la aristócrata, y la ve en el teatro, el golf y en casa de amigos comunes. Ambos son amantes en el verano de 1939. Además de la pasión, les unen las mismas ideas sobre los judíos, los comunistas y las naciones capitalistas. El Intelligence Service no sospecha. En el MI-5 (sección de contraespionaje) hay una carpeta sobre Anna Wolkoff, pero sólo como emigrada.
Anna Wolkoff, sin conocimiento del americano, es amiga íntima desde hace tiempo de un agregado de la embajada italiana en Londres. De acuerdo con él y mediante la valija diplomática —que viaja tranquilamente, porque Mussolini está aún fuera de la guerra—, envía ella de Inglaterra a Roma comunicaciones, noticias y fotocopias de documentos que llegan regularmente a manos del embajador alemán, y de allí a Berlín. Y a través de este "canal" Alemania, poco después de la agresión a Polonia, podrá conocer con absoluta precisión las fuerzas del ejército británico, la distribución de los efectivos, las reservas de combustible y municiones, los planes defensivos y ofensivos (en Nuremberg, el almirante Raeder, el mariscal de campo Keitel y el general Jodl declararán que su estrategia, desde el ataque a Francia hasta Dunkerque, se basó en las informaciones llegadas de "Mark III"). La baronesa Wolkoff emplea pocas semanas en convencer a Kent de que sea también espía. Divulgar las relaciones de Churchill y Roosevelt servirá a importantes personajes entregados a la reconciliación de los pueblos, para llegar antes al logro de la paz. "Creía que dependía de mí —diría el joven diplomático en el proceso— el éxito de una misión extraordinaria e importantísima: abreviar la duración de la guerra".
El 2 de octubre de 1939, un mes después del comienzo del conflicto en Europa, "Mark III" transmite a Berlín, a través de Anna Wolkoff y la valija diplomática italiana Londres-Roma, el resumen de un informe inglés sobre la posibilidad de ocupar preventivamente Noruega para impedir un ataque alemán.
Durante todo el otoño invierno de 1939 y la primavera de 1940, Tyler Kent transmite a la Abwehr cerca de mil quinientos documentos secretos; más de 200 reflejan un vasto y fiel cuadro de las relaciones políticas entre el gobierno inglés y el de Estados Unidos. En la embajada americana ninguno sospecha de él, y el joven diplomático puede así llevarse a casa carpetas reservadas enteras, con el pretexto de "trabajo extraordinario".
Joven y apuesto, brillante y simpático, rico, culto, poliglota, diplomado en Princeton y la Sorbona, Tyler Kent es diplomático desde los veinticuatro años, gracias especialmente a la influyente ayuda de su padre. Llegado a Inglaterra a principios de 1939, se ha alojado en una agradable casita de Londres, en el barrio de Kensington, y ha entrado pronto en la buena sociedad. Los circuios mundanos se lo disputan, pero pronto más que de su fama de excelente jugador de golf y tenis se habla de sus singulares ideas sociales y políticas que pueden resumirse en dos conceptos tajantes: la guerra que asola Europa no es asunto de América (y en esto concuerda plenamente con Kennedy, su embajador) y la culpa de todo cuanto sucede en el mundo es de la "Internacional judía".
En el proceso, Tyler Kent dirá que no tomó un solo marco del servicio secreto alemán (y se le podía creer), pero sostendrá haberse portado como buen patriota americano para que el Congreso y el pueblo de los Estados Unidos conocieran los compromisos secretos que Roosevelt, "el judío Roosevelt", tenía con Churchill.
Uno de los tres hombres de Canaris que operan en Inglaterra (Glanding, Williams y Womack) no tarda en poner al corriente a Berlín de la posibilidad de aproximarse a Tyler Kent, que ya frecuenta los círculos fascistas de Londres y está en íntimo contacto con el capitán Archibaid Ramsey, representante de la extrema derecha. En verano del mismo año la Abwehr decide poner un agente tras la pista del joven diplomático. La elección de Canaris recae en una mujer que trabaja para los alemanes desde 1936. Es la baronesa Anna Wolkoff, de treinta y ocho años, bellísima, hija de un ex almirante de la marina imperial del zar, emigrada años antes a Inglaterra y famosa en Londres porque lleva por todas partes un gato con collar de oro macizo. El encuentro, preparado con todo cuidado, ocurre en Surrey durante un "weekend". Tyler se enamora inmediatamente de la aristócrata, y la ve en el teatro, el golf y en casa de amigos comunes. Ambos son amantes en el verano de 1939. Además de la pasión, les unen las mismas ideas sobre los judíos, los comunistas y las naciones capitalistas. El Intelligence Service no sospecha. En el MI-5 (sección de contraespionaje) hay una carpeta sobre Anna Wolkoff, pero sólo como emigrada.
Anna Wolkoff, sin conocimiento del americano, es amiga íntima desde hace tiempo de un agregado de la embajada italiana en Londres. De acuerdo con él y mediante la valija diplomática —que viaja tranquilamente, porque Mussolini está aún fuera de la guerra—, envía ella de Inglaterra a Roma comunicaciones, noticias y fotocopias de documentos que llegan regularmente a manos del embajador alemán, y de allí a Berlín. Y a través de este "canal" Alemania, poco después de la agresión a Polonia, podrá conocer con absoluta precisión las fuerzas del ejército británico, la distribución de los efectivos, las reservas de combustible y municiones, los planes defensivos y ofensivos (en Nuremberg, el almirante Raeder, el mariscal de campo Keitel y el general Jodl declararán que su estrategia, desde el ataque a Francia hasta Dunkerque, se basó en las informaciones llegadas de "Mark III"). La baronesa Wolkoff emplea pocas semanas en convencer a Kent de que sea también espía. Divulgar las relaciones de Churchill y Roosevelt servirá a importantes personajes entregados a la reconciliación de los pueblos, para llegar antes al logro de la paz. "Creía que dependía de mí —diría el joven diplomático en el proceso— el éxito de una misión extraordinaria e importantísima: abreviar la duración de la guerra".
El 2 de octubre de 1939, un mes después del comienzo del conflicto en Europa, "Mark III" transmite a Berlín, a través de Anna Wolkoff y la valija diplomática italiana Londres-Roma, el resumen de un informe inglés sobre la posibilidad de ocupar preventivamente Noruega para impedir un ataque alemán.
Durante todo el otoño invierno de 1939 y la primavera de 1940, Tyler Kent transmite a la Abwehr cerca de mil quinientos documentos secretos; más de 200 reflejan un vasto y fiel cuadro de las relaciones políticas entre el gobierno inglés y el de Estados Unidos. En la embajada americana ninguno sospecha de él, y el joven diplomático puede así llevarse a casa carpetas reservadas enteras, con el pretexto de "trabajo extraordinario".
Hoy es evidente que, por un motivo u otro, no todas las cartas entre
Churchill y Roosevelt pasaron por sus manos; y si cayeron en ellas, no
las valoró en toda su importancia. Los mismos alemanes no supieron
servirse a fondo de esas misivas. De otro modo, publicadas oportunamente
habrían conseguido el propósito querido por Kent: dar un impulso
fortísimo y renovado al aislacionismo americano y quizá inducir al "no" a
los electores ante la nueva candidatura de Roosevelt a la Casa Blanca.
De todos modos, durante nueve meses, Tyler Kent continúa tranquilo su actividad de espía. Gracias a él, la Abwehr se hace con el entero código americano, y durante todo este periodo los alemanes pueden descifrar todo los mensajes cambiados entre el departamento de Estado de Washington y sus embajadas por el mundo. Pero según fuentes inglesas, en esta época en Inglaterra el servicio secreto alemán es "extremadamente ineficaz" porque desde 1935 los nazis han depurado a varios de sus agentes, desviados ideológicamente, perdiendo así muchos elementos clave.
Esto explica, al menos en parte, la ingenuidad de Kent y de su cómplice y amante. Los microfilms de los documentos fotografiados a escondidas por el diplomático, son entregados por él, para revelado y copias, a un fotógrafo de Fleet Street, haciéndole creer que se trata de un encargo oficial confiado por la embajada americana.
El rastro que lleva al descubrimiento y captura de "Mark III" lo proporciona involuntariamente su misma cómplice. Es la primavera de 1940; los ejércitos alemanes avanzan sobre París y hay quien piensa que la invasión de Inglaterra está próxima y que una "quinta columna" alemana opera ya en el país para favorecer el desembarco alemán en la isla. En Inglaterra piden de muchos sitios, como medida de seguridad, la detención e internamiento de dos conocidos extremistas de derecha, el jefe de los fascistas ingleses, sir Oswald Mosley, y el capitán Ramsay, miembro del Parlamento. No se llevan a cabo, pero uno y otro son sometidos a investigación. Resulta así que, durante cierto tiempo, la "British Unión", fundada por Mosley, ha tenido entre sus afiliados a Anna Wolkoff.
Un comandante del Intelligence Service es encargado de las pesquisas. Su informe, con fecha 11 de abril, se limita a referir que la baronesa visita asiduamente al diplomático Tyler Kent, agregado al servicio de cifra de la embajada americana, que profesa ideas anticomunistas y antijudías y es un defensor de las teorías racistas del "filósofo" nazi Rosenberg. Parece que la primera decisión del servicio secreto es abandonar inmediatamente la investigación. "No es el momento adecuado para tener problemas con los Estados Unidos", diría un representante del gobierno.
Las pesquisas prosiguen, pero sólo sobre Anna Wolkoff, porque Tyler Kent sigue pareciendo fuera de toda sospecha. La noche del 2 de mayo los agentes británicos realizan un registro, absolutamente ilegal, en casa de la baronesa rusa, que está pasando el "weekend" en un castillo de Escocia con su amigo diplomático. Los agentes no encuentran nada comprometedor. Pero al día siguiente, 3 de mayo, la casualidad favorece a los investigadores. Tyler Kent y Anna Wolkoff, recién vueltos a Londres, son descubiertos en un bar con un joven de pelo rojo identificado luego como fotógrafo, un tal Stephen. Desde este momento todo resulta facilísimo, gracias a la misma ingenuidad de los dos espías. Aquella tarde el fotógrafo recibe la inesperada visita del comandante del Intelligence Service.
¿Cómo es que conoce a la baronesa Volkoff?".
'
La conozco de vista; apenas hemos cambiado diez palabras —responde Stephen—. Yo trabajo para la embajada de Estados Unidos y ella viene a acompañar a un diplomático americano que me trae material para revelar".
El fotógrafo no pone dificultades en mostrar la clase de trabajo que realiza. En el cuarto oscuro tiene todavía una película con veintiocho documentos, que ha recibido cuatro días antes de Tyler Kent.
Tres horas más tarde, el gobierno inglés es informado oficialmente de "un probable caso de espionaje a favor de Alemania", descubierto en la embajada de Estados Unidos. El informe del Intelligence Service es devuelto de la secretaria del primer ministro con esta anotación: "Busquen otras pruebas. Es un caso muy grave". La palabra muy está subrayada dos veces.
De todos modos, durante nueve meses, Tyler Kent continúa tranquilo su actividad de espía. Gracias a él, la Abwehr se hace con el entero código americano, y durante todo este periodo los alemanes pueden descifrar todo los mensajes cambiados entre el departamento de Estado de Washington y sus embajadas por el mundo. Pero según fuentes inglesas, en esta época en Inglaterra el servicio secreto alemán es "extremadamente ineficaz" porque desde 1935 los nazis han depurado a varios de sus agentes, desviados ideológicamente, perdiendo así muchos elementos clave.
Esto explica, al menos en parte, la ingenuidad de Kent y de su cómplice y amante. Los microfilms de los documentos fotografiados a escondidas por el diplomático, son entregados por él, para revelado y copias, a un fotógrafo de Fleet Street, haciéndole creer que se trata de un encargo oficial confiado por la embajada americana.
El rastro que lleva al descubrimiento y captura de "Mark III" lo proporciona involuntariamente su misma cómplice. Es la primavera de 1940; los ejércitos alemanes avanzan sobre París y hay quien piensa que la invasión de Inglaterra está próxima y que una "quinta columna" alemana opera ya en el país para favorecer el desembarco alemán en la isla. En Inglaterra piden de muchos sitios, como medida de seguridad, la detención e internamiento de dos conocidos extremistas de derecha, el jefe de los fascistas ingleses, sir Oswald Mosley, y el capitán Ramsay, miembro del Parlamento. No se llevan a cabo, pero uno y otro son sometidos a investigación. Resulta así que, durante cierto tiempo, la "British Unión", fundada por Mosley, ha tenido entre sus afiliados a Anna Wolkoff.
Un comandante del Intelligence Service es encargado de las pesquisas. Su informe, con fecha 11 de abril, se limita a referir que la baronesa visita asiduamente al diplomático Tyler Kent, agregado al servicio de cifra de la embajada americana, que profesa ideas anticomunistas y antijudías y es un defensor de las teorías racistas del "filósofo" nazi Rosenberg. Parece que la primera decisión del servicio secreto es abandonar inmediatamente la investigación. "No es el momento adecuado para tener problemas con los Estados Unidos", diría un representante del gobierno.
Las pesquisas prosiguen, pero sólo sobre Anna Wolkoff, porque Tyler Kent sigue pareciendo fuera de toda sospecha. La noche del 2 de mayo los agentes británicos realizan un registro, absolutamente ilegal, en casa de la baronesa rusa, que está pasando el "weekend" en un castillo de Escocia con su amigo diplomático. Los agentes no encuentran nada comprometedor. Pero al día siguiente, 3 de mayo, la casualidad favorece a los investigadores. Tyler Kent y Anna Wolkoff, recién vueltos a Londres, son descubiertos en un bar con un joven de pelo rojo identificado luego como fotógrafo, un tal Stephen. Desde este momento todo resulta facilísimo, gracias a la misma ingenuidad de los dos espías. Aquella tarde el fotógrafo recibe la inesperada visita del comandante del Intelligence Service.
¿Cómo es que conoce a la baronesa Volkoff?".
'
La conozco de vista; apenas hemos cambiado diez palabras —responde Stephen—. Yo trabajo para la embajada de Estados Unidos y ella viene a acompañar a un diplomático americano que me trae material para revelar".
El fotógrafo no pone dificultades en mostrar la clase de trabajo que realiza. En el cuarto oscuro tiene todavía una película con veintiocho documentos, que ha recibido cuatro días antes de Tyler Kent.
Tres horas más tarde, el gobierno inglés es informado oficialmente de "un probable caso de espionaje a favor de Alemania", descubierto en la embajada de Estados Unidos. El informe del Intelligence Service es devuelto de la secretaria del primer ministro con esta anotación: "Busquen otras pruebas. Es un caso muy grave". La palabra muy está subrayada dos veces.
Los agentes de contraespionaje deben esperar aún diez días hasta poder
entrar en la casita de Tyler Kent para otro registro, también ilegal.
Pero esta vez el botín es positivo. En un cajón del estudio del
diplomático encuentran dos llaves de la caja fuerte de la embajada, los
códigos diplomáticos más secretos, decenas de microfilms y copias de
cartas enviadas a William Joyce, el escritor inglés que bajo el nombre
de "Lord Haw Haw" habla todas las noches por los micrófonos de Radio
Berlín. La mañana del 18 de mayo, Tyler Kent es detenido al salir de su
domicilio. Anna Wolkoff es arrestada mientras se dirige en coche a
Brighton. El caso de espionaje descubierto en la embajada americana
tiene profundas repercusiones en Inglaterra y en los Estados Unidos. En
aquélla se pide una legislación más dura contra los espías y se reaviva
el temor a la "quinta columna". Más allá del océano, los círculos
aislacionistas se indignan y montan una verdadera cruzada en favor del
diplomático, víctima a su parecer de las maniobras inglesas para atraer
América a la guerra. Tyler Kent, conducido a presencia de su embajador,
confiesa todo sin pestañear.
