Desde el 2008 que por las aguas de Latinoamérica y el
Caribe navegan los barcos de la IVª Flota de la Marina de Estados Unidos. Además
de la influencia que ejercen en los cuerpos armados de la región a través de
ejercicios conjuntos, la apuesta es vigilar el crecimiento de Brasil y la
alianza de gobiernos progresistas de la región. La experiencia tras el terremoto
de Haití da algunas pistas sobre sus prioridades.
Como se evidenció
en la reciente Cumbre de las Américas, celebrada en Cartagena de Indias, EE.UU.
no ofrece mucho para la región en materia económica o de intercambios. “El eje
de su apuesta en la región en los últimos años es la militarización de las
relaciones”, sostiene Alejandra Arriaza, abogada del Observatorio de la Escuela
de las Américas.
La reactivación en julio del 2008 de la IVª Flota de la
marina de EE.UU. da cuenta de la prioridad en las relaciones entre Estados
Unidos y Latinoamérica. El objetivo de Estados Unidos es contrapesar a los
gobiernos progresistas que han tomado control de sus recursos naturales, como
Venezuela, Argentina, Bolivia o Ecuador.
Pero un motivo mayor es intentar
frenar el crecimiento de Brasil como potencia en el continente, país rico en
recursos naturales en su territorio y en su espacio marítimo, sea el Amazonas o
sus costas.
Una flota de guerra
La IVª Flota se
mantenía inoperativa desde 1950 y cubre a más de 30 países y 15,6 millones de
millas cuadradas en aguas de Centro, Sudamérica y el mar Caribe. El argumento es
la lucha contra el “narcotráfico, el terrorismo y otras actividades ilícitas,
además de colaborar en posibles desastres en la zona”.
La IVª Flota
estuvo activa durante la Segunda Guerra Mundial y se encargó de perseguir
submarinos alemanes y embarcaciones de corsarios en el Caribe y Atlántico
Sur.
El poder naval de Estados Unidos está disperso en todos los océanos
del mundo y se concentra en áreas de interés norteamericano. La Flota en el
Atlántico tiene su base en Norfolk, Virginia; la IIª Flota en el Pacífico se
concentra en Pearl Harbor; y la IIIª Flota con base en San Diego, son las
encargadas de asegurar el espacio continental de la potencia del
norte.
Mucho más allá de sus fronteras están la Vª Flota con base en
Bahrein para operaciones en el Medio Oriente; la VIª Flota, del Mediterráneo con
base en Rota, España; y la VIIª Flota del Pacifico Occidental con base en
Yokosuka, Japón, para operaciones en el Lejano Oriente.
Cada una de estas
flotas está conformada por un portaaviones nuclear, muchos buques de superficie
y submarinos atómicos. En el caso de la IVª Flota, está preparada para navegar
en los ríos de América del Sur. Si bien su base está en Miami, tiene bases en
las islas de Curazao y Aruba.
Además EE.UU. instaló 5 bases aéreas y 2
navales en Colombia, hecho revertido por un edicto de los tribunales de dicho
país. Pese a ello, recientemente el general Dumpsey visitó la base militar
colombiana de Tibú y dijo que para la lucha contra el narcotráfico y la
insurgencia se envió a comandantes de brigada con experiencia práctica en
Afganistán e Irak para que entrenen a militares y policías
colombianos.
Wall Street Journal informó en marzo que Colombia ya
constituyó sus propios Comandos Conjuntos de Operaciones Especiales que imitan a
los estadounidenses para llevar a cabo misiones de cazar-matar a militantes de
las guerrillas FARC y ELN.
El Comando del Sur también financió la
edificación de un Centro “de emergencias y ayuda humanitaria” instalado en el
Aeropuerto de Resistencia, en la norteña provincia del Chaco de Argentina a
fines de marzo, para lo que se puso con 3 millones de dólares; y la construcción
de una base naval en la isla Saona en República Dominicana, cuyo costo es de 1,5
millones de dólares. Si en la base en territorio argentino la excusa es apoyar
en emergencias, en la isla caribeña es el control al tráfico de drogas y la
inmigración ilegal.
Algunas de las 800 bases militares de EE.UU.
alrededor del mundo están en Belice, Nicaragua, Panamá, Guatemala, Costa Rica y
Honduras, país en el que EE.UU. tuvo activa participación en el golpe de Estado
que el 2009 terminó con el gobierno de Manuel Zelaya.
SOA Watch acusa que
“la expansión de la presencia militar de EE.UU. en la región busca, además de
intimidar los procesos políticos de transformación en la región, posicionar su
fuerza militar en áreas estratégicas de gran riqueza natural”.
La
experiencia de Haití
Apenas una semana después del terremoto en
Haití el Pentágono envió un portaaviones, 33 aviones y varias naves de guerra;
tomó el control del aeropuerto de Puerto Príncipe; y dobló con 16 mil soldados a
los 7 mil de las fuerzas de la Minustah (la Misión de Naciones Unidas para la
"Estabilización" de Haití). Se trataba de una misión de carácter
humanitario.
Con el mismo argumento, Chile ha participado de la Minustah
en conjunto con otros países latinoamericanos. El director del Centro Conjunto
para Operaciones de Paz de Chile (Cecopac), capitán de navío Claudio Zanetti,
detalla que ya se han hecho 17 relevos a Haití, cada uno compuesto por poco más
de 300 hombres. Chile tiene soldados con el casco de Naciones Unidas en Chipre y
Bosnia; además de observadores en Líbano, India Pakistán, Siria y
Palestina.
“El beneficio para nosotros como FFAA es la experiencia que se
tiene al estar operando 24 horas al día por 7 días a la semana”- recalca
Zanetti.
Dicha experiencia fue requerida los días posteriores al 27F.
“Vimos los beneficios con el terremoto. Mucha gente que participó en la
mantención de la paz y el orden en las regiones afectadas por el terremoto fue
gente que ya tenía experiencia en Haití”- cuenta Zanetti.
La misma
experiencia fue la usada por los paracaidistas brasileños que en diciembre del
2010 comenzaron a invadir las favelas de Río de Janeiro. El comandante a cargo
de la operación, el general Fernando Sardenberg, se desempeñó el 2004 como
comandante de la Minustah y la práctica ganada por sus tropas frente a la
población civil de Cité Soleil y Belait la aplicaron para controlar las
poblaciones de las favelas del Complexo do Alemão y Vilha Cruzeiro. El objetivo
de la llamada "pacificación" es la restructuración urbana de la ciudad con miras
a las futuras Olimpiadas y el Mundial de Fútbol.
Zanetti defiende esta
nueva capacidad militar diciendo que “en las misiones de paz el uso del arma es
el último recurso. Entras por presencia y el trato con el civil es el factor
primordial a desarrollar. Lamentablemente esto se aplica en nuestro
entrenamiento militar hace sólo unos 5 años. Tú ya no ves un enemigo, ves a una
persona que tiene un problema”.
por Mauricio Becerra
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