Quienes en el mundo
se preguntan, especialmente después del colapso de la Unión Soviética, cómo es
posible que la pequeña Cuba, sometida a un cruel e inhumano bloqueo económico,
comercial y financiero de la principal potencia imperialista de nuestros
tiempos, se mantenga firme en sus ideales y objetivos a 180 kilómetros de
Estados Unidos, tal vez no sepan que la principal fortaleza del pueblo cubano lo
constituye el inmenso legado de José Martí.
Y esto es así
porque como bien señaló el Maestro: trincheras de ideas valen más que trincheras
de piedra.
José Martí cayó en
Dos Ríos el 19 de mayo de 1895. Él, con su grandeza ética y moral, y su
extraordinaria visión de futuro, había pedido en sus versos: “Yo quiero cuando
me muera, sin patria pero sin amo, tener en mi tumba un ramo de flores y una
bandera”; y reclamó a sus continuadores: “No me pongan en lo oscuro a morir como
un traidor, yo soy bueno y como bueno moriré de cara al
sol”.
La fuerza de las
ideas y el ejemplo de José Martí, así como su obra política y revolucionaria,
marcaron siempre el rumbo y la conducta de los revolucionarios cubanos, desde
Julio Antonio Mella hasta Fidel Castro, e influyeron en hombres de la talla de
Ernesto Che Guevara.
La fundación por
José Martí del Partido Revolucionario Cubano en 1892, el primero en el mundo de
clara proyección antiimperialista, marcó un hito, porque además de crearse para
lograr la independencia cubana, lo hizo para fomentar y auxiliar la de Puerto
Rico, nación hermana que todavía hoy sufre la dominación colonial yanqui. Y ahí
están también las raíces del internacionalismo cubano, porque en el largo
combate por la primera independencia Cuba recibió también el sólido apoyo de
combatientes de Nuestra América, entre ellos el dominicano Máximo Gómez y el
puertorriqueño Juan Rius Rivera, y figuras de la talla del Viejo Luchador
ecuatoriano Eloy Alfaro, el único presidente de América que el 19 de diciembre
de 1895 escribió desde la ciudad de Guayaquil a la Reina María Cristina de
España para demandar la independencia de Cuba.
José Martí y Eloy
Alfaro se habían conocido en la ciudad de Nueva York el 24 de octubre de 1890, y
el más universal de los cubanos dejó escrito para la historia que Alfaro era uno
de los pocos hombres de creación en América. Y desde los campos de batalla por
la primera independencia de Cuba el general Antonio Maceo, conocido en Cuba como
el Titán de Bronce, escribió a Eloy Alfaro para agradacerle su incondicional
apoyo a la revolución independentista cubana.
Extraordinaria fue
la labor de José Martí desde el exilio para unir a los independentistas de
varias generaciones, a los veteranos con los pinos nuevos, y hacer realidad en
1895 el inicio de la guerra justa, necesaria y breve que pusiera fin a la
dominación colonial española en la Mayor de las Antillas, en una contienda
difícil por el empecinamiento de las autoridades coloniales españolas y la
amenaza de anexión proveniente de Washington.
Horas antes de su
caída en el oriente cubano, José Martí escribió a su queridísimo amigo mexicano
Manuel Mercado una carta considerada por muchos como el testamento político del
Héroe Nacional de Cuba.
“Ya estoy todos los
días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber” –escribió Martí en su
carta inconclusa del 18 de mayo de 1895--, y señaló que lo animaba el sagrado
deber de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más sobre nuestras tierras
de América”.
“Cuanto hice hasta
hoy, y haré, es para eso”, agregó Martí, al precisar que “en silencio ha tenido
que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar
ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado
recias para alcanzar sobre ellas el fin”.
José Martí, quien
vivió durante más de quince años en Estados Unidos y advirtió a los pueblos de
Nuestra América sobre la voracidad del imperio naciente, le dijo a su amigo
mexicano que era su obligación “impedir que en Cuba se abra, por la anexión de
los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con
nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América,
al Norte revuelto y brutal que los desprecia”.
En esa carta a
Manuel Mercado está la famosa frase del Apóstol de la independencia cubana:
“Viví en el monstruo y le conozco las entrañas; -y mi honda es la de David”,
texto que acompañará a la imagen del Apóstol tomada de una obra del gran pintor
ecuatoriano Oswaldo Guayasamín en el calendario de bolsillo de Radio Habana Cuba
de 2013, cuando se cumplirán 160 años del nacimiento en La Habana de José
Martí.
Martí luchó
denodadamente contra las corrientes anexionistas y autonomistas; levantó el
fervor de los cubanos por la independencia, fundó un partido político y también
el periódico “Patria” en su permanente batalla de ideas, y en su carta póstuma
advirtió que él podría físicamente desaparecer pero no desapareceria su
pensamiento.
Hermosa es la obra
literaria, periodística y poética de José Martí. Grandes sus aportes en la
docencia y la diplomacia. Relevantes sus siempre atinados comentarios sobre la
salud, el deporte, las ciencias. Pocos como él cultivaron el amor por la
historia y la cultura de Nuestra América. En la obra inmensa de Martí, quien
murió a los 42 años de edad, se pueden leer las mejores crónicas sobre la cruda
realidad de Estados Unidos, la bajeza y ambición de sus políticos, y al mismo
tiempo el heroísmo y grandeza del Libertador Simón Bolívar y otros próceres de
Nuestra América.
No fue casual que
en su autodefensa como abogado el joven Fidel Castro, en el año del centenario
del nacimiento del Apóstol, proclamara que el histórico Asalto al Cuartel
Moncada, el 26 de julio de 1953, tuvo como autor intelectual a José
Martí.
El Héroe Nacional
de Cuba es un verdadero paradigma en la lucha de los pueblos de Nuestra América
por su segunda y definitiva independencia. Él está en el corazón y en la mente
de los cubanos que aman a su patria y defienden las conquistas de la Revolución.
En José Martí se cumple su propio apotegma de que la muerte no es verdad cuando
se ha cumplido bien la obra de la vida.
Su legado político
e ideológico vive en la práctica de todo un pueblo y en la filosofía de un
gobierno y un partido que hacen suya esta rica herencia, la cual preservan con
celo, para que nunca muera el ideario del Maestro.
Y ya en la víspera
de la Décimo Sexta Asamblea Nacional de la Coordinadora Ecuatoriana de Amistad y
Solidaridad con Cuba, que tendrá lugar en la ciudad de Machala, capital de la
provincia de El Oro, podemos con todo amor y respeto parafrasear al más
universal de los cubanos y concluir señalando que Bolívar, Alfaro y Martí tienen
que hacer todavía en América. Los tres siguen vivos y sus ideas iluminan a los
actuales dirigentes de Venezuela, Ecuador y Cuba.
Por Pedro Martínez Pírez
Especial
para EL PUEBLO de Ecuador
(El
autor es Subdirector de Radio Habana Cuba, Miembro de Honor de la Fundación
Guayasamín, Premio Nacional de Periodismo “José Martí” por la obra de la vida y
Premio Nacional de la Radio Cubana)
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