Mucho después, Joseph Kennedy declarará que "Kent tenia la responsabilidad de los códigos secretos del departamento de Estado americano. Por su traición, todas nuestras comunicaciones fueron controladas en el momento más critico, durante los días de Dunkerque y la caída de Francia".
Los servicios diplomáticos americanos tuvieron que sustituir los códigos, una labor que los correos especiales enviados desde Washington necesitaron hacer en dos o tres meses, obligando así a las embajadas al más absoluto silencio.
En julio, Tyler Kent y Anna Wolkoff son procesados en Londres bajo la acusación de espionaje. "Si América estuviera ya en guerra —declara el embajador Kennedy— habría tratado de repatriar a Kent como traidor, pero dadas las circunstancias debimos dejar el caso a la justicia inglesa, que fue en realidad muy clemente".
El joven diplomático de Wisconsin debe responder sólo del episodio del microfilm descubierto en casa del fotógrafo. Del material comprometedor descubierto en Kensington no se dice nada en el proceso. Anna Wolkoff, interrogada en audiencia pública, rechaza toda acusación. Kent, que ha confesado, se lanza a una disparatada arenga contra los judíos, los capitalistas y los comunistas. Entre la muchedumbre que se agolpa en la sección del público está también el sorprendido fotógrafo que creía honradamente que trabajaba para la embajada americana.
La sentencia se conoce a las pocas horas: siete años de cárcel para Tyler Kent y diez a la baronesa Wolkoff. Ella quedará en libertad en junio de 1946 y seguirá en Inglaterra; él, cumplida la pena en diciembre de 1945, volverá a los Estados Unidos en enero del siguiente año. Su primera preocupación será tratar de poner pleito al departamento de Estado por despido ilegal, reclamando salarios y gratificaciones. No lo logrará.
Mucho después, Joseph Kennedy declarará que "Kent tenia la responsabilidad de los códigos secretos del departamento de Estado americano. Por su traición, todas nuestras comunicaciones fueron controladas en el momento más critico, durante los días de Dunkerque y la caída de Francia".
Los servicios diplomáticos americanos tuvieron que sustituir los códigos, una labor que los correos especiales enviados desde Washington necesitaron hacer en dos o tres meses, obligando así a las embajadas al más absoluto silencio.
En julio, Tyler Kent y Anna Wolkoff son procesados en Londres bajo la acusación de espionaje. "Si América estuviera ya en guerra —declara el embajador Kennedy— habría tratado de repatriar a Kent como traidor, pero dadas las circunstancias debimos dejar el caso a la justicia inglesa, que fue en realidad muy clemente".
El joven diplomático de Wisconsin debe responder sólo del episodio del microfilm descubierto en casa del fotógrafo. Del material comprometedor descubierto en Kensington no se dice nada en el proceso. Anna Wolkoff, interrogada en audiencia pública, rechaza toda acusación. Kent, que ha confesado, se lanza a una disparatada arenga contra los judíos, los capitalistas y los comunistas. Entre la muchedumbre que se agolpa en la sección del público está también el sorprendido fotógrafo que creía honradamente que trabajaba para la embajada americana.
La sentencia se conoce a las pocas horas: siete años de cárcel para Tyler Kent y diez a la baronesa Wolkoff. Ella quedará en libertad en junio de 1946 y seguirá en Inglaterra; él, cumplida la pena en diciembre de 1945, volverá a los Estados Unidos en enero del siguiente año. Su primera preocupación será tratar de poner pleito al departamento de Estado por despido ilegal, reclamando salarios y gratificaciones. No lo logrará.
gracias hermano por tus comentarios son muy importantes para todos los que luchamos por un mundo mejor, gracias por tu entrega a la causa de cuba, los jovenes te seguimos libertad para los 5 heroes
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