Pearl Cornioley |
Corrió los mismos peligros que sus compañeros, expuso su vida tanto como
ellos, o incluso más, y, sin embargo, la británica Pearl Cornioley tuvo
que esperar a su vejez para que se reconociera su labor al frente de un
grupo de la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial
Como otras muchas mujeres, arriesgó su vida trabajando como correo transportando mensajes cifrados. Pero, a diferencia de los hombres, las resistentes no solían ir armadas, ya que sus compañeros consideraban que, por su condición de mujer, los nazis sospecharían menos de ellas, aunque en caso de captura el destino que les esperaba a hombres y mujeres era casi siempre el mismo. Y, sin embargo, tras la victoria aliada, el trato que recibieron unos y otros fue bien distinto: para ellos, las medallas y las condecoraciones; para ellas, el silencio y, en muchos casos, el olvido.
Cécile Pearl Witherington nació en París en 1914. De padres británicos, era la mayor de cuatro hermanos. Su infancia no fue fácil. «No tuve niñez», llegó a decir en sus memorias. El alcoholismo de su padre hizo que se tambaleara la economía familiar, por lo que no le quedó más remedio que ponerse a trabajar, aunque no tardó mucho en encontrar un empleo en la embajada británica en la capital francesa. Cuando los nazis ocuparon París en junio de 1940, Cornioley huyó con su familia a Gran Bretaña donde consiguió un puesto como secretaria en el Ministerio del Aire. Sin embargo, el trabajo de oficina le aburría y se enroló voluntaria en el servicio de operaciones especiales británico, que colaboraba con la Resistencia francesa.
Tras siete semanas de entrenamiento, consiguió saltar en paracaídas sobre la Francia ocupada el 22 de septiembre de 1943 para unirse a la red de resistentes que lideraba Maurice Southgate. Con un nuevo nombre -Pauline- y gracias a su francés fluido, transportó numerosos mensajes cifrados oculta bajo su nueva identidad como vendedora de cosméticos, convirtiéndose en uno de los enlaces más preciados por los grupos de resistentes. La Gestapo ofreció entonces un millón de francos por su cabeza, aunque nunca fuera capturada. No tuvo la misma suerte, sin embargo, el jefe de la red a la que pertenecía, detenido por los alemanes en mayo de 1944.
Consciente de que el arresto de Southgate no podía significar el fin de la lucha, asumió la dirección de un grupo compuesto por 1.500 hombres. En los siguientes meses, los sabotajes de líneas férreas, de carreteras y de comunicaciones telefónicas se convertirían en una constante para la red, como recordaba la propia Pearl Cornioley en la autobiografía que publicó en el año 1997.
Tras la derrota nazi, pudo por fin cumplir uno de sus grandes sueños: casarse con el amor de su vida: el francés Henry Cornioley, al que conoció en París durante su infancia. La ocupación les había separado momentáneamente, pero la resistencia les uniría para siempre. Otro de sus sueños tardaría un poco en hacerse realidad. A Pearl Cornioley no le concedieron la Cruz Militar a su regreso a Gran Bretaña por ser mujer, a cambio le ofrecieron el distintivo que daban a los civiles, pero ella lo rechazó muy ofendida: «No me senté detrás de un escritorio, corrí los mismos peligros que los hombres».
En 2004, Isabel II la nombró Comandante de la Orden del Imperio Británico, aunque reconoció que habían tardado demasiado tiempo. Hace dos años, ya anciana, recibía emocionada la medalla de la Real Fuerza Aérea británica. Por fin, su trabajo merecía el reconocimiento de sus compañeros. Ganaba así la que sería su última batalla.
Pearl Cornioley, espía, nació en París el 24 de junio de 1914 y murió el 24 de febrero de 2008 en Blois (Francia).
Como otras muchas mujeres, arriesgó su vida trabajando como correo transportando mensajes cifrados. Pero, a diferencia de los hombres, las resistentes no solían ir armadas, ya que sus compañeros consideraban que, por su condición de mujer, los nazis sospecharían menos de ellas, aunque en caso de captura el destino que les esperaba a hombres y mujeres era casi siempre el mismo. Y, sin embargo, tras la victoria aliada, el trato que recibieron unos y otros fue bien distinto: para ellos, las medallas y las condecoraciones; para ellas, el silencio y, en muchos casos, el olvido.
Cécile Pearl Witherington nació en París en 1914. De padres británicos, era la mayor de cuatro hermanos. Su infancia no fue fácil. «No tuve niñez», llegó a decir en sus memorias. El alcoholismo de su padre hizo que se tambaleara la economía familiar, por lo que no le quedó más remedio que ponerse a trabajar, aunque no tardó mucho en encontrar un empleo en la embajada británica en la capital francesa. Cuando los nazis ocuparon París en junio de 1940, Cornioley huyó con su familia a Gran Bretaña donde consiguió un puesto como secretaria en el Ministerio del Aire. Sin embargo, el trabajo de oficina le aburría y se enroló voluntaria en el servicio de operaciones especiales británico, que colaboraba con la Resistencia francesa.
Tras siete semanas de entrenamiento, consiguió saltar en paracaídas sobre la Francia ocupada el 22 de septiembre de 1943 para unirse a la red de resistentes que lideraba Maurice Southgate. Con un nuevo nombre -Pauline- y gracias a su francés fluido, transportó numerosos mensajes cifrados oculta bajo su nueva identidad como vendedora de cosméticos, convirtiéndose en uno de los enlaces más preciados por los grupos de resistentes. La Gestapo ofreció entonces un millón de francos por su cabeza, aunque nunca fuera capturada. No tuvo la misma suerte, sin embargo, el jefe de la red a la que pertenecía, detenido por los alemanes en mayo de 1944.
Consciente de que el arresto de Southgate no podía significar el fin de la lucha, asumió la dirección de un grupo compuesto por 1.500 hombres. En los siguientes meses, los sabotajes de líneas férreas, de carreteras y de comunicaciones telefónicas se convertirían en una constante para la red, como recordaba la propia Pearl Cornioley en la autobiografía que publicó en el año 1997.
Tras la derrota nazi, pudo por fin cumplir uno de sus grandes sueños: casarse con el amor de su vida: el francés Henry Cornioley, al que conoció en París durante su infancia. La ocupación les había separado momentáneamente, pero la resistencia les uniría para siempre. Otro de sus sueños tardaría un poco en hacerse realidad. A Pearl Cornioley no le concedieron la Cruz Militar a su regreso a Gran Bretaña por ser mujer, a cambio le ofrecieron el distintivo que daban a los civiles, pero ella lo rechazó muy ofendida: «No me senté detrás de un escritorio, corrí los mismos peligros que los hombres».
En 2004, Isabel II la nombró Comandante de la Orden del Imperio Británico, aunque reconoció que habían tardado demasiado tiempo. Hace dos años, ya anciana, recibía emocionada la medalla de la Real Fuerza Aérea británica. Por fin, su trabajo merecía el reconocimiento de sus compañeros. Ganaba así la que sería su última batalla.
Pearl Cornioley, espía, nació en París el 24 de junio de 1914 y murió el 24 de febrero de 2008 en Blois (Francia).
Fuente: www.elmundo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario